El último de los Madero dice adiós
Sobrino nieto del presidente revolucionario Francisco I. Madero, el senador y exdirigente del PAN Gustavo Madero anuncia su retiro tras casi cuatro décadas de intensa lucha política
Gustavo Madero Muñoz (Chihuahua, 68 años) cuenta los pocos días que le faltan para concluir su cargo de senador por el conservador Partido Acción Nacional (PAN), el 30 de agosto. Cuando llegue ese momento, anuncia el político, comenzará su retiro de la vida pública, tras casi cuatro décadas de intensa actividad. También significará el cierre de un largo ciclo que inició hace más de un siglo, con los entrañables hermanos Madero, sus tíos abuelos. El apellido tiene una enorme mística política. El mayor de una cuna de 14 hijos nacida en Coahuila, Francisco I. Madero, iniciador de la Revolución Mexicana en los albores del siglo XX, logró echar al dictador Porfirio Díaz de la presidencia e instauró como uno de los pilares de la nueva República el sufragio efectivo y la no reelección. Francisco se presentó a las primeras elecciones democráticas del siglo, en 1911, y se convirtió en presidente. Su hermano Gustavo A. Madero, su consejero y brújula política, fue electo diputado. Ambos llevaban la investidura que les dio la voluntad popular en las urnas cuando fueron asesinados en un golpe de Estado conducido por el general Victoriano Huerta, en los días de la Decena Trágica.
“Francisco I. Madero es de los héroes que más se ha sacramentado. Se lo ha convertido en el Apóstol de la democracia”, observa el todavía senador Madero Muñoz en una entrevista en Ciudad de México. Lo de Apóstol tiene un par de lecturas. Significa que, como un mártir, murió trágicamente por sus ideales democráticos. Pero también hace pensar en el hecho de que el presidente revolucionario practicaba el espiritismo y creía en la mística de las cosas. Su hermano Gustavo era quien ejercía la voz crítica, la sensatez, la suspicacia, la duda. Fue él quien alertó a Francisco de que Huerta preparaba una rebelión. El presidente lo desoyó y eligió creer en la palabra del general traidor. Todo esto lo cuenta el senador Madero Muñoz, que conoce bien la historia familiar. Habrá sido la crueldad, la violencia estremecedora con que fueron asesinados los hermanos, especialmente Gustavo, torturado y humillado, que muy pocos de los descendientes quisieron seguir el sendero de la política. Madero Muñoz recuerda que su padre, llamado Evaristo, apenas llegó a ser candidato a alcalde de un municipio de Chihuahua en 1954. Pero nada más. Tampoco los hijos del senador eligieron seguir el oficio —“afortunadamente”, dice él—. Así que su retiro representa el final de la vena política de la estirpe maderista.
—¿Usted tiene más de Francisco o de Gustavo?
—De Francisco —dice a la primera—. Yo soy idealista, y por eso también me jubilo, porque ya no entiendo qué está pasando —se sincera—. Yo soy muy romántico, yo sí creo en la humanidad. Y me tiene muy triste que los mexicanos (no me refiero al PAN, al PRI, al PRD o a Morena, sino a los mexicanos en su conjunto) no hemos sabido cómo hacer que este gran país supere sus grandes problemas ancestrales de pobreza, desigualdad, corrupción, inseguridad, falta de educación. No le hemos dado al clavo.
Madero Muñoz inició su carrera política en 1986, a los 31 años, en Chihuahua, en el desértico norte de México. Allí “no existía la izquierda”, explica el senador, a diferencia de lo que ocurría en la capital y en el sur del país, un hervidero de movimientos muy influenciados por la teoría comunista. En el norte, dice, ser opositor al PRI era pertenecer al PAN, un partido conservador, católico, en la moderación de la socialdemocracia, nacido en 1939. Madero Muñoz colaboró en el gobierno de Francisco Pancho Barrio (1992-1998). En el 2000, fue uno de los coordinadores de la campaña presidencial de Vicente Fox en Chihuahua, y seis años después lo fue de la campaña de Felipe Calderón. Eran los años dorados del PAN. Echar al PRI de la presidencia en el cambio de milenio fue, para muchos, la llegada de la democracia a México, el fin de la Historia. “Cuando ganamos, dijimos: ¡ya chingamos! Como le achacábamos todos los problemas al PRI, pensábamos: ya sin PRI, pues ya va a estar México a toda madre. Pero no fue así, tristemente”, se lamenta.
Para los críticos al PAN, sobre todo desde la izquierda, el triunfo de Fox en el 2000 no significó una transición hacia la democracia, sino una alternancia, un mero cambio de sillas en el juego del poder. El senador admite las críticas. “Fox hizo un buen gobierno, mejor que los otros, pero no transformó, no cumplió el mandato”, sopesa. “El mandato era lo que Andrés Manuel López Obrador está tratando de hacer ahora: desmantelar una cosa y crear algo nuevo. Pero Fox no le entendió, y fue simplemente un eficientador, hizo las cosas para que funcionaran mejor, más transparentes, más abiertas, pero no entró a las raíces a cortar de tajo”. Madero Muñoz ha sido diputado federal dos veces y senador dos veces. Entre 2010 y 2015 dirigió el partido, en lo que fue su momento de mayor influencia política. En 2016, cuando Javier Corral ganó la elección de la gubernatura de Chihuahua, se convirtió en el jefe de su Gabinete.
—¿Le impactó vivir bajo el signo de los Madero?
—No fue sino hasta que me convertí en diputado federal, en 2003. Yo era El Diputado Madero. Se detonó algo, como una imagen. Los priistas me trataban bien nomás por el apellido. Me daba cierto halo. —Y reflexiona: —Todo el mundo se apropia de Francisco I. Madero. El PRI, durante 70 años, tuvo su estatua en la entrada del edificio. ¡El descaro! Igual López Obrador se apropió de su figura. Cuando Madero fue lo opuesto a lo que era el PRI y a lo que es Morena: el autoritarismo antidemocrático. Eso es exactamente lo que Madero quiso cambiar.
—¿Por qué dice que Morena es autoritario?
—Mira, yo he dicho que López Obrador, o es un demócrata, o es un cabrón. ¿Qué es? Siempre le di el beneficio de la duda. Se quiere vender como de izquierda, y me encantaría que lo fuera, pero no me lo ha demostrado. Uno de izquierda no es militarista. Uno de izquierda impulsa una reforma fiscal redistributiva. Uno de izquierda protege los derechos humanos, los derechos sociales, la educación y la salud, los pone como prioridad y los universaliza. Uno de izquierda fortalece a la sociedad. ¿Por qué López Obrador tiene la intención de demoler instituciones democráticas como el INE, la CNDH, el INAI? Esa no es una visión democrática ni progresiva.
—¿Qué opina de los homenajes de López Obrador a los hermanos Madero?
—Es incoherente con su práctica, no los honra con su modo de gobernar —asienta.
Madero Muñoz hace un repaso por su trayectoria política. Dice que se arrepiente de “muchas cosas”, pero hay una que le causa mucho pesar: haber suscrito, en 2012, siendo dirigente del PAN, el Pacto por México impulsado por Enrique Peña Nieto y el PRI. El PRD también firmó el acuerdo. Se trataba de un compendio de reformas constitucionales que todos los partidos se comprometieron a aprobar en el Congreso. El Pacto cayó como anillo al dedo a Peña Nieto, que pudo legitimar su ascenso tras unas elecciones en las que se invirtieron millones de pesos para comprar el voto. Fue el regreso del viejo PRI.
La firma de ese acuerdo significó la ruptura definitiva de López Obrador con el que había sido su partido, el PRD, y el inicio de su aventura para constituir su propia formación, Morena. Muy pronto comenzó la hecatombe del gobierno peñista. La desaparición de los normalistas de Ayotzinapa; la Casa blanca que un contratista obsequió a la familia presidencial; la casa en Malinalco que ese mismo contratista vendió al entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray. “Peña Nieto nos cargó su desprestigio a los que firmamos el Pacto, y de ahí nace el PRIAN”, concede el senador. “Confundimos mucho a la gente en cuanto a qué era el PAN, qué era el PRI, qué era el PRD. Nos hicimos un amasijo y a todos nos perjudicó”.
—¿En qué ha terminado el PAN?
—Se ha perdido mucho de su esencia, se ha vuelto muy pragmático. El partido está contagiado de la enfermedad del presente, que es la crisis del sistema de partidos políticos y de la representación. Todos los partidos están cooptados por dirigencias que los controlan y ven más por su interés de grupo que por el problema social del país. López Obrador es quien supo escuchar mejor esa carencia.
El senador tiene una “teoría triste” sobre las cinco veces que el PAN “le ha salvado la vida al PRI”. “Lo ha hecho con nobles propósitos, pero ha sido contraproducente”, valora. Esos momentos han estado marcados por la colaboración del PAN con el PRI con la abierta intención de frenar el avance de la izquierda y sus líderes, Cuauhtémoc Cárdenas en su momento, después López Obrador. Desde 1988, tras el polémico triunfo de Carlos Salinas de Gortari, envuelto en la bruma del fraude, pasando por los gobiernos de Fox y Felipe Calderón.
Sobre este último, Madero Muñoz hace una pausa para explayarse: era 2010 y en el Estado de México se celebrarían comicios para la gubernatura un año después. Peña Nieto dejaba ese cargo y preparaba su candidatura presidencial. Madero Muñoz, siendo dirigente del PAN, acordó con el PRD postular al izquierdista Alejandro Encinas al gobierno de ese Estado, con tal de quitar al PRI el que había sido su bastión por décadas. Pero, sostiene el senador, el presidente Calderón y Peña Nieto alcanzaron un acuerdo: el PAN no formaría esa alianza a cambio de que el PRI concediera más presupuesto para el Gobierno desde el Congreso. Al final, cada partido postuló a su candidato, lo que facilitó el triunfo del delfín de Peña Nieto, Eruviel Ávila. “Yo creo que esta es la más grave de todas, porque fue una gran traición”, dice Madero Muñoz. “Ahí sí hubiéramos cambiado la historia. Peña Nieto no hubiera sido presidente si perdía la gubernatura. Hubiéramos tenido un país totalmente distinto”.
La cuarta rendición del PAN fue la del Pacto por México. “Esta es la más triste, porque yo tuve la culpa”, dice el senador. Y la última, añade, es la de la alianza electoral con el PRI y el PRD, una insólita coalición entre la derecha, el conservadurismo liberal y lo que quedaba de la izquierda histórica. Esta alianza fue fructífera en 2021, pues arrebató espacios al oficialismo en el Congreso y en Ciudad de México. Pero, en las pasadas elecciones presidenciales, con Xóchitl Gálvez como candidata, obtuvo un resultado humillante. “La alianza se hizo ya por defensa electoral, no por un proyecto. Fue una ingeniería de sumas y restas para optimizar las estructuras y las preferencias electorales. No le metieron contenido y traían toda la carga del desprestigio”, explica el senador.
Madero Muñoz fue un crítico de la coalición del PAN con el PRI, pero siempre apoyó la candidatura de Gálvez. Igual que seis años antes impulsó las aspiraciones presidenciales de Ricardo Anaya. “El problema de Anaya es que no conectó, no tenía un proyecto social ni sensibilidad social”, señala. “Y el tema era ese: entender el dolor de la gente y tratar de empatizar, darles una oferta de solución congruente, no de saliva, porque no te creen, sino que tú mismo, tu historia de vida, acredite que eso es lo que quieres. Por eso, cuando apareció Xóchitl Gálvez, yo dije: ¡ya chingamos! Esto era lo que necesitábamos. Y tampoco funcionó”.
—¿Ella tenía lo que le faltaba a Anaya?
—Sí. Pero le faltaba lo que tuvo Anaya —contrasta—. Ella es una muy buena persona, una luchadora. Es lo que no tenía Anaya, historia de vida. Pero le faltó lo que sí tuvo él: una estructura de partidos fuerte y con mayor legitimidad que la que le tocó a ella. Los partidos que la apoyaron ya estaban muy desprestigiados.
El senador no ha decidido si renunciará al PAN, donde ha militado 37 años. Dice que esperará a ver cómo se resuelve la renovación de la dirigencia del partido, que ahora está en manos de Marko Cortés. Si hay un método democrático abierto a la ciudadanía, como piden varios pesos pesados, él se queda. Si Cortés simula apertura y hereda la formación a alguien de su clan —posiblemente Jorge Romero—, renuncia a su militancia. Lo cierto es que no guarda grandes esperanzas, confiesa.
En el camino de retirarse, Madero Muñoz está colaborando con la organización Frente Cívico Nacional para constituir un nuevo partido político, uno que, desea, no repita los errores del PAN. Es el canto de cisne del sobrino nieto de los revolucionarios hermanos Madero. “Tengo que ser congruente”, afirma. “Yo ya participé en política y lo hice con las mejores intenciones; algunas cosas salieron perjudiciales, pero yo hice todo con una rectitud de intención y una congruencia que sigo sosteniendo”.
Al paso de los años, el político ha colectado objetos que pertenecieron a Francisco y Gustavo Madero, y sueña con depositarlos un día en un museo de Chihuahua. Solo dos cosas personales de Gustavo A. Madero se quedará él como suyas. Una, el fistol que el prócer llevaba en la solapa cuando fue asesinado, y que después la viuda recuperó para obsequiarlo a Evaristo, el padre del senador. El otro objeto del tío abuelo Gustavo que conservará son unas mancuernas personalizadas, que hace algunos años, inesperadamente, le encomendó un pariente lejano. Como si la Historia tuviese intuición, el último de la estirpe encontró un accesorio que, desde la antigüedad del pasado, llevaba inscritas a fuego las iniciales del que sería su propio nombre: GM.
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