Las críticas por la gestión de la retirada de Afganistán acorralan al presidente Biden
Varios demócratas anuncian investigaciones para determinar los fallos mientras los republicanos aspiran a beneficiarse en las elecciones de medio mandato de 2022
Una semana después de la caída de Kabul, los republicanos velan armas ante las elecciones de mitad de mandato, para las que falta poco más de un año, mientras los demócratas intentan taponar la herida que en el fulgurante arranque del mandato de Joe Biden ha provocado el caos de Afganistán. Las críticas menudean a uno y otro lado -de manera notoria entre las filas demócratas-, pero lo que para unos es munición, para otros es un purgante que conviene apurar cuanto antes. Las críticas llegadas del extranjero tampoco ayudan a la Administración demócrata -las descalificaciones de la gestión de Biden formuladas esta semana en el Parlamento británico, por ejemplo-, pero la principal batalla, política y de imagen, se libra en casa.
Tres de los demócratas con más poder en el Senado han pedido explicaciones a Biden, al tiempo que anunciaban investigaciones para averiguar qué se ha hecho mal en la cada vez más convulsa evacuación de estadounidenses y afganos del país centroasiático. Se trata de los presidentes del comité de Exteriores, Bob Menendez; de Inteligencia, Mark Warner, y de las Fuerzas Armadas, Jack Reed. Menendez, conocido por su independencia de criterio, dijo sentirse decepcionado al contemplar el pandemónium afgano y anunció una audiencia para evaluar los errores de la “fallida” negociación de Donald Trump con los talibanes, con los que llegó a un acuerdo en 2020 en Doha, así como la también “fallida” ejecución de la retirada por parte de la Administración de Biden.
Aunque pueda parecer una demostración de fuego amigo, el intento de Menendez no es sino un intento de taponar la vía de agua abierta en la presidencia de Biden -y por ende en su legado- por el fiasco afgano, una tarea a la que se aplican con denuedo los demócratas pese a la autocrítica. Sus colegas en los comités de Inteligencia y Fuerzas Armadas han prometido investigaciones similares, igual que otros correligionarios en la Cámara de Representantes. Solo pesos pesados del partido como Nancy Pelosi y Charles Schummer han cerrado filas con Biden, animando a sus bases a difundir el argumentario de la Casa Blanca. A saber: el amplio respaldo popular del que goza la retirada (siete de cada 10 estadounidenses, según el Chicago Council on Global Affairs). La mayoría de los votantes demócratas y republicanos considera que el rumbo de los acontecimientos demuestra la conveniencia de salir, según una encuesta de Reuters/Ipsos difundida el lunes que sin embargo también constata una caída del índice de popularidad de Biden de siete puntos, hasta el 46%. El nivel más bajo desde que asumió la presidencia.
Pero no solo se trata de averiguar qué salió o se hizo mal, sino de quién es la culpa. Medios estadounidenses apuntaban esta semana que ya ha empezado el baile de acusaciones entre los distintos departamentos implicados, Defensa contra Exteriores, Seguridad Nacional y las diversas agencias de inteligencia, o viceversa, todos contra todos. Un pimpampum de responsabilidades, más expuesto si cabe al ojo público a medida que se conocen nuevos -viejos, en realidad- informes de evaluación que pronosticaron hace años el desastre.
No pocos entre los aliados o las organizaciones humanitarias lamentan también la descalificación que Biden hizo el lunes de los afganos, a los que acusó de falta de voluntad para enfrentarse a los talibanes o de no querer marcharse del país cuando habrían podido hacerlo. “Ver [a Biden] cuestionar el coraje de hombres a cuyo lado hemos luchado, acusarles de haber huido, es vergonzoso. Los que nunca han luchado por los colores de su bandera deberían ser más cuidadosos a la hora de criticar a los que sí lo hicieron”, lamentó el miércoles en la sesión extraordinaria de la Cámara de los Comunes el conservador Tom Tugendhat, veterano de Afganistán.
El cuello de botella en la concesión de visados especiales a los antiguos colaboradores de las tropas de EE UU (SIV, en sus siglas inglesas) confirma según los críticos la falta de preparación ante un colapso anunciado. Entre las filas progresistas existe también inquietud por el abandono a su suerte de miles de afganas y por la incierta viabilidad de proyectos de cooperación -como los de educación o salud materno-infantil- que habían mejorado sus vidas.
Los republicanos están convencidos de que el fiasco afgano les dará votos en noviembre de 2022. “Esto se ha gestionado tan mal que un número considerable de votantes indecisos se dirá: ‘Mira, no me entusiasmaba cómo se hacían las cosas en Afganistán, pero esta no es forma de acabar, devolviéndole el país a los talibanes”, declaró esta semana a la agencia Reuters el estratega republicano Glen Bolger, que recordó una celebrada frase de Biden al comienzo de su mandato: “Dijo que los adultos vuelven a estar al cargo [del país], pero la verdad es que no parecen muy competentes”.
Este sábado, en un multitudinario mitin preelectoral en Alabama, el expresidente Donald Trump cargó contra Biden, del que dijo que había mostrado “debilidad en la Casa Blanca, [hasta el punto de que] Vietnam parece una lección magistral de estrategia en comparación con esta catástrofe”, recurriendo a un argumento, el de Vietnam, que la Administración demócrata rechaza de plano. “Esta pasará a la historia como una de las grandes derrotas militares de todos los tiempos y no tendría por qué haber sido así. No ha sido una retirada, sino una rendición absoluta y sin motivo alguno”, remachó el republicano.
Mientras, a pie de calle, los candidatos en áreas con altas concentraciones de militares están reformulando sus mensajes de cara a las elecciones intermedias de 2022, convencidos de que la apatía habitual de los estadounidenses hacia los asuntos de política exterior será esta vez menos acusada. El discurso, por parte de republicanos y demócratas, es claro: los candidatos no dejarán en la estacada a aquellos votantes que sirvieron en Afganistán, según el portal informativo The Hill. Los votos de militares han demostrado ser cruciales en Estados como Virginia, el 10% de cuyos residentes han servido en las Fuerzas Armadas, según la Oficina del Censo de EE UU. El Estado alberga 27 bases militares.
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