El Parlamento avanza para obligar a May a pedir una prórroga del Brexit
El líder de la oposición y la primera ministra consideran "constructivo" su primer encuentro para desbloquear el acuerdo de salida
El Parlamento británico ha dado este miércoles un paso para obligar a Theresa May a pedir a Bruselas una prórroga para que el Reino Unido abandone la Unión Europea, lo que permitiría ganar tiempo para pactar un acuerdo de salida con mayoría suficiente en la Cámara. La votación final en la Cámara de los Comunes salió adelante por un solo voto, con 313 diputados a favor y 312 en contra. La moción, liderada por la laborista Yvette Cooper y el conservador Oliver Letwin, irá ahora a la Cámara Alta, la de los Lores. El texto obliga al Gobierno a solicitar a Bruselas más tiempo e impone la prohibición de que el país pueda abandonar las instituciones comunitarias, bajo ninguna circunstancia, sin un acuerdo.
El primer encuentro para intentar romper el bloqueo en torno al Brexit entre la primera ministra británica, Theresa May, y el líder de la oposición, Jeremy Corbyn, se ha desarrollado de forma "constructiva" y ambas partes han mostrado "flexibilidad" en sus posiciones, según portavoces de Downing Street. Un comienzo esperanzador que se ha saldado con la fijación de un calendario de trabajo pero quizás escaso en avances dada la premura de tiempo para intentar pactar una posición común y ante las profundas presiones que sufren desde sus respectivos partidos. De hecho, al terminar el encuentro el propio Corbyn ha admitido que la reunión ha sido "útil" pero que "no ha habido tantos cambios como yo esperaba".
Theresa May y Jeremy Corbyn tienen motivos para consolarse mutuamente. Si la primera ministra del Reino Unido ha desatado la furia de los euroescépticos de su partido al tender la mano al líder de la oposición para evitar un Brexit salvaje, el laborista ha sufrido este miércoles, en las horas previas a la primera reunión de ambos, las presiones de gran parte de su partido. Le reclaman el segundo referéndum al que se comprometió, y le advierten de que no consentirán que la izquierda acabe siendo el instrumento que facilite una salida a May.
Keir Starmer, el portavoz laborista para el Brexit, ha acompañado a Corbyn al encuentro. Desde el congreso de Liverpool, el pasado septiembre, en el que logró que la opción de una segunda consulta a la ciudadanía fuera incorporada a la estrategia oficial del partido, Starmer ha liderado la presión interna para que el compromiso se hiciera realidad. “En esta fase final del proceso, está claro que cualquier acuerdo del Brexit que sea respaldado por este Parlamento necesitará una aprobación democrática posterior”, advertía a primera hora de la mañana en la Cámara de los Comunes. No fue el único en imponer condiciones a Corbyn. El diputado Owen Smith, quien en su día se enfrentó a él por el liderazgo del laborismo, también aprovechó su intervención en la sesión de control de Westminster para exigir al candidato de su partido que utilizara las conversaciones con la primera ministra para asegurar un referéndum.
Corbyn evitó entrar en la refriega, y utilizó su intervención para demostrar el sentido de Estado del que muchos conservadores le reprochan carecer. “Agradezco la oferta de diálogo de la primera ministra, que surge despúes de todas las conversaciones que ha mantenido con muchos diputados de esta Cámara. Y doy la bienvenida a su voluntad de comprometerse para resolver el bloqueo del Brexit”, dijo.
La tarea de responder a la revuelta en ciernes de sus compañeros de filas la dejó en manos de Rebecca Long-Bailey, la portavoz del partido para asuntos empresariales. “Si logramos exactamente nuestro propósito -un acuerdo bueno y sólido-, me costaría encontrar un motivo para someter ese acuerdo a otra consulta de la ciudadanía”, dijo en la BBC.
Theresa May se esfuerza en las últimas horas por reafirmar la sinceridad de su último movimiento, y despejar así las dudas legítimas de laboristas, nacionalistas escoceses y galeses y hasta conservadores moderados, que sospechan que su propósito oculto es el de compartir culpa y responsabilidad con Corbyn si el Reino Unido acaba siendo incapaz de solucionar el problema y se ve abocado a un Brexit salvaje el próximo 12 de abril. “Lo hago desde un espíritu constructivo, porque quiero encontrar una solución a este problema”, aseguró ayer May, a preguntas del diputado independiente Nick Boles. La primera ministra decidió el martes por la noche, después de su anuncio, ampliar el perímetro de sus conversaciones para incluir a la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, y al de Gales, Mark Drakeford. Ambos han expresado sus serios temores a una salida abrupta de la UE, por las duras consecuencias económicas que acarrearía, según todos los pronósticos.
Precisamente el secretario de Estado para Gales del Gobierno de May, Nigel Adams, fue ayer el primero miembro del Ejecutivo que anunció su dimisión al conocer el propósito de la primera ministra de intentar alcanzar un acuerdo con el líder laborista. “Al parecer, usted y su Gabinete han decidido que un acuerdo, cocinado en colaboración con un marxista que en toda su vida política no ha puesto nunca por delante los intereses de la ciudadanía británica, es mejor que salir de la UE sin acuerdo”, escribió Adams a May en su carta de renuncia al cargo. Términos duros en un ambiente de tensión, pero acogidos con cierta dosis de escepticismo por Downing Street. No se trata de un político de primera fila ni se ha dejado notar en los últimos años por su tendencia euroescéptica, y su abandono parece más bien responder al miedo de que los electores de su circunscripción, mayoritariamente favorables al Brexit, le den la espalda. A Adams se ha sumado en las últimas horas otro cargo menor del Ejecutivo, Chris Heaton-Harris. "No puedo apoyar de ninguna manera una extensión del artículo 50", declaraba.
En su goteo de renuncias constantes, la primera ministra dio este miércoles también la impresión de haber tirado la toalla en el empeño de evitar que el Reino Unido participe en las elecciones al Parlamento Europeo de Mayo, si así lo acaba imponiendo la UE a cambio de aceptar la prórroga. Ante la insistencia de los diputados, May se resistía a descartar esa posibilidad. Dos días antes, su ministro para la Presidencia, David Liddington, había dado instrucciones a la Comisión Electoral para que iniciara los preparativos necesarios para la participación en unos nuevos comicios europeos.
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