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COLUMNA
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Las razones del parón de Janssen

Las agencias estadounidenses han enviado un aviso a los sistemas sanitarios

Javier Sampedro
La suspensión de la vacuna por las agencias norteamericanas sigue la estela de AstraZeneca en Europa.
La suspensión de la vacuna por las agencias norteamericanas sigue la estela de AstraZeneca en Europa.Szilard Koszticsak (EFE)

Detener la distribución de una vacuna anticovid transportable, asequible y eficaz en una sola dosis por un 0,0001% de trombos entre la población vacunada desafía la razón y hasta el sentido común, pero es justo lo que ha ocurrido con el producto de Janssen, la filial farmacéutica del gigante estadounidense Johnson & Johnson. Peor aún, esta vez no se trata de una reacción política en cadena, como fue el caso de los países europeos con la vacuna de AstraZeneca, sino de una recomendación conjunta de las dos agencias estadounidenses relevantes (FDA y CDC), ambas referencias científicas mundiales. No entender algo resulta francamente irritante, así que vamos a echar un vistazo a las tripas de esa decisión. El diablo mora en los detalles.

La motivación de las agencias norteamericanas tiene varios componentes. Uno es meramente científico, es decir, estimulado por la necesidad de saber que suele mostrar este gremio. La cuestión es que los trombos, por extremadamente raros que sean, siguen una pauta bien curiosa. Los seis casos identificados en Estados Unidos (entre siete millones de vacunados con Janssen) son en mujeres jóvenes, sus trombos son de un tipo infrecuente (en las venas profundas del cerebro o el bazo), van asociados de forma poco intuitiva a un bajo censo de plaquetas (células coagulantes) y se parecen notablemente a los asociados a la vacuna de AstraZeneca.

Los expertos de la FDA y los CDC quieren saber si hay un “efecto de clase”, es decir, un problema general con todas las vacunas basadas en adenovirus (virus del catarro común). Esto no solo afectaría a Janssen y AstraZeneca, sino también a la rusa Sputnik V y la china de CanSino. Todas ellas se basan en la misma técnica, que es colarle a un adenovirus desactivado un gen del SARS-CoV-2. La hipótesis más simple aquí es que los trombos se deban al adenovirus en sí mismo. Un 0,0001% de la población sería, según esta idea, propensa a disparar una respuesta inmune aberrante frente al adenovirus. Hay investigaciones en marcha para aclarar este asunto.

Una segunda motivación de las agencias para detener Janssen es que esos trombos especiales no se han visto con las vacunas de última generación basadas en mRNA (o ARN mensajero), que son Pfizer y Moderna, de las que ya se han pinchado 180 millones de dosis en Estados Unidos. No hay ninguna sospecha de nacionalismo aquí, puesto que las tres vacunas han sido creadas en Estados Unidos.

Peter Marks, un alto cargo de la FDA, y otros expertos de los CDC, sostienen que la medida de parar la vacuna de Janssen proviene de “una plétora de precaución” (abundance of caution), y que la clave para tomar la decisión no ha sido estrictamente científica. Lo que ocurrió más bien es que las agencias percibieron la necesidad de enviar una señal a los laboratorios y los sistemas de salud: que deben estar atentos al tipo de gente propensa a sufrir trombos tras la vacunación. Como forma de enviar un aviso a los médicos y sus jefes, no cabe duda de que la decisión ha resultado un éxito clamoroso. Otra cuestión es si el mensaje se podría haber emitido de alguna otra forma.

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