Sánchez-Feijóo, primer asalto en Andalucía
PSOE y PP buscan una campaña muy local y rebajan expectativas, pero el resultado marcará el estado anímico de la política española
El PSOE arranca como perdedor y el PP no quiere meter la pata como en Castilla y León, donde una mala gestión de expectativas le hizo aparecer como derrotado. Ese fiasco fue el principio del fin de la carrera de Pablo Casado, que solo una semana después veía cómo su propia dirección le clavaba el puñal definitivo. Tanto Pedro Sánchez, que prueba en Andalucía a un candidato que promovió él como relevo para su gran rival, Susana Díaz, como Alberto Núñez Feijóo, que vive el primer examen de la nueva etapa del PP con su aliado y amigo Juanma Moreno, clave para el golpe de barones que destituyó a Casado, intentan rebajar expectativas. En el entorno de los líderes todos insisten: son solo unas andaluzas, esto no tiene nada que ver con unas generales.
“Los votantes cada vez diferencian más cada elección. En 2018 Susana Díaz sacó un millón de votos en Andalucía y solo unos meses después Pedro Sánchez logró 1,5 millones en las generales en el mismo territorio. Puede volver al pasar. Queda muchísimo tiempo para las generales, un año y medio. La ansiedad funciona mal en política. ¿Quién nos iba a decir hace tres meses que iba a caer Casado?”, señalan en La Moncloa. “Nosotros somos veteranos. No nos precipitamos como Casado. Es un camino largo y Sánchez intentará llegar incluso a 2024 si puede. Sabemos que son solo andaluzas y así las vamos a tratar. Y no las damos por ganadas”, señalan en la cúpula del PP.
La gestión de expectativas es clave. Esta vez todos son cautos. Pero por mucho que quieran huir de ese combate, tanto en el PSOE como en el PP saben que el resultado se vivirá como un primer asalto en la larga batalla de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo para ver quién es el primer partido en las generales. Y sobre todo influirá en el estado anímico en la política española. Sucedió con las catalanas, donde Casado se vio tan acorralado tras el fracaso del PP que incluso prometió vender la sede central del partido. Después con las madrileñas, que desataron todas las alarmas en el PSOE y acabaron en un cambio profundo del Gobierno. Y finalmente en Castilla y León, con Casado K.O.
El 19-J en Andalucía es fundamental para las próximas generales: es probable que el PP saque varios diputados al PSOE en Madrid, algo que no pasó en 2019, pero los socialistas le arrancan una distancia aún mayor en Cataluña. La batalla andaluza, que repartirá 61 escaños de los 350 que hay en el Congreso, será decisiva y marcará quién saca más diputados. En el PP creen que poco a poco el Gobierno irá desgastándose hasta 2023, y ven inexorable su victoria. En La Moncloa, por el contrario, recuerdan que, a pesar de todo, las encuestas siguen diciendo que el PSOE está en el 27%, muy cerca de las elecciones de 2019, y por encima del PP en votos. “No hay un problema de desconexión con el electorado, como le pasó a Zapatero en 2011 porque tomó medidas muy impopulares. Rajoy siempre dijo que soñaba con 20 millones de ocupados. Nunca lo logró. ¡Nosotros hemos llegado después de una pandemia! Cuando llegue el momento, la gente sabrá valorar la gestión del Gobierno”, resumen en La Moncloa.
La carrera es larga, pero para Feijóo es clave lograr una victoria aplastante en Andalucía que debilite aún más al PSOE en su granero histórico y para los socialistas es decisivo resistir lo mejor posible como en Castilla y León, donde no ganaron, pero mostraron un músculo inesperado. El gran problema del PSOE es que es muy difícil lograr clima de campaña en junio, con media Andalucía de fiesta, en pleno Rocío, con Cádiz en carnavales, con las playas llenas y votando en un puente en Sevilla y Granada. “Nos está costando que la gente se entere de que hay elecciones”, admiten en el PSOE. Juan Espadas, el candidato socialista, e Inmaculada Moreno, de Por Andalucía, intentaban este sábado remover la campaña con una enorme metedura de pata del alcalde de Estepona, José María García Urbano, del PP, que en un mitin frente a Feijóo bromeó sobre la violencia de género —después pidió disculpas— en una semana con tres mujeres asesinadas en Andalucía. Pero no parece fácil. Los andaluces parecen estar a otra cosa. Tal vez el debate televisivo del lunes pueda activar algo, confían en el PSOE.
“El PP ha pensado muy bien la fecha. La derecha ya está movilizada y a la izquierda cuesta mucho moverla si no hay ambiente de campaña”, critican desde el cuartel general de los socialistas. Incluso los populares, que decidieron ir a junio y no a septiembre, la otra opción que manejaba Moreno, están alarmados ante la posibilidad de que la combinación del buen tiempo y las encuestas muy a favor del PP puedan provocar un exceso de confianza y que los suyos no vayan a votar. “Hay dos formas de perder unas elecciones”, advirtió Feijóo el viernes en Málaga. “Darlas por ganadas y darlas por perdidas”. “No tenemos nada más que una expectativa y unas encuestas”, avisó.
Moreno Bonilla y Núñez Feijóo, aliados y amigos, han diseñado juntos la estrategia de unas elecciones en las que ambos se la juegan. El presidente de Andalucía y el líder del PP fraguaron el reparto de poder en la dirección del partido el pasado abril pensando ya en las andaluzas. Feijóo aupó a la mano derecha de Moreno Bonilla, Elías Bendodo, su consejero de Presidencia, como coordinador general del PP, y situó al consejero de Hacienda andaluz, Juan Bravo, como gurú económico, para dar foco al Gobierno andaluz y lanzar el mensaje de que Galicia y Andalucía pilotaban el nuevo PP. Feijóo sabe que el resultado del presidente andaluz será leído como si fuera el suyo propio.
Una campaña a la gallega
La campaña de Moreno Bonilla es, de hecho, a la gallega. Se inspira en las de Feijóo, que le granjearon cuatro mayorías absolutas en Galicia. Lo primero es hacerla pivotar sobre la identidad territorial andaluza —cámbiese el Galicia, Galicia, de entonces, por el Andalucía, Andalucía, de ahora— y centrarla en el candidato al estilo presidenciable, con escasísima presencia de otros dirigentes del partido, salvo Feijóo. Isabel Díaz Ayuso, estrella en la campaña de Castilla y León, ha sido relegada ahora al segundo plano. Moreno Bonilla y Feijóo la han dejado fuera porque examinan, además, su estrategia moderada para ganar a la izquierda, frente a la de la agitación y la batalla cultural de la líder madrileña. El mensaje de Ayuso agitando el frente común con Vox distorsiona el plan.
El presidente andaluz quiere ser la UCD del 77, “ocupar el carril central” e intentar llenar todo el espacio que le dejen, según fuentes de su entorno. Junto a Feijóo, ha teorizado una campaña “serena”, sin elevar el tono y sin exabruptos, reivindicando que es posible hacer política sin insultar al adversario. Una enmienda al estilo casadista y al de Ayuso, solo que a ella le está funcionando.
Mientras, los socialistas, que han perdido mucho tiempo estos tres años en batallas internas y en relevar a Susana Díaz por un candidato aún muy poco conocido, tratan de vincular a Moreno a la marca PP, mucho más deteriorada, y reivindican la gestión del Gobierno de Sánchez como modelo de protección social. Sánchez hará varios mítines en Andalucía, pero evitará ir al choque con Moreno, al contrario de lo que pasó en las madrileñas con Ayuso. El cambio de dirección en las campañas del PSOE, con Iván Redondo ya fuera del equipo, es muy evidente.
En el PSOE ven que Moreno “juega al camuflaje” y por eso, Espadas le recuerda que su partido ha votado en contra de la reforma que garantiza la revalorización de las pensiones, de la reforma laboral o de las medidas para ayudar a trasportistas, agricultores, ganaderos y pescadores por los efectos de la guerra en Ucrania. Y sobre todo recuerdan que no puede ir de moderado alguien que ha tenido el apoyo de Vox estos tres años y podría tener que incorporarlos en su próximo gobierno.
El objetivo de Moreno Bonilla y de Feijóo es alcanzar por ese carril central los 50 escaños. Esa cifra es clave, en su opinión, para evitar que Andalucía alumbre el segundo Gobierno del PP con la extrema derecha, que sería un torpedo en la línea de flotación de la carrera del líder popular hacia La Moncloa. Los dos políticos creen que, si el PP logra 50 escaños, a solo cinco de la mayoría absoluta, Vox no tendrá más remedio que abstenerse y dejarles gobernar en solitario. Aunque el mensaje que lanza el partido ultra es que si se necesitan sus votos, en cualquier caso exigirán entrar en el Gobierno. En el PP confían en que podrán convencerles con la amenaza de la repetición electoral, pero reconocen que el escenario cambia mucho si Moreno Bonilla se queda más cerca de los 40 —ahora tiene 26— que de los 50, y le faltan 15 para la mayoría.
En ese caso, sobre todo, el PP activará la maniobra de presión a la izquierda que ya barrunta para que se abstenga. Es algo que ya intentaron sin éxito en Castilla y León. La respuesta del PSOE sigue siendo la misma: si el PP rompe con Vox en toda España, adelante. Pero eso es imposible para los populares, que sin Vox no gobernarían casi nada, y saben que el partido de Santiago Abascal es su único pasaporte posible a La Moncloa.
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