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Los controles fronterizos dentro de Schengen se perpetúan a pesar de las quejas de Bruselas

El núcleo central de Europa, con Alemania y Francia a la cabeza, prolongan seis meses el blindaje de fronteras por desconfianza hacia los países de la periferia

Un policía bávaro detiene un vehículo en la frontera entre Alemania y Austria, el pasado agosto
Un policía bávaro detiene un vehículo en la frontera entre Alemania y Austria, el pasado agosto Sachelle Babbar (Cordon Press)

Los controles fronterizos entre países europeos introducidos de manera temporal a raíz de la crisis de refugiados en 2015 expiraron este domingo , pero su vigencia se va a prorrogar al menos otros seis meses. La amenaza terrorista y, sobre todo, la desconfianza de los países del centro de Europa hacia los socios que controlan la frontera exterior de la zona Schengen (como Grecia, Italia o España) amenazan con perpetuar unos candados que convierten en papel mojado los acuerdos sobre el espacio libre de fronteras que entraron en vigor en 1995.

Alemania, Austria, Dinamarca, Suecia y Noruega, cuyos controles expiraban el 11 de noviembre, ya han comunicado por escrito al Consejo Europeo su firme intención de mantener el candado al menos hasta mayo de 2019. A ellos se une Francia, que en octubre comunicó la prolongación de los controles hasta el próximo mes de abril.

La Comisión Europea no oculta su malestar por este resquebrajamiento de la zona Schengen, considerada, junto a la moneda única, como uno de los logros más tangibles e importantes en los 60 años de integración del continente. "Un paso atrás para Europa", ha definido el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, la continua prórroga de los controles desde hace tres años.

El organismo comunitario mantiene la presión sobre los seis países blindados para que sustituyan la petición sistemática de documentación en las fronteras por otras medidas de vigilancia y cooperación policial menos intrusivas pero igual de eficaces.

Pero las cartas de renovación de los controles dejan claro que ninguno de los seis socios ve posibilidad a corto plazo de levantar las barreras. Y las misivas son todo un alegato de quejas y reproches contra los países de la periferia encargados, por su situación geográfica, de evitar la porosidad del perímetro fronterizo de Schengen.

Las acusaciones van desde falta de control para evitar los movimientos secundarios (es decir, cuando los emigrantes entran irregularmente por un país periférico de la UE y siguen camino sin ser controlados) hasta la constancia de un incremento sustancial en el uso de documentación falsificada que pasa desapercibida en las fronteras exteriores (en Bulgaria, país no Schengen, se acaba de descubrir una red de funcionarios que vendían pasaportes con acceso a la UE por 5.000 euros).

La amenaza yihadista, sobre todo en Francia, también es esgrimida como motivo para no permitir la libre circulación sin trabas. Pero en ciertos casos, como Austria, los países del centro de Europa también reconocen que la supresión temporal de Schengen es tan solo una estrategia para garantizarse la posibilidad de devolver a los emigrantes irregulares que lleguen desde el país vecino. Tras el fracaso de la regulación de esas devoluciones (conocida como Dublín II), que preveía la devolución con acuerdo mutuo, los países del interior prefieren cerrar las fronteras y forzar el retorno al socio por el que ha pasado el inmigrante.

El ministro alemán de Interior, Horst Seehofer, recuerda en su carta que solo en agosto de este año los controles en la frontera con Austria evitaron a entrada en Alemania de más de 550 personas que circulaban por Europa de manera irregular. El inevitable efecto dominó lleva a Austria a prolongar sus controles con Hungría y Eslovenia.

En el extremo norte del continente, se teme la infiltración de terroristas islamistas, por lo que mantendrán los controles, sobre todo en las conexiones por barco hacia Alemania. "En ciertos casos en Europa, los ataques terroristas se planean en un país y se ejecutan en otro", justifica la carta del ministerio danés de Inmigración que anuncia la prolongación de los controles con Alemania.

Los seis países manifiestan su intención de aplicar los controles sin entorpecer, siempre que sea posible la fluidez del tráfico transfronterizo. Y se muestran dispuestos a levantarlos tan pronto como mejore la situación porque se declaran fervorosos partidarios de preservar la integridad de la zona Schengen. Pero de momento, lo que empezó en 2015 como una decisión puntual cumplirá en la primavera de 2019 cuatro años. Y Bruselas teme que sean solo los primeros cuatro.

Una excepción convertida en regla

El código fronterizo de Schengen permite, como medida de último recurso la reintroducción de controles en momentos puntuales, por razones de seguridad interna. Esa posibilidad se había utilizado entre 2006 y 2014 en 35 ocasiones, casi siempre por un plazo muy limitado (de unos días) y por acontecimientos concretos como cumbres internacionales, grandes manifestaciones, actos multitudinarios o competiciones deportivas.

Pero desde 2015, la excepción (recogida en el artículo 25 del Código) se ha esgrimido ya 66 ocasiones y en algunos países se aplica manera concatenada cada seis meses.

Alemania fue el primer país que introdujo los controles a raíz de la crisis de refugiados en 2015. Después se invocó otro artículo del Código (el 29) para permitir que los controles se extendieran a Austria, Dinamarca, Noruega y Suecia como consecuencia de las deficiencias detectadas en la vigilancia de fronteras en Grecia. Y a partir de ahí los socios del centro y norte de Europa han recurrido a ambos artículos para perpetuar el blindaje, entre los lamentos de la Comisión Europea y las dudas de algunos analistas sobre la legalidad de las tácticas utilizadas para justificar la disolución de facto de la zona Schengen.

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