_
_
_
_

Kaczynski: el gemelo ya no está solo

El líder del partido ultraconservador polaco vuelve con fuerza gracias a su victoria electoral

Kaczynski, felicitado ayer por la hija de su hermano fallecido.
Kaczynski, felicitado ayer por la hija de su hermano fallecido.P. K. (REUTERS)

Cada día llegaba al hospital y en una sala contigua se cambiaba el traje negro y la corbata de luto por una gris o azul. Luego entraba en la habitación donde su madre se recuperaba de una afección pulmonar. Le entregaba un ejemplar del diario conservador Rzeczpospolita y repasaban en él los viajes de su hermano por América Latina. Siguieron con la misma rutina hasta que la mujer se recuperó, volvieron a la casa en la que vivían juntos y, cuando la encontró fuerte de nuevo, Jaroslaw Kaczynski le explicó al fin que su hermano Lech, el presidente del país, había muerto en un accidente de avión, nunca llegó a América Latina y los ejemplares del diario eran falsificaciones.

La anécdota que cuenta el periodista Michal Krzymowski en su biografía sobre Jaroslaw Kaczinsky -por 45 minutos el mayor de los gemelos más influyentes de la historia de Polonia- impactó incluso a los más acostumbrados a la sangre fría y la devoción familiar del presidente del partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS), ganador de las elecciones polacas del domingo.

Más información
Perfil | Beata Szydlo, la cara amable de los conservadores
El laboratorio ideológico del PiS
A Polonia no le basta el crecimiento

Desde que su hermano Lech se casó y hasta la muerte de su madre en 2013, Kaczynski (Varsovia, 1949) vivió con ella y su gato. No tiene cuentas bancarias, nunca se le ha conocido pareja. La emisora ultracatólica Radio Maryja es su favorita. Cree firmemente en las conspiraciones contra su persona y su país. Sus relaciones con Lech Walesa, el héroe de la Polonia democrática, son frías desde que éste hizo una broma sobre un gemelo homosexual. Todas estas características hacen de él un personaje fácilmente parodiable.

Pero esos aspectos de una vida extravagantes para un político en que insisten los medios de comunicación más cercanos a las posiciones de su partido rival, la derecha liberal de la Plataforma Cívica (derrotada en las elecciones de ayer), no invalidan el discurso que desarrollan en privado hasta quienes aborrecen sus ideas. Kaczynski es una máquina política, con gran capacidad para crear adhesiones, visión estratégica y un proyecto sólido de país, por mucho que éste pueda desagradar. “Para bien o para mal, es lo más cercano a un De Gaulle que hemos tenido en Polonia en muchos años”, reconoce un periodista crítico.

Abogados los dos, los Kaczynski se iniciaron en política en el sindicato anticomunista Solidaridad en 1980. Después del fin de la dictadura, crearon un partido cristiano que sería el germen del PiS. Con su hermano formaba una dupla mortal. En público se prodigaban poco juntos, pero en privado no se separaban. De niños protagonizaron una famosa película infantil: Los dos que robaron la luna. Lech tenía más don de gentes y le gustaba la exposición pública (fue alcalde de Varsovia antes que presidente) y a Jaroslaw, muy retraído, siempre se lo consideró el encargado de poner las zancadillas necesarias para que su hermano llegara el primero a meta. Él también se ocupó de fijar las líneas maestras del partido: primero la familia, después Polonia y luego, quizá el resto. El credo lleva convenciendo durante décadas a la parte más pobre y rural del país, asustada por la influencia liberal europea, que se asocia con el fin del catolicismo, la homosexualidad y el aborto. Con su victoria electoral, el PiS demuestra que la fórmula también ha encontrado importantes adhesiones en la Polonia urbana y moderna.

Su corta etapa como primer ministro fue controvertida. Primero porque aseguró que Polonia no tendría a dos gemelos como presidente y primer ministro, por lo que cedió su puesto como líder en las listas electorales a Kazimierz Marcinkiewicz, al que nueve meses después de ganar las elecciones relevó para que Polonia tuviera de primer ministro y presidente a dos gemelos. Después porque se embarcó en recurrentes guerras con Berlín y Moscú, en Europa cambió la imagen de la moderna Polonia por la de una nación ultraconservadora, fomentó un clima divisivo en el país, hizo saltar por los aíres la coalición de Gobierno e impulsó un programa de depuración para que miles de profesionales aclarasen sus lazos con el régimen comunista.

La obsesión de Smolensk

Con la victoria de su candidata ayer, Beata Szydlo, Kaczynski se anota una victoria simbólica sobre su último gran rival, el liberal Donald Tusk, que le apartó del puesto de primer ministro y marcó el paso del país durante una década, hasta que en 2014 se trasladó como presidente del Consejo de Europa dejando el Gobierno a Ewa Kopacz, la candidata derrotada ayer.

Kaczynski considera que con Tusk tiene una cuenta personal. El accidente en que murió su hermano Lech junto a un centenar de políticos polacos en un avión fue en abril de 2010 en Smolensk (Rusia). Jaroslaw asegura que el Gobierno de Moscú tuvo algo que ver y que el Ejecutivo de Tusk no ha querido investigarlo. Kaczynski culpa a Tusk de conspirar contra él y los intereses de Polonia. Y por si no parece suficiente, en las desgarradoras elecciones presidenciales que siguieron al accidente de Smolensk, Jaroslaw perdió ante Bronislaw Komorowski, del partido de Tusk.

La insistencia en el recuerdo de su hermano, ahora también de su madre, y en que Polonia debe de recuperar su grandeza apoyándose en ejemplos de renacer nacional como el del controvertido primer ministro húngaro, Viktor Orbán, se han convertido en una losa para la imagen del PiS. Ewa Kopacz basó su campaña en denigrar a Kaczynski. “Nosotros, la Plataforma Cívica, estamos para construir un dique que detenga a los que quieren convertir Polonia en un museo del fanatismo dentro de Europa”. Pero Kaczynski no es un loco ni su proyecto un chiste. Es un profundo conocedor de la historia, amigo de los conceptos sesudos y que, en uno de los dilemas tradicionales del país, opta por el modelo nacionalista excluyente de Roman Dmowski (1864-1939), partidario de que el único polaco es el étnicamente polaco, por oposición a la otra gran escuela nacionalista, la de Józef Pilsudski (1867-1935), defensora de una Gran Polonia que acoja en una coalición a los países bálticos y los que quedan al sur del país hasta el Mediterráneo.

Como prueba de lucidez, su capacidad de análisis crítico le ha convencido de que debía mantenerse en segundo plano durante la campaña visto que su imagen no podía ganar ya ningún comicio. Los medios de comunicación debaten desde hace meses si Beata Szydlo será una marioneta en sus manos o la política tiene el fuerte carácter que afirma. En público ella no ha dejado de darle las gracias por su confianza e inspiración, consciente de que Kaczynski aprecia por encima de todo la lealtad, pero los colaboradores de la primera ministra aseguran que tendrá gran libertad para decidir en los temas prácticos, sobre todo en la vital programación económica -mucho más liberal que el discurso estatalizador del PiS, aseguran-, porque la gestión diaria es algo que no interesa a Jaroslaw. Según ese esquema, el plan sería revalidar la dupla que tan bien le funcionó con Lech: una pata dedicada la política de calle, otra al gran proyecto ideológico subyacente.

Para quienes busquen pistas, el encargado de dar el primer discurso en la sede del PiS tras conocerse la victoria fue Kaczynski y no la ganadora. Durante la campaña apenas se le había visto, aunque sus apariciones fueron sonadas cargas de profundidad, como una alocución parlamentaria muy aplaudida en la que anunció que negará la entrada a los 7.000 refugiados sirios que el Gobierno liberal se ha comprometido a acoger. El domingo, entre la euforia de sus seguidores, las palabras inaugurales de Kaczynski fueron: “Quiero dedicar esta victoria a nuestros compañeros fallecidos en el accidente aéreo de Smolensk”. Prometió que “no habrá venganzas”, pero sí justicia; sólo minutos después, citó a Szydlo, que subió al estrado para el segundo discurso.

Dicen que los gemelos tiene un vínculo que no se rompe. Jaroslaw lleva años sin que apenas se le vea sonreír en público y sigue vistiendo de negro. Ayer en el estrado su felicidad parecía muy comedida. Su mirada permanecía reconcentrada en el interior.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_