Grandes baterías para guardar la energía del viento y el sol
El desarrollo de acumuladores más duraderos, baratos y potentes acelera el paso hacia una economía descarbonizada
Que el futuro de la energía del planeta pasa por el desarrollo de las fuentes renovables es algo que ya casi nadie discute. La electricidad de origen solar y eólico tiene cada vez mayor peso en el mix energético, por lo que la posibilidad de guardarla para poder recurrir a ella cuando sea necesario es esencial. Desde hace tres años, España cuenta con una Estrategia de Almacenamiento Energético diseñada para respaldar el despliegue de estas tecnologías limpias.
La idea es que el país disponga de 22 gigavatios (GW) en 2030, y alcanzar los 30 GW en 2050. Para avanzar hacia ese objetivo, es fundamental el desarrollo de Sistemas de Almacenamiento de Energía con Baterías (SAEB). Estos contenedores montados en serie acumulan electricidad a gran escala cuando es más barata o abundante, y la liberan cuando es más cara. Son instalaciones que permiten suministrar el fluido en los picos de mayor demanda, por lo que se pueden gestionar mejor los excedentes energéticos.
Los avances en esta área son imparables. Recientemente, el fabricante chino CATL ha presentado la primera batería de almacenamiento en serie con degradación cero en los primeros cinco años de uso. Esto implica un mayor rendimiento, lo que prolonga la vida útil del dispositivo y su rentabilidad. Además, permite retener hasta diez veces más energía —6,25 megavatios hora (MWh)— en la mitad de tamaño, con una química de iones de litio, aún más barata sin cobalto ni níquel. En los últimos meses han lanzado anuncios similares otros fabricantes, como Panasonic, y los expertos coinciden en que muy pronto se conocerán nuevos progresos. Por ejemplo, ya se han comenzado a desarrollar baterías que sustituyen el litio por el sodio, un mineral muy abundante y mucho más barato, por lo que se abre un campo de enormes posibilidades.
Paso de gigante
Las baterías estacionarias suponen un paso de gigante para el almacenamiento de energía renovable, hasta ahora uno de los talones de Aquiles del sector. “Nos van a permitir distribuir la generación solar, que por motivos obvios solo se produce cuando hay sol, las 24 horas del día. La fotovoltaica es la manera más barata de generar energía que hemos tenido jamás, por eso es fundamental poder almacenarla”, señala el director general de la Asociación Valenciana de Empresas del Sector de la Energía (Avaesen), Pedro Fresco.
Además del almacenamiento en sí mismo, estos acumuladores ofrecen servicios de red y destacan por su flexibilidad, ya que pueden inyectar en la red la potencia y capacidad que se requiera en muy poco tiempo. “En California ya han llegado a ofrecer más de 6.000 megavatios (MW) en el pico de la noche, que es la potencia equivalente a seis centrales nucleares”, recuerda Fresco. El año pasado se instalaron más de 40 GW de almacenamiento en este tipo de baterías en todo el mundo, aunque en España apenas se utilizan a gran escala. “Sí hay muchos proyectos, pero no se ha ido de momento más allá porque se está a la espera de que se aprueben los mecanismos de capacidad, que ofrecerán más certeza a estas inversiones”, reconoce este experto.
Aunque se avanza todavía a paso lento, al menos aquí, el director de la Asociación Española de Almacenamiento de Energía (Asealen), Raúl García, cree que “son muchas las razones para ser optimistas”. Y enumera algunas de ellas, como la evolución tecnológica, la reducción de precios, la modificación del mercado interior de la electricidad —que crea instrumentos específicos para apoyar flexibilidad a la energía no fósil— y el cambio del Régimen Económico de Energías Renovables. No obstante, para García el principal desafío pasa por la adaptación del marco regulatorio.
Coincide con él Francisco de Castro, responsable de Almacenamiento y Nuevas Tecnologías de Statkraft en España. “Es cierto que los cambios regulatorios han facilitado el desarrollo de proyectos de almacenamiento, pero a la vez han generado cierto rechazo debido a la incertidumbre”, opina. Las cifras demuestran que en nuestro país queda mucho camino por recorrer. En la actualidad hay en torno a 6 GW de bombeo reversible y 20 MW instalados de baterías. Y se estima que puede haber unos 4 GW con permiso de acceso a la red (incluido bombeo reversible, acumuladores y termosolar) en proyectos que aún se encuentran en tramitación.
De Castro considera que estos números son “insuficientes para integrar el futuro despliegue renovable en España”. Pero la situación es reversible, dice este ingeniero, si se toman una serie de medidas que incluyan ayudas públicas que favorezcan e incentiven el desarrollo de futuros proyectos, una regulación clara y definida que permita facilitar su acceso y conexión a la red, y el diseño de una normativa aplicable específica para esta tecnología, entre otras.
El responsable de Almacenamiento de Rolls-Royce Solutions Ibérica, Jorge Barcelona, insiste en otra idea. Por sí mismo, el almacenamiento no es un fin, sino una herramienta para obtener una energía limpia, barata y segura, que debe servir para que la economía sea más competitiva. La meta, dice, es estimular el mercado eléctrico. “Si se electrifica la demanda, se promueve el despliegue del hidrógeno renovable y se ejecuta una política de promoción y captación de inversión industrial, se conseguirá. España tiene condiciones imbatibles para hacerlo”, remacha.
Precios en caída libre
Lo cierto es que estas baterías son cada vez más baratas. En los últimos dos años, la rebaja del coste en euros por kilovatios hora (kWh) ha superado el 30%. Y todo indica que esa tendencia va a mantenerse en el futuro. Si su precio sigue a la baja, lo previsible es que acaben por instalarse de forma masiva junto a cualquier parque renovable. Por eso, el papel de las administraciones públicas es primordial. Si logran agilizar los trámites y consiguen autorizar en poco tiempo estas instalaciones, el despliegue podría superar incluso las previsiones más optimistas. Si esto no ocurre, habría que recurrir al almacenamiento por bombeo hidroeléctrico, lo que requiere obras civiles más largas y costosas.
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