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Los cuatro tipos de luz de gas que puede sufrir un niño dentro de su familia

El ‘gaslighting’ es una estrategia de manipulación y abuso que no solo se da en las relaciones de pareja, sino que resulta muy dañino cuando proviene de padres y madres

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Una niña llora en su habitación.SanyaSM (Getty Images)

La luz de gas es una forma de manipulación y de maltrato que suele darse en las relaciones románticas, donde una de las dos partes ejerce este tipo de abuso emocional sobre la otra persona implicada. Este término fue acuñado en psicología para describir un tipo de maltrato psíquico, inspirado en la obra de teatro de 1938 de mismo nombre y del director Patrick Hamilton, y que años después se adaptaría al cine en 1944 como Gaslight, del director George Cukor y la actriz Ingrid Bergman, actuación por la que recibió un Oscar, y el actor Charles Boyer como protagonistas. Esta vil estrategia se basa, principalmente, en engaños, manipulaciones y distorsiones de la realidad y provocan en la víctima múltiples miedos, inseguridades y hasta la pérdida del juicio.

Este término está recogido por la American Psychological Association (Asociación Americana de Psicología) como “una forma de abuso emocional que hace que una víctima se cuestione sus propios sentimientos, instintos y cordura, lo que le da a la pareja abusiva mucho poder”. Además, según define este organismo, se refiere a una manipulación tan extrema como para inducir una enfermedad mental o para justificar el internamiento de la persona en un psiquiátrico. Y añade: “Este abuso psicológico no se da solo en las parejas, sino que puede perpetrarse entre amigos, compañeros de trabajo e, incluso, en la propia familia”.

“El agresor, mediante la táctica luz de gas, pretende provocar dudas e incertidumbre; algo muy perjudicial en la víctima, que llega a dudar de la realidad, por lo que puede experimentar ansiedad, depresión, baja autoestima, desorientación, pensamientos suicidas y un miedo hiperbolizado al peligro”, explica Raquel Tomé López, psicoterapeuta y neuropsicóloga. “Y, efectivamente, esto mismo puede ocurrir en un núcleo familiar”, añade. ¿Cómo podemos distinguir estas dinámicas y qué tipos de luz de gas existen en las familias? ¿Qué pasa cuando la sufre un niño?

“Eso no ha ocurrido”. “No tienes hambre, solo estás cansado”. “No debes sentirte así”. Estas son solo algunas de las expresiones más sutiles, y a menudo más dañinas. “Hacer luz de gas implica jugar con las relaciones de poder, por lo que en un hogar es probable que ocurra entre un padre y un hijo, o entre un hermano mayor y uno menor o una madre a su hija, entre algunas opciones”, añade Robin Stern, directora asociada del Centro de Inteligencia Emocional de Yale y autora de El efecto de la luz de gas: cómo detectar y sobrevivir a la manipulación oculta que otros usan para controlar tu vida.

La American Sociological Association, en su estudio La sociología de la luz de gas, recoge los diferentes tipos de manipulaciones que se pueden dar de padres a hijos durante la convivencia familiar: “Un tipo de violencia mediante la creación de un entorno doméstico interpersonal surrealista”. Tal y como se explica en el estudio, el gaslighting debe entenderse como un problema social, de desigualdades de género y de otros tipos, que se ejecutan mediante las relaciones íntimas y los abusos de poder entre los distintos miembros de la familia.

Según recogen en su informe, existen cuatro tipos de luz de gas.

  1. Los dobles vínculos: da igual lo que el menor diga o haga, que a su padre no le agrada. Puede que le diga que le entiende, pero usa tonos críticos e insultantes, o le dice que le ama, pero su lenguaje corporal dice lo contrario. Cuando el menor es supuestamente amado y rechazado al mismo tiempo empieza la confusión y la frustración.
  2. La familia impredecible e inestable. Un día cualquiera, el padre deja a su hijo ir a casa de un amigo, pero al día siguiente le regaña tan solo por preguntar. Otro día le dice que no, y así cambia de opinión continuamente. Esta es una señal de gaslighting al invalidar la realidad y jugar con los sentimientos del menor. Todo ello acarrea que el padre haga que su hijo o hija se sienta cada vez peor. Además, en lugar de ser un apoyo emocional, el progenitor hace que el menor viva con una frustración permanente.
  3. La familia perfecta. Al crecer en este tipo de hogar no hay lugar para errores, emociones negativas o debilidades. Solo la imagen ideal del hogar es la válida y todo lo auténtico o vulnerable se esconde para que nadie se percate de ello. Estos padres ponen énfasis en el logro y se esfuerzan por ser admirados y envidiados por los demás. Todo esto conlleva que estos sean demasiado controladores con sus hijos y ejerzan un tipo de crianza autoritaria que se lleva a cabo a través, únicamente, de la obediencia. En este sentido, “el padre controla lo que a su hijo le debe gustar, disgustar, valorar y creer, lo que crea un niño indeciso y con dificultades para comprender sus propios sentimientos, opiniones y deseos o necesidades”, añade la psicoterapeuta y neuropsicóloga Raquel Tomé.
  4. La familia emocionalmente negligente, la forma más sutil de la estrategia de luz de gas en una familia. De hecho, es tan sutil que es difícil para muchas víctimas saber que la sufren o la han sufrido. Esta situación hace que los padres y madres no tengan en cuenta los sentimientos y emociones de sus hijos. Ante un llanto o un grito del menor, los progenitores les ignoran o las definen como reacciones desproporcionadas. Invalidan por completo al hijo. Según explica Tomé sobre esta cuestión, las emociones son la expresión biológica más profunda y personal de quien eres, cuando tus padres tratan tus sentimientos como invisibles, irrelevantes o sin sentido, naturalmente sientes que tu ser interior se borra o se invierte: “Cuando no reconocen o no responden a tus emociones, estás preparado para dudar e ignorar tu ser más profundo. El problema es que lo primero que hace un perverso es cosificar a la persona. Considera al otro un objeto del que deshacerse si no sirve para sus intereses y convertirlo en objeto de su odio”.

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