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Toda la región salvo Israel se opone al referéndum kurdo

Irán y Turquía se coordinan con Irak para tomar medidas concertadas si se lleva a cabo la consulta

Ángeles Espinosa
Una kurda se saca un selfie en un mitin en Erbil este viernes.
Una kurda se saca un selfie en un mitin en Erbil este viernes.GAILAN HAJI (EFE)

El referéndum de independencia que el Gobierno del Kurdistán iraquí ha convocado para el próximo lunes ha suscitado el rechazo de todos sus vecinos, Estados Unidos, Naciones Unidas y, finalmente, también Rusia. A pesar de sus diferencias, comparten el temor a que desencadene la partición de Irak y agrave las tensiones étnicas y sectarias en la región. Irán ha amenazado con cerrar su frontera y Turquía estudia sanciones comerciales e incluso medidas militares. La consulta, que sólo cuenta con el respaldo explícito de Israel, pone del mismo lado a EE. UU. e Irán, aunque sus motivos sean muy distintos.

Altos funcionarios iraníes y estadounidenses han pasado la semana viajando entre Bagdad, Erbil y Suleimaniya para tratar de convencer tanto a los dirigentes kurdos como al Gobierno central de que lleguen a un compromiso. Del lado norteamericano, Brett McGurk, enviado especial para la lucha contra el Estado Islámico (ISIS), ha intentado que los partidos kurdos se pusieran de acuerdo para, a través del Parlamento regional, pedir al presidente Masud Barzani que retrase el voto hasta después de las elecciones de 2018. Esa fórmula permitiría que el veterano líder salvara la cara, a la vez que evitaría poner contra las cuerdas a las autoridades federales.

El Gobierno iraquí no ha dejado de repetir que el referéndum viola la Constitución, cuyo artículo primero establece “la unidad de Irak”. De ahí que el primer ministro, Haider al Abadi, recurriera al Tribunal Supremo que ha ordenado la suspensión de la consulta para estudiar las alegaciones. El problema es que Al Abadi no cuenta con potestad real dentro del Kurdistán, dado que la región autónoma dispone de sus propias fuerzas armadas y sistema legal independiente. La situación se complica en las llamadas zonas en disputa, como Kirkuk, Sinjar o Makhmur, donde junto a los Peshmerga kurdos sigue presente la policía federal.

Fuentes kurdas han filtrado la visita este mismo viernes del influyente general iraní Qasem Soleimani para una última reunión con los responsables regionales, que muchos ven como la advertencia final. A nadie se le escapa el ascendiente de Irán sobre las Unidades de Movilización Popular, las milicias eminentemente chiíes resurgidas tras la expansión del ISIS en 2014 y cuyos líderes no han ocultado su disposición a enfrentarse a las fuerzas kurdas para defender el territorio iraquí. Teherán ya avisó a Erbil el pasado domingo de que cerrará su frontera con Kurdistán si se separa de Irak, una escalada de la retórica tras el anuncio del referéndum de independencia.

Los motivos de Irán y de EE. UU. para oponerse a la consulta kurda no pueden ser más distintos. Los dirigentes iraníes ven el plebiscito como un compló de Washington y Tel Aviv para agravar la inestabilidad en la zona y extender la inseguridad a su país influyendo sobre sus entre 7 y 8 millones de kurdos. EE. UU., por su parte, teme que el voto debilite a Al Abadi ante las elecciones del año que viene, lo que reforzaría a Irán y sus aliados.

La situación de Turquía es más compleja. Aunque siempre se ha opuesto a la independencia, mantiene una estrecha relación comercial y política con Barzani y su Partido Demócrata de Kurdistán. Erbil, y en menor medida Suleimaniya, está llena de empresas turcas de todo tipo, desde muebles a construcción. El petróleo kurdo, así como la mayoría del que se extrae de la disputada provincia de Kirkuk, se exporta a través del puerto turco de Ceyhan. De ahí que su reacción inicial no fuera tan fuerte como la iraní.

Sin embargo, Ankara ya ha advertido de que la celebración del referéndum “tendrá consecuencias”. Entre las opciones que los dirigentes turcos estudiaban este viernes para caso de que el plan siga adelante, se incluyen, según la prensa turca, acciones militares y sanciones comerciales, incluida la posibilidad de cerrar el espacio aéreo al Gobierno regional kurdo, ralentizar sus exportaciones de petróleo y poner bajo la lupa las empresas de Barzani en Turquía.

Los ministros de Exteriores de Irak, Irán y Turquía han aprovechado la Asamblea General de la ONU para abordar el desafío kurdo. Tras su reunión subrayaron su oposición inequívoca a la consulta y anunciaron contramedidas coordenadas. También Arabia Saudí ha apelado a “la sabiduría y experiencia” de Barzani para que renuncie al plebiscito y evite “nuevas crisis”.

Sólo Israel ha respaldado la decisión kurda. “Israel apoya los esfuerzos legítimos del pueblo kurdo para alcanzar su propio Estado”, ha declarado el primer ministro israelí, Benajamin Netanyahu, convirtiéndose en el único jefe de Gobierno que lo hace.

El gesto tiene mucho de ayudar a los enemigos de mi enemigo. Israelíes y kurdos están enfrentados a los árabes. Además, los kurdos han plantado cara a los islamistas violentos del ISIS y suponen un colchón frente a Irán, convertido en archienemigo de Israel desde la revolución de 1979. Pero hay también una historia de relaciones entre ambos pueblos que precede a los sucesos más recientes. Los kurdos ayudaron a huir de Irak a los judíos iraquíes cuando, tras la llegada al poder del partido Baaz en 1968, empezaron a ser víctimas de acoso en las ciudades donde vivían. Incluso desde antes, Israel ha mantenido con los kurdos una discreta relación militar, comercial y de espionaje.

Rusia, por su parte, ha mantenido silencio hasta este viernes. En una llamada a su homólogo iraquí, el ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, ha reafirmado su apoyo a “la unidad, soberanía e integridad territorial de Irak”, poniendo fin a las especulaciones. Moscú se ha convertido a través de sus inversiones petroleras en la principal fuente de financiación de los kurdos iraquíes, cuyas aspiraciones a un Estado propio también reconoce.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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