Hamás elige a Yahia Sinwar, cerebro del ataque a Israel del 7 de octubre, como sucesor del asesinado Haniya
El anuncio se produce a la espera de la represalia a Israel de Irán y sus aliados. El líder de Hezbolá adelanta que la respuesta será “fuerte” y que la espera es “parte del castigo”
El poder de un solo hombre ha echado por tierra todas las quinielas. Hamás ―el movimiento islamista palestino donde la radicalidad viene ganando al pragmatismo en su permanente tira y afloja interno― ha anunciado este martes la elección de Yahia Sinwar como máximo dirigente político. Sucede a Ismail Haniya, asesinado la pasada semana en Teherán, presumiblemente por el Mosad, el servicio de inteligencia exterior israelí. La decisión es tan simbólica como inesperada. El hasta ahora líder en Gaza (donde presumiblemente lleva 10 meses escondido) representa la línea más dura y violenta. Israel lo ha convertido en la personificación del mal y en el hombre más buscado, por su papel como cerebro del ataque masivo sorpresa del 7 de octubre de 2023, que dejó casi 1.200 muertos. Ha pasado 23 de sus 61 años de vida en prisiones israelíes, de las que salió en 2011 gracias por ser uno de los más de 1.000 reclusos canjeados por un soldado israelí cautivo, Guilad Shalit. Como los rehenes que Sinwar, exmando militar, diseñó capturar aquel 7 de octubre para forzar nuevas excarcelaciones masivas.
Se barajaban más bien los nombres de representantes más pragmáticos, como Jaled Meshal, Jalil Al Hayya o Musa Abu Marzuk, que están en el exilio. Como Haniya, que vivía entre Qatar y Turquía. Es lo que suelen hacer quienes ocupan su cargo, que tiene un elemento de representación exterior. Tan venerado por unos como temido por otros, Sinwar ya era, en la práctica, quien más venía mandando en Hamás, por encima de Haniya. Ahora, también sobre el papel, y desde algún escondrijo.
La elección, a la que ha seguido el lanzamiento de una salva de cohetes contra Israel desde Gaza, ha sido anunciada a última hora del martes, y poco después de que el líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, acabase un discurso con la frase: “Nuestra respuesta llegará, si Dios quiere, y será fuerte”. Se refiere a la anunciada reacción al asesinato por Israel la pasada semana de su número dos, Fuad Shukr. Un día más tarde, en otra operación atribuida al Mosad, corrió la misma suerte el líder de Hamás, Ismail Haniya. El primero fue en Dahiye, feudo de Hezbolá en el sur de Beirut; el segundo, en plena capital de Irán, Teherán, encendiendo Oriente Próximo y sumando dos cuentas pendientes de peso en apenas 48 horas. Una “victoria” para Israel, ha admitido Nasralá, antes de matizar que, a su juicio, “no cambia nada”.
Nasralá ha puesto varios adjetivos a la represalia “que llegará”. Será, ha dicho, “fuerte y efectiva”, pero no “emocional”. “Lo esencial es que la determinación, la decisión y las capacidades están ahí”, ha añadido.
Guerra psicológica
La tensa espera en Israel ante el ataque, ha admitido Nasralá, “forma parte del castigo y de la respuesta”. La guerra psicológica funciona estos días en dos direcciones y ha dejado un episodio inédito en años: justo antes de que Nasralá comenzase su discurso televisado, cazas israelíes han provocado un enorme estruendo en Beirut, al sobrevolarlo rompiendo la barrera del sonido. Es una demostración de fuerza dirigida a asustar a la población civil justo cuando muchas aerolíneas han dejado de volar a Líbano, han recortado las frecuencias o evitan sobrevolarlo. Algunos nacionales (los más pudientes) están optando por abandonar en barco. Otros, con menos medios, en autobús, hacia Jordania, a través de Siria, para volar desde allí.
El líder del partido-milicia chií ha señalado que llevarán a cabo la represalia “por su cuenta o en el marco de una respuesta colectiva de todo el frente”. Es decir, un ataque coordinado ―como el que prevén los servicios de inteligencia de Estados Unidos― del denominado Eje de la Resistencia: distintos grupos en Oriente Próximo, desde Siria a Irak, pasando por Yemen, aglutinados por su enemistad hacia Israel y con Irán al frente.
“Hezbolá va a responder, Irán va a responder… después del ataque a Hodeida, [la milicia hutí en] Yemen va a responder. Y el enemigo está esperando, viendo y calculando”, ha apuntado Nasralá, en su segundo discurso en apenas cinco días. Este martes, las autoridades de varias localidades israelíes cercanas a la frontera libanesa han exhortado a sus habitantes a permanecer cerca de los refugios. Son órdenes municipales, no del Mando de la Retaguardia israelí, que sigue sin modificar sus normas de actuación para la población.
Los dos asesinatos, apoyados por una mayoría social en Israel, han devuelto el orgullo a los servicios de inteligencia en el país, tras 10 meses cuestionados internamente por, con todos sus medios tecnológicos y humanos, no haberse enterado durante años de que Hamás preparaba un ataque masivo por sorpresa como el del 7 de octubre de 2023.
Pero el doble golpe de efecto táctico tiene también un elemento de humillación que ha acercado en pocos días a la región a su momento más peligroso y a una escalada de “proporciones desconocidas”, en palabras del jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. Lo ha dicho Nasralá en su discurso: “No hemos buscado una escalada hasta ahora, hemos estado combatiendo en apoyo de Gaza, pero teniendo en mente el interés nacional libanés. Cada vez que uno de nuestros comandantes era asesinado, nuestra respuesta siempre era contenida. Pero el asesinato de un líder destacado en Dahiye debe ser tratado de manera diferente”. Al Ajbar, un diario próximo a Hezbolá, ilustraba su edición impresa de este martes con una foto de Tel Aviv y la frase: “Tarde o temprano, llegará el castigo, no os confundáis”.
A la espera, la jornada ya ha sido tensa. A primera hora del día, el ejército israelí mató a cuatro miembros de Hezbolá en un bombardeo en Mayfadun, a unos 30 kilómetros de la frontera. Y Hezbolá ha lanzado varias oleadas de cohetes contra posiciones militares al otro lado de la frontera y en los Altos del Golán, el territorio sirio en manos de Israel desde la Guerra de los Seis Días de 1967. Primero, unos 20; luego, otros 10; y una última de 30. Uno de los cohetes interceptores del sistema de defensa israelí cayó por error dentro del país e hirió a siete civiles al sur de Nahariya, uno de ellos de gravedad, según las primeras conclusiones del ejército.
No solo en la frontera libanesa-israelí, que concentra las miradas. También en otros frentes, que se empapan de la tensión. Uno, Cisjordania, donde las fuerzas israelíes han dejado 11 muertos, un número por encima de lo habitual, incluso en estos meses tan sangrientos. Otro es Gaza, con decenas de muertos en bombardeos en distintas partes. Y, en una muestra de los riesgos de la regionalización del conflicto, también en Irak. Una milicia próxima a Teherán lanzó de madrugada dos cohetes contra la base aérea de Ain al Asad, donde se alojan asesores militares de Estados Unidos, que ha reforzado su presencia militar en la región en apoyo de Israel y con vistas a la represalia iraní.
El ministro israelí de Defensa israelí, Yoav Gallant, ha vuelto a hablar este martes con su homólogo estadounidense, Lloyd Austin. El carrusel de llamadas está muy orientado a forjar una coalición que ayude (bien activamente, bien proporcionando información de inteligencia o permitiendo el uso de su territorio) a derribar los drones y misiles que se presume que lanzarán dentro de poco Irán y sus aliados, al estilo de la que detuvo el que lanzó Teherán en abril, con unas precauciones para restaurar la ecuación de la disuasión sin generar una guerra abierta.
Ahora, la sensación es que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, está particularmente interesado en escalar la situación y en cambiar la denominada “ecuación de seguridad” en Oriente Próximo, aprovechando que sus Fuerzas Armadas necesitan menos tropas presentes en Gaza, que Estados Unidos vive centrado en su agitado ciclo electoral y que el presidente, Joe Biden, está demasiado débil políticamente para algo distinto a seguir proveyéndole apoyo armamentístico, diplomático y económico en los pocos meses que le quedan en la Casa Blanca.
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