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“Ya no es relevante hablar de Brexit duro o blando. El juego ha acabado”

El exministro, referencia para los conservadores moderados del Reino Unido, opina que hay que “pasar página" tras la victoria de Johnson

Rafa de Miguel
Philip Hammond, en Londres.
Philip Hammond, en Londres.Rafa de Miguel

Philip Hammond (Epping, Reino Unido, 64 años) no se ha caído del caballo camino de Damasco ni cree que la victoria de Boris Johnson solucione como un bálsamo la crisis que sufre el Reino Unido. Pero el exministro de Economía, cuya rebelión en contra de la posibilidad de un Brexit sin acuerdo le costó la expulsión del grupo parlamentario conservador, atisba cierta esperanza en los primeros gestos del primer ministro. Ha decidido permanecer activo políticamente, aunque sea desde la segunda línea, para que el nuevo Partido Conservador retenga una voz crítica. Este martes dialogó con un grupo de corresponsales europeos de la alianza LENA, de la que forma parte este diario.

Pregunta. ¿Cómo interpreta la decisión de impedir por ley que el Brexit se prorrogue más?

Respuesta. Johnson lo dijo ya en campaña y formaba parte del programa electoral. Convertir en ley ese compromiso es más un gesto simbólico que una decisión práctica, porque ya tiene una mayoría abrumadora en la Cámara de los Comunes.

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P. ¿Se acabaron las maniobras parlamentarias para forzar un Brexit blando?

R. Ese juego ha terminado. La idea de un Brexit duro o blando ya no es relevante. Saldremos de la UE el 31 de enero. Cuando el Gobierno tiene una mayoría como la actual, el Parlamento es irrelevante. La labor del speaker (presidente de la Cámara) es irrelevante. Un Gobierno mayoritario puede decidirlo todo. Dispone de una dictadura parlamentaria. Las decisiones se tomarán a partir de ahora en Downing Street.

P. ¿Eso representa el fin del bloqueo político que ha ahogado al Reino Unido?

R. A partir de este momento la cuestión va a ser qué relación futura queremos con la UE. Y en ese proceso, seguir enredados en torno a qué tipo de Brexit queremos solo complica las cosas. Es una realidad. Hay que pasar página. Todos los que se mostraban angustiados con este asunto se pueden relajar. La temperatura se rebaja. El globo se desinfla. La siguiente fase va a ser mucho más aburrida, en torno a asuntos muy técnicos.

P. ¿Pero va a dar tiempo a cerrar un nuevo acuerdo con la UE en el periodo de transición?

R. No, no va a ser posible. Quizá lo necesario sea dejar de pensar en un único acuerdo amplio y completo y pensar en una serie de acuerdos. Lo mejor será alcanzar un primer acuerdo simple, no tan ambicioso, y dejar las cuestiones complicadas para negociaciones futuras. Debemos pensar en un proceso en varias fases. Quizá tres rondas en un periodo de 6 ó 7 años, o algo similar.

P. ¿Y la UE aceptará eso?

R. Creo que las dinámicas han cambiado ligeramente en los últimos tres años. Después del referéndum de 2016, la UE estaba realmente paranoica con la idea de que el Reino Unido iba a ser el primero de una larga fila de socios que querrían marcharse. Detrás vendrían Hungría, Polonia, incluso Italia u Holanda. Todo eso no ha ocurrido y no va a ocurrir. El flanco político de la UE es ahora mucho más seguro, pero el lado económico está peor. Hace tres años cualquier capital europea habría pronosticado una UE más fuerte que el Reino Unido. La realidad es que no les ha ido bien a ninguno. La conclusión, creo, es que la UE debe estar un poco más dispuesta a asumir riesgos políticos para proteger sus intereses económicos.

P. Y eso se consigue cediendo ante el Reino Unido...

R. Es un hecho irrefutable que el 31 de diciembre de 2020 [el fin del periodo de transición] nuestros sistemas regulatorios ya estarán muy alineados de facto. No solo en materia de bienes. Eso es lo más fácil. Ocurrirá también en lo que llamamos “equilibrio intersectorial de las reglas del juego”. Todas las normas laborales, medioambientales, de protección del consumidor o de control de impuestos ya están alineadas. En esas circunstancias, me parece bastante fácil alcanzar un acuerdo de libre comercio. La cuestión no debe ser ideológica, sino práctica. ¿Está la otra parte haciendo algún cambio en sus reglas que le otorgue una ventaja injusta? La banca británica tiene reglas más severas en materia de provisión de fondos y no he oído a nadie en la UE clamar para acabar con esa desventaja. Esa es la clave, más que un compromiso a largo plazo. Si las reglas del juego comienzan a divergir, te reservas el derecho a responder.

P. ¿Cuándo cambió todo?

R. Creo que Berlín decidió hace ya seis o nueve meses que el objetivo de detener el Brexit no era una buena idea. Durante un tiempo tuvimos a mucha gente en París o Berlín convencida de que merecía la pena apostar por un segundo referéndum. De repente, empecé a escuchar que ya no estaban tan seguros. Se acabó forjando un consenso en torno a la necesidad de poner un punto final y comenzar a trabajar en una futura relación comercial sensata.

P. No se fía mucho el resto de Europa de un Johnson tan entregado al populismo.

R. Por supuesto que Johnson es un populista, pero no tan malo como Donald Trump. Un político que usa tácticas populistas para alcanzar el poder pero utiliza luego ese poder para desarrollar políticas sólidas es muy diferente del que solo quiere el poder para lanzar una agenda populista. El electorado no es tonto y, si no tiene trabajo, no le convencerá toda la retórica populista.

P. ¿Y por qué parece haberse rodeado del ala más dura?

R. Johnson es un social liberal y un intervencionista. Propone que el Estado haga algo para solucionar la desigualdad entre el norte y el sur de Inglaterra. Su discurso, hasta la fecha, se ha centrado en mejorar las condiciones de vida de los votantes del norte que han dejado de votar al laborismo y le han dado una oportunidad. Con más inversión en educación o en infraestructuras. De momento, para mí esto es un alivio, porque supondrá que los neoliberales no secuestrarán la agenda de este partido.

P. Y su primer problema va a ser el desafío que supone el independentismo escocés.

R. Pero ya ha sido muy claro al respecto. No permitirá un nuevo referéndum en Escocia, y por cierto, yo estoy completamente de acuerdo con él. Ya lo tuvimos, y acordamos que la decisión que se adoptara en 2014 sería para toda una generación. No necesitamos repetirlo. Lo que sí tenemos que hacer es atender las necesidades de la población escocesa. Y no está mal señalar que muchas de ellas tienen que ver con el modo en que el Gobierno autónomo ha gestionado los servicios públicos. Y que exista cuanto antes un acuerdo con la UE que asegure libertad de comercio, una condición absolutamente fundamental para la economía escocesa.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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