Cameron, antídoto contra el ‘Brexit’
Solo una victoria del laborista Miliband podía haber cuestionado el referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la UE
La inesperada mayoría absoluta tory ha sido recibida en el continente como un paso hacia la salida de Reino Unido de la UE. Es lo contrario. David Cameron, atenazado en la anterior legislatura por la presión al alimón del UKIP y el ala antieuropea de su partido, se vio arrastrado entonces a acentuar su euroescepticismo. Esa presión ha caído ahora en picado.
Hoy es dueño y señor de los tories porque puede exhibir la mayoría absoluta que esperaban en 2010. Y el UKIP ha perdido gran parte de su capacidad de presión. No solo no ha sido elegido su líder y hombre orquesta, Nigel Farage, sino que ha visto erosionada su base electoral: se ha acercado a los cuatro millones de votos, pero ha perdido medio millón respecto a las europeas de 2014, cuando ganaba concejalías y arrasaba cubriendo vacantes en los Comunes. No es que el UKIP ya no pinte nada, pero pinta menos. Su gran logro es haber forzado la convocatoria del referéndum sobre la UE.
Porque ese referéndum, aunque patrocinado solo por los tories, es inevitable desde hace ya tiempo. Solo una victoria aplastante del laborista Ed Miliband podía haberlo cuestionado, pero ese era un escenario imposible. Y una victoria a medias les habría dejado en manos de otros partidos y en especial de los independentistas escoceses del SNP. Eso habría exacerbado el antieuropeísmo entre los conservadores.
La alternativa, una corta victoria tory, habría dejado a Cameron rehén de esos mismos euroescépticos. En cambio, ahora puede pilotar a su gusto la nave conservadora, buscar un acuerdo decente con Europa que le permita convocar el referéndum con algún as en la mano, y ganarlo. Depende de que él mismo tenga la sensatez de no pedir la luna.
La aplastante victoria del SNP en Escocia también apuntala la permanencia británica: si Reino Unido se marchara, el SNP convocaría un segundo referéndum de independencia. Y esta vez lo podría ganar. En esas circunstancias, lo más natural es que los ingleses ratifiquen su permanencia en la UE por las mismas razones por las que los escoceses rechazaron la independencia: el corazón les pide irse, pero la cabeza les pide quedarse. El Brexit ya no depende de Nigel Farage, sino de lo que haga David Cameron.
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