No solo el fiscal debe resarcir daños
Jueces y periodistas destrozan vidas por no contrastar hechos dados que dan por ciertos
Javier Cercas, escritor y columnista de EL PAÍS, se declara “impostor” entre periodistas, pero ojalá en los medios abundaran más supuestos impostores como él, que en sus libros y artículos ha desmontado mentiras instaladas en periódicos sobre el golpe del 23-F, el inventado derecho a decidir o un falsario superviviente de campos nazis.
El pasado día 1, Cercas recordó en la entrega de diplomas del Máster UAM-EL PAÍS que, en estos tiempos en los que las trolas tienen tanto éxito, “no basta con decir la verdad, sino que (en los periódicos) hay que desmontar las mentiras”. Los recientes carpetazos judiciales a dos supuestas tramas corruptas —caso Cursach en Mallorca y una pieza del caso Innova en Tarragona— han puesto de relieve que ni los jueces ni los informadores han hecho sus deberes.
Los nueve años de investigación del “mayor caso de corrupción destapado en Mallorca”, como era calificado en EL PAÍS y otros medios, se zanjó el 30 de noviembre con la absolución de Bartolomé Cursach, empresario del ocio nocturno, y una veintena de colaboradores, policías locales o funcionarios acusados de crear una trama de extorsión contra competidores de Cursach.
Entre lágrimas, el fiscal Tomás Herranz lamentó que las calumnias contra los acusados provocaron su “muerte civil” pese a que no hicieron “nada delictivo”. Herranz explicó que su exposición constituía “un intento mínimo de reparar el daño producido” por una causa que derivó en “un fracaso total” de la Justicia.
¿Y la prensa? ¿No debe hacer autocrítica? El lector Joan Artiach se pregunta: “¿La responsabilidad de los periodistas queda en nada?” Se trata de preguntas lógicas, porque los medios han propiciado con cientos de informaciones esa muerte civil de los acusados. El fiscal Herranz recordó cómo se acumulaban falsas denuncias y agregó: “Lo peor es que todo se publicara (en la prensa)”.
Está claro que los informadores se limitaban a reflejar acusaciones, testimonios y diligencias judiciales sin valorar las versiones contrarias. No seguimos esta vez ese principio de que “la impostura suele tener apariencia de verdad”, como empezaba una de las informaciones que en su día sí hicimos para desbaratar la teoría de la conspiración sobre los atentados del 11-M.
En el caso Cursach no se tuvo en cuenta ese principio, pese a que hubo alarmas claras: el primer juez de la causa fue apartado en 2017 por haber perdido “la apariencia de imparcialidad” y ahora espera juicio por detención ilegal o coacción a testigos; entre estos, una falsa dueña de un burdel que chateaba con el juez; hubo testimonios “marcianos”, plagados de inventos o mentiras y la policía no comprobó muchas denuncias de extorsión.
Pese a las alarmas, a Cursach le llamábamos “el pachá de la noche mallorquina”, y a sus colaboradores, consiglieri (como a los asesores de los capos mafiosos), mientras publicábamos que “el 80% de las irregularidades de la mafia policial” de Mallorca estaban relacionadas con negocios de Cursach.
Esta vez EL PAÍS ha informado en cuatro noticias de la absolución múltiple del caso Cursach. No es lo habitual. Publicamos continuamente noticias de detenciones o acusaciones, pero silenciamos muchos casos que acaban en absoluciones.
El pasado día 27, Josep Poblet Tous, expresidente de la Diputación de Tarragona y exalcalde de Vila-seca, escribió al periódico para decir que un mes y medio antes había sido absuelto de delitos de corrupción de los que este periódico había informado profusamente desde 2014. Poblet y varios funcionarios municipales fueron imputados por malversación y prevaricación a raíz de presuntos pagos irregulares en la construcción del Centre d´Alta Resolució en Vila-seca.
La causa se cerró el 6 de octubre sin consecuencias para los acusados. El periódico no lo ha contado. “Ni una sola palabra”, criticó Poblet. “No me parece justo, ni digno del periódico (…) No he podido encontrar una sola línea con el resultado final totalmente favorable a mis compañeros y a mí. ¡Qué lástima!”
Periodistas que han seguido estos casos señalan que los informadores no tienen los medios ni los recursos para contrarrestar afirmaciones que se hacen en documentos judiciales, a los que se les presume veracidad. Además, reproducir o resumir en un periódico esos informes exime de responsabilidad al periodista.
Todo eso es cierto, pero resulta necesario escuchar las otras versiones, no fiarse. Cercas lo decía el día 1: “Si haces tus deberes y hablas con las personas, al final la verdad sale”. A los periodistas nos conviene copiar las recetas de impostores como este.
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