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Una nueva batalla para los soldados de Ucrania: reintegrarse en la vida civil

Seis veteranos de guerra reflexionan sobre los problemas que cientos de miles de combatientes ucranios afrontarán cuando abandonen el frente

Yuri Danilenko Ucrania
Yuri Danilenko, presidente de la Asociación de Veteranos de Járkov.Cristian Segura
Cristian Segura

Stanislav era instalador de neveras, neones y otros elementos promocionales de Pepsi en bares y supermercados de Ucrania. Esto fue antes de que Rusia iniciara la invasión a gran escala contra su país en febrero de 2022. Se presentó para luchar y así lo hizo hasta que a principios de 2023, en la batalla de Soledar, en el este del país, fue gravemente herido. Su brazo es hoy un colgajo. No lo amputaron, pero ya no lo puede mover. Su torso y espalda están surcadas por las cicatrices de la metralla.

En un primer contacto con Stanislav, en noviembre de 2023, en un tren nocturno, el ahora exsoldado se desplazaba a Kiev para ser operado por tercera vez. Estaba borracho como una cuba. Durante la noche no pegó ojo, asaltado por las pesadillas y el insomnio. Fumaba sin cesar y le daba igual que estuviera prohibido hacerlo en el vagón. Nadie se lo recriminaba. Stanislav, de 34 años, vivía con su madre en un pueblo de la provincia de Zaporiyia. Ella llamaba a su móvil cada dos horas, preocupada. Cuando se levantó por la mañana, más sereno, admitió que no veía posible rehacer su vida, ni tener de nuevo un empleo: el subsidio por invalidez y su madre era lo único que le sostendrían.

Stanislav es una de las decenas de miles de soldados que han sido dados de baja del ejército en los más de dos años de guerra, la gran mayoría, lisiados. Oleg Gorobets, exmilitar, estima que son alrededor de 100.000. El Ministerio de Defensa no aporta datos oficiales. Gorobets es un antiguo combatiente de la guerra en Donbás contra los separatistas prorrusos, iniciada en 2014. Desde su experiencia, la propia y la de otros veteranos con los que trabaja, habla de lo que les aguarda, cuando vuelvan a la vida civil, a los más de 2,5 millones de personas que habrán defendido a su país tras la actual guerra.

“100.000 personas ya han vuelto y poco se está haciendo. Y cuando regresen más, crecerá la criminalidad, la violencia familiar, el alcoholismo… El problema será grande”, dice Gorobets. El experto holandés Robert van Voren, asesor del Gobierno ucranio, recordaba hace un año en una entrevista con EL PAÍS que en el Reino Unido, un 17% de los veteranos del ejército reciben condenas de prisión. “Lo que afrontamos [en Ucrania] es de proporciones inimaginables, y el país no está preparado”, añadió Van Voren.

Ucrania cuenta con un Ministerio para Asuntos de Veteranos que ofrece programas de formación profesional, asistencia médica, concesión de terrenos o créditos e hipotecas en condiciones ventajosas. Pero para la mayoría de entrevistados en este artículo, estas ayudas son insuficientes.

Oleg Gorobets, en un campo de su empresa agrícola Demetra, en Poltava.
Oleg Gorobets, en un campo de su empresa agrícola Demetra, en Poltava.Cristian Segura

Gorobets creó Demetra junto a su socio Tarás Leliuj —que está sirviendo en el ejército—, una empresa agrícola en la ciudad de Poltava. Empezaron con cuatro hectáreas concedidas por el Gobierno, por haber sido militares, y ahora tienen 500. Emplean a cuatro excombatientes y admite que no es fácil: “Para ellos es importante tener un empleo porque cuando están en casa se comen la cabeza”. Uno de sus empleados sufre alcoholismo y hay que ayudarlo. “No tienen tiempo de readaptación”, reflexiona Gorobets. “Dos meses de apoyo psicológico son necesarios, pero en Ucrania no tenemos esto; saltan directamente de la guerra a la vida civil”.

Desconfianza entre civiles y militares

La estimación de 2,5 millones de combatientes la aportó Serhiy Pozniak el pasado 14 de marzo en una entrevista en el medio ucranio VN. Pozniak, presidente de la Asociación Ucrania de Empresarios Veteranos, participó en febrero en una mesa redonda organizada por otro medio, LB. La cifra no incluye a los ucranios que luchan en el bando ruso. La población en la Ucrania libre es de 35 millones de habitantes. En el encuentro se indicó que para 2024 se prevé que 200.000 militares sean desmovilizados y retornen a la vida civil. Son cerca de 900.000 los hombres y mujeres —estas representan un 5% del total— que están sirviendo en la defensa del país, a los que se sumarán este año no menos de 300.000 reemplazos.

“Creo que Ucrania no está preparada para reintegrar a tantos hombres que regresarán del frente”, dice Alexander Shilin, propietario de Eco Waste, una empresa de Járkov dedicada a la recogida de chatarra y otro material para ser reciclado. Shilin fue herido en 2023 por un dron bomba. Desde entonces tiene la movilidad reducida. En el coche tiene su muleta y una esterilla para realizar ejercicios de rehabilitación. Este hombre de 43 años critica a las autoridades ucranias por las dificultades que él considera excesivas para reintegrarse en la vida civil. Y pone su propio ejemplo: pese a su evidente invalidez, todavía no ha podido pasar a la reserva y sigue sirviendo en las Fuerzas de Defensa Territorial, aunque no lo hace en operaciones de combate.

Alexander Shilin, en uno de los camiones de su empresa Eco Waste, en Járkov.
Alexander Shilin, en uno de los camiones de su empresa Eco Waste, en Járkov.Cristian Segura

El principal problema, dice Shilin, es que está creciendo la “desconfianza” entre la población civil y los militares: “Cuando empezó la guerra había una unidad entre la población y el ejército, pero la distancia entre ellos crece y crece. La desmovilización de tropas preocupa a los civiles porque no ven que haya el apoyo suficiente para los soldados”.

Cumplimiento de órdenes

Shilin había sido albañil, conductor de camiones y ahora es propietario de su empresa. Es el paradigma de una estadística aportada en 2023 por la Fundación de Veteranos, una institución vinculada al Gobierno: a un 70% de los que regresan de la guerra les gustaría crear su propio negocio. “Cuando te presentas en el ejército es para luchar por la libertad, pero allí no tienes libertad. El soldado termina harto de seguir órdenes, y cuando vuelve a la vida civil le cuesta más aceptar órdenes”, explica Ígor Iashchenko, empresario de Poltava y desmovilizado el pasado otoño tras combatir en fuerzas de asalto y unidades de inteligencia.

Ígor Iashchenko, veterano de guerra, en su cafetería de Poltava.
Ígor Iashchenko, veterano de guerra, en su cafetería de Poltava.Cristian Segura

Iashchenko inauguró su empresa, Ministerio de Familia, en diciembre de 2023. Es un pequeño espacio de compras y ocio para familias, financiado con la inversión de organizaciones que ayudan a militares a iniciar una nueva vida laboral. La Fundación de Veteranos indica que un 77% de los excombatientes tiene como principal temor no encontrar empleo. La segunda preocupación, para un 72%, es caer en el alcohol y las drogas. Los entrevistados indican los pros y los contras de contratar a exsoldados: las ventajas son, sobre todo, las desgravaciones fiscales y dos meses de salario pagados por el Estado; las desventajas, que el exmilitar tiene derecho a jornadas laborales reducidas, más días de vacaciones y a un año de excedencia.

Ruslan Agibalov, representante de la Asociación de Veteranos de Guerra de Járkov, responsable de la asistencia a inválidos, ofrece otro inconveniente de tener un asalariado excombatiente: “Un veterano puede ser peligroso al principio, puede ser agresivo y le cuesta aceptar opiniones que no son las que él quiere”. Agibalov asegura que los bancos son reticentes a dar créditos a exmilitares porque consideran que son más inestables. “La gente que ha tenido experiencia de combate tiene una perspectiva más amplia de lo que es importante en la vida, por eso le cuesta más trabajar para alguien que no ha pasado por lo mismo”, añade Yuri Danilenko, presidente de la Asociación de Veteranos de Járkov.

Gorobets asegura que es fácil obtener créditos del Estado para soldados retirados, pero pocos los solicitan por falta de formación o porque desconfían del Gobierno. Pasar por el ejército solo tiene una cosa buena, coinciden los entrevistados, y es que da disciplina y seguridad en uno mismo. Tener un buen comandante es clave, apunta Iashchenko, para afrontar el servicio militar con convicción y regresar mentalmente estable a la vida civil.

Mejor que en 2015

Oleksander Markov tiene 53 años, pero aparenta 10 menos. Este médico, antiguo neurocirujano, fornido, barba espesa, pelo corto, tiene su propia clínica de rehabilitación en Járkov desde hace dos años. Parte de su material lo ha adquirido gracias a programas de financiación de la Fundación de Veteranos, incluso las fundas ignífugas que cubren los aparatos. Su ambulatorio se sitúa en el centro de la ciudad, en una zona bombardeada periódicamente.

La mayoría de sus clientes son civiles, pero también atiende a militares mediante un plan de descuentos del ejército. Él ha sido médico en el frente, en la guerra de Donbás y en 2022, y entiende que para un veterano es “psicológicamente lógico que quiera ser su propio jefe”: “No quieren estar bajo el control de nadie tras la experiencia que han tenido, aunque muchos no podrán tener su empresa por los efectos del estrés postraumático”.

Oleksander Markov, en su centro médico de Járkov.
Oleksander Markov, en su centro médico de Járkov.Cristian Segura

Markov afirma que Ucrania está mucho mejor preparada que en la guerra en Donbás para reintegrar a las tropas en la vida civil: “En 2022, cuando volví al frente, me sorprendió cómo había mejorado el nivel de asistencia. El ejército estaba mucho peor en 2015, veías en el frente mucha desmoralización, alcoholismo, drogas e infartos”.

Los desmovilizados retornan enfadados a la vida civil, concede este médico, con la gente que los rodea y que no se sacrificaron como ellos. Pero con un buen apoyo terapéutico, en una semana se puede ver una mejora. Él recuerda el caso de un joven que trató. Este quedó traumatizado tras quedar herido y escondido en una trinchera durante 24 horas, rodeado de cadáveres de compañeros suyos: en dos semanas de terapia psicológica y física, ya volvía a sonreír.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.
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