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PUNTO DE OBSERVACIÓN
Columna
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Orbán o Sánchez: ¿dónde está el futuro de Europa?

En las elecciones europeas se decidirá algo más importante que la amnistía española: la fortaleza de la Unión

Sol Gallego Diaz
Patricia Bolinches
Soledad Gallego-Díaz

Viktor Orbán, el autoritario primer ministro húngaro, explicó muy bien sus objetivos dentro de la Unión Europea: “Ya no creemos que Europa sea nuestro futuro; ahora sabemos que nosotros somos el futuro de Europa”. De eso precisamente es de lo que se va a tratar en las próximas elecciones europeas (cuando no solo se elegirá a los eurodiputados, sino también, indirectamente, al presidente o presidenta de la Comisión). En estas elecciones se decidirán dos cosas importantes: una, hasta qué punto los votantes están dispuestos a aumentar el peso de la extrema derecha en el Europarlamento, y dos, hasta qué punto los partidos que representan a la derecha conservadora y liberal europea están dispuestos a llegar a acuerdos con esa extrema derecha y a buscar su apoyo para controlar las instituciones europeas, renunciando a las clásicas transacciones con los grupos de centro y socialdemócratas.

Será una decisión que tengan que adoptar, llegado el caso, los dirigentes del Partido Popular Europeo (PPE), empezando por su actual presidente y portavoz, el alemán Manfred Weber, pero también Alberto Núñez Feijóo. Y será una decisión de grandes consecuencias porque la renovación de la Eurocámara va a coincidir con un momento de especial inestabilidad en el mundo: cinco meses después de las elecciones europeas se celebrarán las elecciones presidenciales en Estados Unidos, en las que, si los jueces no lo impiden, Donald Trump será, de nuevo, candidato.

En su primer mandato, Trump estuvo rodeado de un grupo de republicanos extremadamente conservadores, pero con experiencia (John Bolton, Jim Mattis, Mike Pompeo o Mike Pence). Todos ellos acabaron rompiendo de manera más o menos dramática con Trump. Bolton, uno de los arquitectos de la funesta invasión de Irak, aseguró recientemente a la escritora Anne Applebaum que, en el primer mandato, entre todos ellos consiguieron bloquear lo que creyeron que eran las iniciativas más peligrosas de Trump, como sacar a EE UU de la OTAN. Pero añadió: “El daño que hizo en su primer mandato pudo ser reparado; en un segundo mandato, será irreparable”.

No hay que tomarse a broma la extraña inquina de Trump contra la OTAN: los republicanos se pusieron discretamente de acuerdo hace pocas semanas con los demócratas para introducir una curiosísima legislación, que ya fue aprobada por el Senado, que dice : “El presidente no suspenderá, rescindirá, denunciará ni retirará a EE UU del Tratado del Atlántico Norte, firmado en Washington DC el 4 de abril de 1949, excepto por y con el asesoramiento y consentimiento del Senado, siempre que dos tercios de los senadores presentes concurran o conforme a una ley del Congreso”.

Ese es el momento especialmente peligroso al que tendrá que hacer frente Europa: un eventual segundo mandato de Trump en el que retire la ayuda económica y militar a Ucrania, reestablezca relaciones con Putin y suscite dudas sobre su compromiso en la defensa de sus aliados europeos. Si ese momento llega, la UE necesita estar sólidamente unida y tener claros sus objetivos respecto a Ucrania y en política exterior. Necesita tener una estructura económica común que le permita afrontar los enormes gastos que tendrá que asumir. Nada de eso parece factible si en ese momento el Parlamento y la Comisión están en manos de conservadores aliados con la extrema derecha. No porque los conservadores sean euroescépticos, sino porque la extrema derecha sí lo es, aunque haya cambiado aparentemente su mensaje, y no cejará de luchar por debilitar la Unión.

De todo eso es de lo que ha venido hablando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante los seis meses de presidencia española. De esto es de lo que intentó hablar en su primera intervención en el Parlamento, el pasado miércoles. Pero no fue posible porque Manfred Weber, como portavoz del PPE, a petición de Núñez Feijóo, centró todo el debate en la ley de amnistía (habría que recordar que si Carles Puigdemont estaba allí sentado fue porque jueces europeos, seguramente conservadores, negaron la euroorden que pedía la justicia española). Faltan pocos meses para las elecciones, el 6 de junio próximo, y la campaña ya ha empezado. Lo que se va a decidir es más importante que la amnistía española: se va a decidir si el futuro de Europa es Orbán y Weber o lo que representan la democratacristiana Ursula von der Leyen y el socialdemócrata Pedro Sánchez.

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