Israel neutraliza los drones y misiles lanzados desde Irán y debate cómo responder al ataque
El gabinete de guerra de Netanyahu concluye horas de reunión sin una decisión sobre la respuesta a la inédita agresión, que se saldó sin muertos ni apenas daños materiales. Washington contactó con Teherán a través de Turquía para evitar una escalada fuera de control
Israel debate la respuesta al inédito ataque de Irán en la víspera, que se saldó sin muertos ni apenas daños materiales, mientras sus aliados le piden contención para evitar que la dinámica de acción-reacción provoque una escalada bélica fuera de control. Israel amaneció con sensación de euforia por haber interceptado un 99% de los más de 300 drones y misiles de crucero y balísticos ―con la ayuda de Estados Unidos, el Reino Unido y la vecina Jordania― en el primer ataque directo que recibía desde Irán tras años de guerra soterrada. Pero el país está también dividido sobre cómo actuar. Según medios locales, el gabinete de guerra dirigido por el primer ministro, Benjamín Netanyahu, se ha reunido este domingo durante horas sin lograr decidir cómo responder a la represalia de Teherán al asesinato israelí de siete de sus mandos militares en Damasco.
El sábado, tras el ataque, se sucedieron las informaciones sobre la respuesta israelí. Iba a ser “inminente” y “potente”, según señalaron fuentes gubernamentales bajo condición de anonimato. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, habló por teléfono con el primer ministro Netanyahu. Según el medio estadounidense Axios, que cita a un alto cargo sin identificar de la Casa Blanca, Biden le trasladó que no apoyará a Israel en ningún ataque de represalia contra Irán. “Tiene una victoria. Quédese con ella”, le dijo sobre el éxito de la intercepción.
24 horas más tarde, los ministros israelíes solo tienen previsto reunirse de nuevo, mientras se suavizan los mensajes y se oyen menos tambores de guerra. Un ministro clave, Benny Gantz, que proviene de la oposición a Netanyahu, ha afirmado que Israel exigirá a Irán que pague por el ataque “cuando sea el momento adecuado”. Y el habitualmente guerrero titular de Defensa, Yoav Gallant, ha subrayado la importancia de formar una alianza estratégica contra Irán.
Teherán da el asunto por concluido y viene lanzando mensajes de que, pese al carácter sin precedentes de su ataque, estaba diseñado solo para restaurar la disuasión. Estados Unidos y Turquía, de hecho, han querido hacer público desde el anonimato que Washington se mantuvo en contacto con Teherán a través de Ankara para evitar que la represalia provocase una escalada bélica fuera de control, en un aparente mensaje a Israel de cara a sus próximos pasos.
El ataque ―anunciado, con drones que tardan horas en llegar y con la señal de GPS alterada para impedir el guiado de los proyectiles― dejó una niña herida de gravedad, aparentemente por la caída de metralla de la intercepción de un misil balístico. Netanyahu se ha jactado del bloqueo casi completo de los proyectiles con el texto: “Interceptamos, bloqueamos, juntos venceremos”. En una conferencia de prensa esta tarde en Teherán, el ministro iraní de Asuntos Exteriores, Hossein Amir-Abdollahian, ha confirmado que advirtió a sus vecinos con 72 horas de antelación del ataque de represalia.
El principal objetivo del ataque parece haber sido una base aérea que resultó levemente dañada. Casi ningún proyectil llegó a territorio de Israel, que ha reabierto su espacio aéreo aunque prorroga hasta el lunes las instrucciones especiales para la ciudadanía.
El portavoz militar israelí ha señalado que solo un puñado de misiles penetró en territorio israelí, y ningún dron. Insistió en que la venganza de Irán no era medida, pese al anuncio previo y no haber causado víctimas mortales, porque lanzó hasta 120 misiles balísticos, lo que supone un “factor de escalada” que buscaba causar un daño “mucho más significativo” del que logró. Fue su metralla y las intercepciones las que dejaron en Jerusalén de madrugada explosiones y estelas en el cielo, y activaron las alarmas antiaéreas.
También el presidente iraní, Ebrahim Raisí, ha cantado victoria. “Irán ha escrito una nueva página en la historia” al infligir “daño al enemigo sionista”, que constituye “una amenaza a la estabilidad de la región”, ha sostenido en un mensaje dirigido a la nación y difundido por los medios oficiales. El mandatario ha enmarcado la acción de su país “en el derecho inherente a la legítima defensa”.
La presión sobre Israel para dejar el ataque sin respuesta ha crecido durante la jornada, incluido de Estados Unidos. “Solo diré una cosa: el presidente Biden, desde el principio de este conflicto [en octubre], ha trabajado muy duro para impedir que se convierta en una guerra regional más amplia”, dijo en una entrevista el portavoz de la Casa Blanca para asuntos extranjeros, John Kirby.
También el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, ha defendido la necesidad de evitar una escalada en Oriente Próximo. “Hay que controlar este proceso porque puede llegar a provocar una guerra regional de alta intensidad que nos impida acabar con la guerra en Gaza [...] No puede ser que los palestinos paguen las consecuencias de todo esto”. El ataque se ha producido en medio de la mayor crisis en la región en medio siglo: tras seis meses de sangrienta guerra en Gaza y de escaramuzas, cada vez más violentas, entre Israel y la milicia libanesa Hezbolá, aliada de Teherán.
Pese a dar la respuesta por finalizada, Teherán amenaza con una acción “considerablemente más severa” si Israel “comete otro error”, en palabras del jefe del Estado Mayor iraní, el general de división Mohammad Bagheri, en una entrevista con la agencia oficial IRNA. Bagheri ha justificado la represalia en que Israel atravesó varias “líneas rojas” con el bombardeo en Damasco y su país no podía tolerarlo “de ninguna manera”. El jefe de Estado Mayor ha argumentado que tiene “10 veces más capacidad de [lanzar] misiles y drones” de la que ha empleado y que ha “intentado llevar a cabo” el ataque “de forma que la población y los centros económicos no resultaran afectados”. Irán ha cerrado hasta este lunes al tráfico aéreo en todos sus aeródromos, incluido el aeropuerto internacional Imán Jomeini de Teherán.
Toda la atención está pues ahora en Netanyahu, que había dejado claro que iría directamente a por Irán si era atacado en su territorio, y en el papel de Estados Unidos, arrastrado a implicarse en un conflicto que no deseaba.
De hecho, Irán y Estados Unidos se mantuvieron en contacto durante los días previos al ataque por intermediación de Turquía para evitar que la represalia iraní contra Israel provocara una escalada bélica fuera de control, según explicaron a EL PAÍS dos fuentes gubernamentales turcas, informa desde Estambul Andrés Mourenza. Un alto funcionario de la Casa Blanca lo ha confirmado este domingo a varios medios de comunicación con la condición del anonimato. Fue a través de la embajada suiza en Teherán, que representa los intereses estadounidenses en suelo iraní, informa desde Nueva York María Antonia Sánchez-Vallejo.
En una conversación telefónica el pasado miércoles, el director de la CIA, Bill Burns, encargó al jefe de los servicios secretos turcos, Ibrahim Kalin, que ejerciera de “intermediario” en las conversaciones a varias bandas respecto a los planes de Irán de tomar represalias contra Israel. Después de ello, Kalin mantuvo contactos con las autoridades iraníes y con el grupo palestino Hamás, explicó la fuente.
Por otro lado, el ministro de Exteriores turco, Hakan Fidan, mantuvo conversaciones a dos bandas con su homólogo estadounidense, Antony Blinken, y con el jefe de la diplomacia iraní, Hosein Amir Abdolahian. “A través de nosotros [Blinken] transmitió a Irán que su respuesta [a Israel] debería producirse dentro de ciertos límites”, explicó una fuente diplomática turca. Esta fuente señaló que Irán adelantó a Turquía las diferentes posibles respuestas que barajaba contra Israel y que respondió a Estados Unidos ―siempre a través de Ankara― que su operación se limitaría a ser “una respuesta al ataque israelí de su embajada de Damasco” y que “no iría más allá”.
El ejército israelí ha prorrogado hasta el lunes las nuevas instrucciones para la población que decretó justo antes del ataque: la cancelación de las actividades educativas en todo el país y la limitación de las reuniones en zonas verdes a 1.000 personas. Además de reabrir su espacio aéreo, ha levantado la orden a los residentes de permanecer cerca de espacios protegidos en lugares como Nevatim (con una base aérea que resultó levemente dañada), Dimona (que alberga la central nuclear donde se presume que desarrolla armamento atómico) o Eilat, en la punta sur del país, contra la que los hutíes habían lanzado drones desde Yemen en los meses previos.
Acción comedida
Los llamamientos en los últimos días a la contención y el contundente “No [lo hagan]”, pronunciado el viernes por Biden como advertencia a Teherán, no impidieron el ataque. La jornada había comenzado con una acción comedida de Irán sin causar heridos ni atacar territorio israelí. La Guardia Revolucionaria abordó en el estrecho de Ormuz un barco con 25 tripulantes, uno de cuyos propietarios es un empresario israelí.
Era, sin embargo, un golpe muy débil comparado con un ataque tan provocador (contra altos mandos militares y en un edificio consular en otro país) como el que había ejecutado Israel. Teherán venía señalando que no quería una guerra, pero tampoco dejar pasar por completo el ataque. Le haría mostrarse como débil o acobardado, lo que le colocaba ante un ramillete de malas opciones. La escogida, un ataque directo sin precedentes, introduce a la región en territorio desconocido, con posibles ramificaciones en otros lugares donde Teherán cuenta con aliados.
Israel, de hecho, gestionaba principalmente hasta ahora su enfrentamiento con Teherán a través de asesinatos de científicos nucleares, ciberataques o bombardeos contra sus fuerzas o aliados en otros países, como Siria o Líbano. E Irán solía rehuir el conflicto directo para actuar a través de sus aliados, como Hezbolá en Líbano, otras milicias en Irak y Siria, los hutíes en Yemen y ―aunque con vínculos menos fuertes― Hamás, el grupo islamista que lanzó el ataque del 7 de octubre.
Tras el 7 de octubre, su jornada más letal en 75 años de historia, Israel ha dado señales de querer transformar la “ecuación de seguridad” (como la suele denominar) en Oriente Próximo. Ya venía pisando el acelerador contra Hezbolá, bordeando el desencadenamiento de una guerra total, cuando lanzó el bombardeo en Damasco hace dos semanas, que subía ostensiblemente el riesgo de conflicto. Tras el ataque del sábado, la incógnita es dónde considerará que ha “restaurado su disuasión” y adónde quiere llevar la “ecuación de seguridad”.
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