Más de una decena de muertos en Bagdad tras el asalto al Palacio Presidencial de los seguidores del clérigo chií Al Sadr
La misión de la ONU para Irak alerta de “una escalada peligrosa”, que pone en riesgo la supervivencia del Estado iraquí mientras que el líder religioso ha anunciado una huelga de hambre hasta que cese la violencia
Al menos 17 personas murieron este lunes durante las manifestaciones que fueron convocadas en Bagdad tras la retirada de la política del influyente clérigo chií Muqtada al Sadr. Además, más de una veintena han resultado heridas debido a “disparos y actos violentos”, según ha informado a la agencia Efe una fuente de seguridad; el periódico The New York Times eleva los heridos a un centenar y los atribuye al ataque de las fuerzas gubernamentales contra los manifestantes. Los seguidores del religioso han salido a la calle y asaltado el Palacio Presidencial en Bagdad al poco de que se anunciase la retirada del líder religioso. “Había decidido no intervenir en los asuntos políticos, pero ahora anuncio mi retirada definitiva”, desveló este lunes el clérigo, que también contó que cerrará todas las sedes de su movimiento, denominado Bloque Sadrista, que ha sido clave en la política del país. Horas después del anuncio, sus acólitos, que llevaban acampados desde hace un mes frente al Parlamento, entraron al Palacio Presidencial, en la denominada Zona Verde, donde se ubican las sedes del Gobierno y otras instituciones políticas iraquíes. La misión de la ONU para Irak ha descrito los incidentes como “una escalada peligrosa” y hecho un llamamiento a la calma y el apoyo a las fuerzas de seguridad: “La supervivencia del Estado [iraquí] está en juego”, ha alertado en un comunicado. A última hora del lunes, Al Sadr dijo que comenzaba una huelga de hambre hasta que cese la violencia.
“El Comando de Operaciones Conjuntas anuncia un toque de queda en la capital, Bagdad, que incluye a los vehículos y a todos los ciudadanos, a partir de las 15.30 [una hora más que en la España peninsular] de hoy, lunes”, han dicho las autoridades en un comunicado oficial. Poco después ―tras las primeras noticias de fallecidos y el contagio de las protestas a otras regiones―, la medida se ha extendido a todo el país. El primer ministro iraquí en funciones, Mustafa al Kazemi, ha anunciado, además, la suspensión de las sesiones del Ejecutivo “hasta nuevo aviso”. Desde las elecciones de octubre del año pasado, Irak está batiendo un nuevo récord de parálisis política, pues los partidos no han conseguido construir un Ejecutivo estable. Ese estancamiento tiene bloqueado al país; sin capacidad para adoptar las reformas estructurales que necesitaría.
El movimiento sadrista, bajo la coalición Sairún (Caminantes), ganó los comicios de octubre al obtener 73 de los 329 escaños de la cámara legislativa. Sus rivales de la coalición Al Fateh (Conquista), que agrupa a varios partidos proiraníes, se quedaron en 14, para decepción de sus milicias, que denunciaron un supuesto fraude. Los escaños sadristas no eran suficientes para gobernar sin contar con sus opositores, alineados mayoritariamente con Teherán.
El sadrismo se distingue de otros partidos y milicias chiíes por su desvinculación de Teherán, que en los últimos años ha ejercido cada vez más influencia en Irak. Al Sadr aboga también por la soberanía de su país y el patriotismo. Ante la imposibilidad de gobernar, en junio, el clérigo ordenó a los diputados de su formación que dimitieran en bloque. Ese movimiento allanó el camino para que la alianza más afín a Teherán pasara a ser la principal fuerza del hemiciclo. Lo que se interpretó como una retirada táctica: si sus rivales decidían nombrar un candidato sin consenso, podría movilizar a los suyos.
Al Sadr está al frente del único movimiento genuinamente popular surgido tras la invasión en 2003 de EE UU, cuyas tropas combatió. En sus propias palabras, su movimiento buscaba “reparar” la política del país: “Acercar a los políticos al pueblo para que sientan su sufrimiento”. En los comicios de 2014 y de 2018, las coaliciones políticas apadrinadas por el clérigo ―Al Ahrar y Sairún, respectivamente― obtuvieron suficientes escaños para darle al líder la posibilidad de influir en el Gobierno de Irak, sin participar directamente en el mismo. Así, el sadrismo, con gran apoyo entre el pueblo, pero no así entre la élite chií, ha controlado ministerios como el de Salud, Transporte o Infraestructura. Posiciones que han servido para consolidar su poder y expandir sus bases.
Ante la escalada violenta, el entorno de Al Sadr ha anunciado que el líder comenzaba una huelga de hambre. “Su Eminencia anuncia una huelga de hambre hasta que cese la violencia y el uso de las armas. Porque echar a los corruptos no da a nadie, sea quien sea, una justificación para la violencia”, publicó a última hora del lunes en redes sociales Hasán al Athari, que fue jefe del bloque sadrista en el Parlamento iraquí.
Las elecciones de octubre fueron las quintas desde la invasión estadounidense de 2003 y estuvieron marcadas por una apatía generalizada. La participación superó por poco el 40%. Su celebración se adelantó en respuesta a una ola de protestas sin precedentes, en octubre de 2019, que suponía una enmienda a la totalidad del régimen político, al que se atribuían la corrupción, la falta de trabajo, los servicios públicos deficientes y las injerencias extranjeras.
La misión de la ONU en Irak advirtió a principios de este mes de una posible escalada. Por eso, este lunes, tras el asalto, ha hecho un llamamiento a todos los actores políticos para “rebajar la tensión y restablecer el diálogo como único medio para resolver las diferencias”: “Hay que evitar que pueda desencadenarse una cadena de acontecimientos imparable”. EE UU también ha pedido diálogo. “Es preocupante que no se permita funcionar a las instituciones iraquíes. Esto ha aumentado el riesgo de violencia”, ha dicho el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, en una rueda de prensa telemática. También ha pedido que las protestas sean pacíficas: “La seguridad, la estabilidad y la soberanía no deben ponerse en peligro”.
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