Israel utiliza el agua como “arma de guerra” en Gaza, según Oxfam Intermón
La organización humanitaria denuncia que los gazatíes reciben solo 4,7 litros de agua al día, menos de lo que se usa para la descarga de una cisterna de váter
Israel hace un “uso sistemático” del agua como “arma de guerra” en la franja de Gaza, según denuncia un informe de la ONG Oxfam Intermón publicado este jueves. El estudio cuantifica en 4,74 litros el agua a la que tienen acceso los palestinos diariamente —para beber, cocinar y aseo personal—, que equivale a menos de lo que se usa para la descarga de una cisterna de váter. Una cantidad tres veces menor que la necesaria para asegurar un acceso mínimo al recurso. Es un recorte del aporte hídrico del 94%, con respecto al inicio de la guerra, el 7 de octubre. La organización humanitaria señala que el bloqueo israelí y la destrucción de las instalaciones de suministro y de saneamiento por los bombardeos ha provocado una crisis sanitaria, con un impacto “catastrófico” para la salud de miles de gazatíes.
“La destrucción generalizada y las restricciones significativas del reparto de ayuda en Gaza están repercutiendo en el acceso al agua y otros artículos básicos para la supervivencia”, asegura en el documento Lama Abdul Samad, autora del informe. Dos días después de la matanza de Hamás en Israel —que se cobró la vida de 1.200 personas—, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, anunció un “asedio total” al enclave palestino y ordenó el cierre del suministro de tres tuberías controladas por la empresa estatal Mekorot, responsable del suministro del 12% del agua disponible en Gaza. Y a pesar de que, desde entonces, se ha vuelto a abrir el grifo (aunque nunca completamente) de dos cañerías, la destrucción de infraestructura humanitaria en la Franja hace imposible que se cumpla con el acceso mínimo en situaciones de emergencia (15 litros), según Oxfam.
El informe resalta que el derecho internacional humanitario consuetudinario “proporciona un marco de normas” que protege la infraestructura de suministro de agua y prohíbe a los actores a denegar su acceso a la población. Entre las reglas que destaca la Cruz Roja están el principio de distinción y de proporcionalidad, que impide que se provoquen daños a bienes civiles. Los Convenios de Ginebra declaran las instalaciones hidráulicas como “bienes protegidos de ataques”. Además, señalan que “privar intencionadamente de agua a los civiles es un crimen de guerra”.
El Centro de Satélites de las Naciones Unidas da cuenta del frágil estado de esta infraestructura en Gaza: el 3 de junio, un 67,6% estaba dañada o destruida. En Ciudad de Gaza, la devastación alcanzaba el 88%, mientras que en Rafah, la zona más meridional de la Franja —y donde se concentra la ofensiva terrestre del ejército israelí desde hace dos meses— el grado de destrucción pasó del 5,6% al 31%, entre abril a junio.
Las instalaciones dañadas incluyen plantas de desalinización, pozos de producción y depósitos de almacenamiento. Para la ONG, “los esfuerzos por aumentar la producción de agua se han visto constantemente obstaculizados” por las fuerzas israelíes y pone de ejemplo la desalinizadora construida por Emiratos Árabes Unidos en el Sinaí egipcio, que dejó de dar servicio debido a los daños.
Enfermos graves por infecciones prevenibles
El agua potable se ha convertido en un “lujo inalcanzable” en Gaza, lamenta Oxfam. De ahí que el consumo de agua que no cumple los estándares de salubridad ha elevado los casos de diarrea, hepatitis A y disentería. Según la Organización Mundial de la Salud, uno de cada cuatro gazatíes ha enfermado gravemente por infecciones fácilmente prevenibles. El informe cita un estudio de la Universidad Johns Hopkins, que estima que las muertes indirectas en la Franja —además de los casi 39.000 muertos por los bombardeos, según el Ministerio de Sanidad gazatí— pueden alcanzar las 186.000, provocadas por “traumatismos, malnutrición, enfermedades infecciosas y no transmisibles”. También aumenta la preocupación de que, por la mala calidad del agua, haya un brote de cólera en el enclave, tras más de cuatro décadas sin registrarse ningún caso.
Los problemas más graves se presentan para los niños. Las autoridades de la Franja ya han registrado casi 20 veces la media mensual de casos de diarrea entre menores de cinco años, según Unicef. Además, hay un aumento de los casos de sarna, varicela, erupciones cutáneas y más de 160.000 casos de infección respiratoria aguda. Ya en marzo, la ONU y el Programa Mundial de Alimentos advertían de que un 15% de los niños de menos de dos años sufrían desnutrición aguda en el norte del enclave.
“Hace meses que no vemos salir agua de nuestros grifos. Hay que caminar unos 300 metros solo para llenar uno o dos recipientes”, detalla una trabajadora de Oxfam en Gaza el alarmante panorama. “Lo más desgarrador son las largas colas de familias enteras, incluidos niños y ancianas, que esperan el limitado suministro. La falta de suministros básicos como jabón y champú durante más de dos meses se suma a la miseria. Las penurias a las que se enfrentan son inimaginables”.
En enero, el Tribunal Internacional de Justicia exigió a Israel que hiciera todo lo necesario “para asegurar que lleguen, sin trabas, servicios y ayuda humanitaria, incluidos alimentos, agua, electricidad, gasolina, ropa, higiene, refugio, así como medicinas y asistencia médica a lo largo de toda Gaza”. No obstante, para Oxfam, Israel no ha dado una “respuesta humanitaria significativa”. A inicios de julio, el ejército israelí anunció que había comenzado a suministrar energía a una planta desalinizadora gestionada por la ONU en la ciudad de Jan Yunis, en el sur de la Franja. “El aumento del suministro de agua es una medida para [...] evitar la contaminación y los brotes de enfermedades durante los meses de verano”, decía el comunicado castrense.
Ante este escenario, Oxfam hace un llamamiento al Gobierno de Israel para que, además de aplicar un alto el fuego inmediato, “pague la cuenta de la reconstrucción” de las instalaciones de suministro y saneamiento de agua una vez termine el conflicto, que cumplirá 10 meses sin visos de que acabe en el corto plazo.
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