Familias reconstruidas o enlazadas: errores a evitar para no dañar la relación con los hijos ni la nueva pareja
Definir el rol de cada adulto, normalizar los cambios y ser paciente son claves para que el proceso de integración de una nueva familia sea lo más exitoso posible
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Uno más uno no siempre dan dos. En el caso de una nueva pareja con hijos nacidos en sus relaciones anteriores, la suma es, como mínimo, tres. Y las maneras de vivir la experiencia, también. Las nuevas estructuras de los hogares piden códigos de convivencia alternativos y asumen retos ineludibles; algunos clásicos y otros recientes. Son lo que se conoce como familias reconstruidas. “Es mejor el término familia enlazada. Ya que el hogar no se reconstruye, se transforma. No están rotas, y esta denominación le quita toda la riqueza que tiene”, explica Berta Capdevila, terapeuta especializada en familias enlazadas y responsable junto Ainoha Buforn de la plataforma Ser Madrastra —comunidad cuyo fin es empoderar a las madrastras, ayudarlas a afrontar las complejidades de su rol y crear las condiciones necesarias para que puedan construir su lugar en casa—, el mismo objetivo que persigue su libro, Manual para la madrastra moderna (Alfaguara, 2025).
“En esta convivencia suele haber dos hogares y las relaciones sin consanguineidad se amplían”, apunta María Cano, trabajadora social y mediadora familiar de la Unión Nacional de Asociaciones Familiares (UNAF). Cano explica que debido a su configuración hay mayor nivel de estrés y menor cohesión que en la familia nuclear: “Por ello hay que definir nuevos roles y normas, saber gestionar la lealtad de hijos e hijas hacia el progenitor biológico y ser conscientes de que la integración satisfactoria suele necesitar varios años”.
¿De cuántos hogares estamos hablando? “En 2001 había en España 234.587 familias en las que al menos uno de los miembros de la pareja tenía hijos o hijas de una relación anterior. En 2011, el número de familias reconstituidas rozaba el medio millón”, señala Cano. “Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de ese año muestran que de las más de siete millones de parejas con hijos, 496.135 eran familias reconstituidas, el doble que en 2001″, añade. Para Cano, la tendencia sigue siendo creciente, aunque hoy no haya aún datos específicos actualizados: “Podemos prever que el número de familias reconstituidas ha seguido aumentando, teniendo en cuenta que, según datos del INE, más de la mitad de las rupturas matrimoniales afecta a parejas con hijos”. Sin embargo, según informa, tal y como se recoge en el estudio Las familias reconstituidas en España (UNAF, 2018), existe un vacío estadístico: el censo se elabora cada 10 años y en el de 2021 desapareció el epígrafe ‘familia reconstituida’.
Por otra parte, el INE solo recoge datos de las personas que viven permanentemente en el hogar. “Es posible que muchos de los niños censados en hogares monoparentales o adultos que son clasificados como parejas sin hijos formen también parte de familias reconstituidas, en mi opinión, hay una subrepresentación de este tipo de familias por la histórica falta de reconocimiento institucional, centrado en las familias tradicionales”, sostiene Cano.
El principal desafío al que se enfrentan estos hogares es la creación de un nuevo vínculo familiar con la entrada en escena de nuevos actores (padrastros, madrastras o hermanastros, entre otros), lo que implica la aparición de más interlocutores y la pérdida de ciertos privilegios. ¿Es esto un escenario forzosamente negativo para los hijos? “Esto depende de muchos factores. Fundamentalmente, del acompañamiento que haya recibido ese niño durante la separación”, indica Buforn, “si los padres le han explicado bien las cosas, va a ser más fácil que acojan a las parejas que pueden venir luego”. “Pero hay que entender que forjar una relación lleva tiempo”, incide.
Gestionar la incertidumbre de los hijos es una de las preocupaciones recurrentes de los progenitores enlazados. Para Cano, hay que asumir cuatro retos para afrontarla:
- Ambigüedad de roles. Es importante definir claramente con la pareja el tipo de tareas que se van a asumir con respecto a los hijos y llegar a un acuerdo con el otro hogar para establecer las responsabilidades.
- Conflicto de lealtades. La madrastra y el padrastro no deben pretender sustituir a los progenitores.
- Normalizar los cambios. Lo deseable es buscar la cooperación entre los dos hogares en relación con normas y rutinas comunes.
- Falta de equidad. Hay que procurar que exista igualdad de trato en el hogar para evitar generar conflictos porque los menores son muy sensibles a las diferencias de trato y a las desigualdades arbitrarias en lo relativo a las normas.
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“Cualquier cambio produce vértigo, pero los menores lo acusan más. Cuando los hijos ven que la familia que han conocido va a cambiar es absolutamente normal que sientan inseguridad, rechazo y frustración”, admite Cano. Otro sentimiento frecuente, según esta experta, es el miedo a la pérdida, lo que propicia el deseo de que sus padres se reconcilien: “Los niños necesitan saber que sus padres están ahí, que les van a proteger y que puede contar con ellos. Necesitan sentir su afecto”. Para la experta es recomendable que los adultos elogien al menor y le muestren reconocimiento cuando hace las cosas bien y “sobre todo que no sienta que está al margen, que se le hable y que se le escuche. Y sobre todo saber que para que el proceso sea lo más exitoso posible, hay que ser pacientes. No forzar que todo vaya bien en poco tiempo”.
Los conflictos que pueden darse en una familia enlazada pueden deteriorar la nueva relación. Las diferentes costumbres de cada miembro del clan y una convivencia muy demandante pueden culminar en un sentimiento de rechazo hacia los hijos de la pareja. “No tiene ningún sentido que ambos vínculos, el de pareja y el paterno-filial, entren a competir entre ellos, ya que son, en esencia, diferentes”, agrega Cano. Y añade: “Las nuevas parejas deberán tener claro que si ponen a competir ambos vínculos el ganador suele ser el vínculo paterno-filial y que esto puede llevar a una nueva separación o divorcio”.
Mantener saludable la relación de pareja es esencial porque de ello depende el éxito de la familia enlazada. “Para que funcione, lo primero que tiene que funcionar es el nuevo vínculo sentimental. Es importante poner el foco en salvaguardarlo porque es el más nuevo y vulnerable de este ecosistema y el que tiene demasiados enemigos externos, introduciendo estrés relacional y saboteando la relación”, advierte Cano. Uno de estos saboteadores es, precisamente, la sombra de la familia nuclear. “Es bastante frecuente que quienes llevan a cabo una reconstitución familiar lo hagan desde su propio referente y pretendan reproducir nuevamente sus reglas de funcionamiento”, continúa Cano, “sin embargo, no es una mera sustitución de un hogar por otro, sino que se produce una importante transformación que da lugar a nuevas constelaciones familiares”.
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