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El impacto del colecho prolongado: ¿es bueno que los niños mayores duerman con sus padres?

El estrés, la falta de tiempo y los nuevos modelos de familia son algunas de las causas que llevan a los progenitores a permitir que sus hijos duerman con ellos hasta edades avanzadas. Pero es esencial brindarles la oportunidad de adquirir un sueño independiente y tranquilo que no dependa de la presencia de su figura de apego

Colecho Prolongado Hijos
El colecho puede ser positivo para los bebés, pero es esencial establecer límites a medida que los niños crecen.freemixer (Getty Images)

Hace unos días, la popular influencer y empresaria Kourtney Kardashian hizo unas declaraciones que no pasaron desapercibidas. Según contó en un podcast, y recogieron numerosos medios de comunicación, su hija durmió con ella hasta los 11 años. La hermana mayor del televisivo y millonario clan Kardashian añadía que esta práctica le parece lo más “natural e instintiva”, ya que prioriza el deseo de sus niños de dormir con ella hasta que estén listos para estar solos (contaba también que su hijo mayor lo hizo hasta los 7 años). Pero Kourtney Kardashian no es la única que lo piensa. “Cada vez más familias permiten que sus hijos duerman en la misma cama hasta edades avanzadas”, resume María Luisa Ferrerós, psicóloga infantil con amplia experiencia en crianza y desarrollo. “El estrés, la falta de tiempo y los nuevos modelos de familia son algunas de las causas del aumento del colecho prolongado”. Pero, ¿es realmente beneficioso que los más pequeños duerman con sus progenitores? ¿Existe una edad límite recomendada?

Durante los primeros meses de vida, el colecho es defendido por pediatras y expertos por sus múltiples ventajas —tranquiliza al bebé; fortalece los vínculos emocionales y favorece su desarrollo cerebral—. En muchas culturas de Asia, África y América Latina, es habitual que padres e hijos compartan la cama hasta que el propio niño decide dormir solo. “En Japón, por ejemplo, las familias suelen compartir cama hasta los seis años”, menciona Ferrerós. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), por ejemplo, recomienda que los bebés duerman en la misma habitación que sus padres hasta los seis meses. Sin embargo, existen diferencias en cómo gestionarlo. Algunos profesionales consideran positivo practicar el colecho, mientras otros insisten en establecer límites para preservar la independencia a futuro.

Ferrerós, autora de Dulces sueños sin mimos ni lloros (editorial Planeta, 2010), entre otros libros, asegura que aunque el colecho puede ser beneficioso durante la crianza es importante establecer un límite. Por su parte, Carmen Romero, psicóloga y coach del sueño infantil, destaca la importancia de diferenciarlo de la lactancia: “Hay que distinguir entre dar el pecho para nutrir y cuando sirve para calmar al bebé y ayudarle a coger el sueño”. Romero también subraya que hay que regular de manera gradual la lactancia materna, ya que no es lógico comer por la noche: “Nadie se levanta a las tres de la madrugada para tomar un plato de espaguetis a la carbonara”.

Las expertas consultadas no llegan a un consenso claro sobre la edad en que los menores deben dejar de dormir con sus padres. Ferrerós señala que a partir de los 5 años es común que los niños empiecen a buscar su propio espacio: “No existe una edad fija, ya que depende de la evolución de cada individuo”. Por su parte, Romero, especialista en estimulación temprana, advierte que si los pequeños son capaces de realizar actividades como comer o jugar solos, pero siguen necesitando dormir con los padres, es momento de replantear los hábitos: “El descanso es uno de los aspectos más cruciales en la vida de un menor. Si siempre buscan el consuelo de sus padres por inseguridad, estamos limitando su capacidad para desarrollar su propia autonomía”. Esta psicóloga matiza que, aunque al principio el colecho puede ser un recurso útil para sobrellevar los despertares nocturnos, es esencial brindarles la oportunidad de adquirir un sueño independiente y tranquilo: “En el momento en el que dependen del contacto y la presencia de los progenitores, estamos perjudicando su camino hacia la madurez”.

El testimonio de Nuria, madre de dos niñas, refleja la complejidad del tema. “Mis hijas dormían conmigo de forma intermitente, pero todo cambió cuando me separé. Mi hija mayor empezó a colarse en mi cama cada noche, y cuando no lo hacía, su hermana pequeña ocupaba su lugar”. Ella menciona que, desde la separación, su hija más pequeña también pasa algunas noches con ella o en la cama de la asistenta que vive en su casa. Esta experiencia muestra cómo los cambios en la estructura familiar pueden influir también en el deseo de compartir la cama, buscando seguridad y confort en momentos de incertidumbre.

Romero subraya que conciliar trabajo, familia y sueño es cada vez más difícil, pero es fundamental dedicar tiempo a corregir la inseguridad de los niños: “Debemos calmarlos y fomentar su autonomía para que entiendan que descansar en su propio espacio es algo seguro y tranquilo. Los padres siempre estaremos disponibles, pero es importante respetar nuestro sueño también”. Ferrerós explica que cuando los niños continúan durmiendo con sus padres más allá de los 6 años se corre el riesgo de fomentar una dependencia que afecta su autogestión: “Deben aprender a estar solos y encontrar su espacio. Los hijos podrían confundir roles, viéndose como iguales a sus padres”.

Los riesgos del colecho prolongado

El testimonio de Dolores, madre de un adolescente de 14 años, muestra cómo esta práctica puede prolongarse. Aunque su hijo comenzó a independizarse a los 12, todavía vuelve a su cama una o dos veces por semana. “Pensé que con el tiempo se solucionaría”, comenta. Ferrerós subraya la importancia de identificar las causas: “No es saludable que confundan los roles y desarrollen un apego excesivo”. La psicóloga también aclara que los vínculos sanos se construyen durante el día y que, en familias desestructuradas, es más frecuente que se mantenga esta práctica hasta edades avanzadas. Dolores admite que, a pesar de hablarlo con su hijo, no ha logrado cambiar la rutina: “Quizás debería haberlo solucionado antes, pero no ha sido compatible con mi vida profesional”. “Para alcanzar un equilibrio, es fundamental liberarse de la culpa y transmitir confianza, es preciso crear un vínculo sano durante el día y no pretender compensar la falta de tiempo por la noche”, sentencia Romero.

“No existe una fórmula única, pero fomentar la autogestión es crucial para el desarrollo emocional de los pequeños y la salud de las relaciones familiares y de pareja”, sostiene Romero. “Aunque el colecho puede ser positivo en los primeros meses de vida, es esencial establecer límites a medida que los niños crecen”, añade. “El equilibrio entre el apego y la autonomía es clave”, incide Ferrerós. Para Romero, los padres deben transmitir que la noche es un momento de calma y enseñarles a estar solos, con cariño y determinación, “porque los menores saben lo que quieren, pero no siempre lo que les conviene“.

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