La falta de fertilizantes rusos asfixia las cosechas africanas. Cinco claves para la autosuficiencia
La guerra en Ucrania amenaza con hundir la productividad del campo en África, un continente castigado por el cambio climático. Una de las claves para evitarlo, según los expertos, es reducir la dependencia exterior y aumentar la producción y el comercio internos de abonos
A África subsahariana, la dependencia le está costando cara. La región importa en torno al 90% de sus fertilizantes y hasta hace un año, países como Ghana, Mauritania y Costa de Marfil compraban entre un 20 y un 50% de sus abonos a Rusia, el principal exportador mundial de nutrientes agrícolas. Luego estalló la guerra en Ucrania y se desató un efecto dominó que está llevando a millones de familias africanas al borde de la hambruna. Rusia fijó cuotas de exportación de fertilizantes para garantizar el suministro de su mercado interior; mercados más atractivos que el africano se hicieron con buena parte de las existencias; la Unión Europea y Estados Unidos impusieron sanciones al comercio ruso.
Los precios se dispararon influenciados por la inflación y por el encarecimiento del gas natural, que se usa para producir abonos nitrogenados. Cuantos menos abonos hay, más caros se venden y menores son las cosechas y mayor la probabilidad de que los precios de los alimentos básicos en África, que en 2050 alimentará a un cuarto de la población mundial, sigan aumentando este año. En Etiopía, por ejemplo, los precios de los fertilizantes aumentaron más de un 164 por ciento el año pasado y según calcula el Banco Africano de Desarrollo, la producción agrícola del continente podría sufrir una caída del 20%.
Nigeria tiene la capacidad industrial para producir, por lo menos, las tres quintas partes de la urea, abono a base de nitrógeno, a mercados globales. Pero es más sencillo, y mucho más rentable, vender este abono a mercados globales. En 2021, Nigeria vendió el 87% de su urea a Brasil, y en 2022 fletó cargamentos a países como India, México y Estados Unidos, mientras que su vecino Malí solo pudo hacerse con la mitad de los fertilizantes que necesitaba ese año, según Africa Fertilizer, proveedor líder de datos e información sobre la cuestión.
Los expertos alertan sobre los efectos de los subsidios, sobre todo si están mal diseñados: en el Norte Global, están promoviendo el uso excesivo de fertilizantes, y en el Sur Global, pueden distorsionar un mercado que está luchando por levantar cabeza
Planeta Futuro ha hablado con expertos africanos e internacionales en desarrollo rural, comercio internacional y salud del suelo. Los especialistas aportan cinco claves para comprender cómo se ha llegado a ese punto y qué medidas se deben adoptar para que el África subsahariana logre la autosuficiencia en materia de abonos y, en última instancia, de alimentos:
1. El mundo requiere menos fertilizantes sintéticos. África necesita más
El planeta se enfrenta a una pérdida masiva de biodiversidad y cambios galopantes en el clima, y el uso excesivo de abonos minerales en lugares como Europa, China e India está contribuyendo a ambos problemas. Paradójicamente, África necesita más fertilizantes minerales, no solo para producir más, sino para hacerlo de forma más sostenible.
“En África subsahariana, la mayor parte de los alimentos se han producido a base de agotar los nutrientes del suelo e ir expandiendo la frontera agrícola a nuevas tierras”, explica el experto del Banco Mundial Chakib Jenane, responsable de prácticas agrícolas y alimentarias para África Occidental y Central. “Ello está degradando el entorno natural y aumentando la fragilidad [de las comunidades]”. Donde hay bosques, la expansión de los cultivos se hace a su costa.
Hasta un 65% de las tierras productivas africanas están degradadas por el sobreúso, la erosión y unas lluvias cada vez más erráticas por el cambio climático. Y cuanto más inciertas son las cosechas y peores las conexiones con los mercados locales, menos probable es que los pequeños agricultores se arriesguen a invertir en fertilizantes, atizando el círculo vicioso de la pobreza. África subsahariana es la zona que menos fertilizantes usa del mundo —unos 17 kilogramos por hectárea, frente a la media global de 135— y menores rendimientos de cereales obtiene.
En junio, la Unión Africana realizará una cumbre sobre fertilizantes y salud del suelo para fijar la hoja de ruta para la próxima década.
2. En África es más barato importar abono de Europa
África tiene recursos naturales para producir parte de sus propios fertilizantes. Nigeria, Mozambique y Argelia tienen reservas de gas natural, que se utiliza para manufacturar abonos a base de nitrógeno; Marruecos, Tanzania y Sudáfrica tienen depósitos significativos de rocas de fosfato, y la República Democrática del Congo tiene potasio. Sin embargo, son pocos los países con la capacidad industrial y financiera de transformar esas materias primas en abono. Y aunque lo consigan, como es el caso de las empresas Dangote e Indorama en Nigeria, hay demasiadas barreras tarifarias, regulatorias y de transporte para que sea rentable vender la mayor parte de la producción en el mismo continente.
“Puede sonar ridículo, pero para países de África oriental, es más barato importar urea desde el mar Báltico [Rusia, Bielorrusia] que desde Nigeria,” dice desde Kenia Sebastian Nduva, responsable de la base de datos Africa Fertilizer del Centro Internacional de Desarrollo de Fertilizantes (IFDC). Incluso a un país como Ghana le sale mucho más a cuenta importar urea desde Europa que desde la vecina Nigeria, constata su compañero Fred Gyasi desde África occidental.
Por ejemplo, en 2021, España era el cuarto exportador de abonos a Costa de Marfil y el quinto a Ghana, unos ránkings encabezados por Marruecos y Rusia, respectivamente, según datos facilitados a este diario por Africa Fertilizer. El conjunto de África subsahariana importaba en torno a la mitad de sus abonos a base de potasio y casi un cuarto de sus fosfatos de Rusia y, en menor medida, de Bielorrusia, estima el Banco Mundial. En mayo de 2021 entró en vigor el acuerdo para el Área de Libre Comercio Continental, pero las barreras al comercio dentro de los países africanos siguen en pie.
3. El continente es grande; su mercado, pequeño y fragmentado
África solo representa el 3,5% del consumo global de fertilizantes, lo que la convierte en un mercado muy poco atractivo. “Cuando hay escasez de abonos, como es el caso ahora, grandes consumidores como Brasil e India tienen las de ganar”, indica Charlotte Hebebrand, portavoz del Instituto Internacional de Investigación Sobre Políticas Alimentarias (IFPRI) y exdirectora general de la Asociación Internacional de la Industria de Fertilizantes.
Si además de ser un mercado pequeño, está fragmentado, y a ello se le suman procesos de compra pública opacos, impagos y políticas enfrentadas, el resultado es la dependencia de países productores como Rusia, Arabia Saudí e Israel y de los vaivenes geopolíticos globales.
4. África necesita tierras sanas y nutrientes orgánicos para alimentar a un cuarto de la humanidad en 2050
Dentro de 30 años y al ritmo actual, una de cada cuatro personas en el mundo será africana. Para alimentar a su población, África deberá adoptar prácticas agrícolas que mejoren la productividad y, de forma simultánea, restauren la salud del suelo, aumenten su capacidad de secuestrar carbono y den un sustento digno a los agricultores, coinciden los expertos consultados.
“Aumentar el uso de fertilizantes [minerales] no es ni mucho menos una panacea”, enfatiza desde Kenia Rebbie Harawa, directora para África Oriental y del Sur de ICRISAT, un centro de investigación internacional de referencia sobre cultivos en los trópicos semiáridos. “Es indispensable combinarlos con fuentes de nutrientes orgánicos como parte de una estrategia más amplia para gestionar la fertilidad del suelo.”
El estiércol, el compost y las plantas leguminosas, que fijan nitrógeno de la atmósfera, aportan nutrientes orgánicos y aumentan la eficacia de los fertilizantes minerales.
5. El futuro: más eficiencia y menos subsidios
Una cuestión pendiente en todo el mundo es usar los fertilizantes de forma más eficaz para reducir los costes, pero sobre todo para evitar los impactos en la biodiversidad y el clima. Jenane, del Banco Mundial, ofrece un par de datos: desde la revolución industrial, el uso de abonos químicos ha aumentado en casi un 20% la cantidad de óxido nitroso, un gas de efecto invernadero. De hecho, la cantidad de nitrógeno que la actividad humana ha liberado al medio natural —aguas, suelos, aire— supera a la de dióxido de carbono.
Para mejorar la eficiencia hacen falta mejores técnicas y políticas. En el plano de las políticas, los expertos alertan sobre los efectos de los subsidios, sobre todo si están mal diseñados: en el Norte Global, están promoviendo el uso excesivo de fertilizantes, y en el Sur Global, pueden distorsionar un mercado que está luchando por levantar cabeza.
“En algunos casos, es preferible transferir el dinero a agricultores de subsistencia y ayudarles a mejorar sus prácticas”, dice Hebebrand de IFPRI. Investigaciones de este centro en Malaui, por ejemplo, muestran que dar dinero a pequeños agricultores en apuros funciona mejor que subsidiar fertilizantes para todos los campesinos del país.
Para países de África oriental, es más barato importar urea desde el mar Báltico [Rusia, Bielorrusia] que desde NigeriaSebastian Nduva, responsable de la base de datos Africa Fertilizer
Otras políticas conciernen al Norte Global. Si el mundo redujera a la mitad la pérdida y el desperdicio de alimentos, habría suficientes frutas y verduras disponibles para cubrir la cantidad recomendada por persona y día. También harían falta menos fertilizantes, según un informe de la FAO sobre el impacto de global de la guerra de Ucrania.
En el plano técnico, están estrategias como la microdosificación, que consiste en aplicar pequeñas cantidades de abono con las semillas o al mes de la germinación, en lugar de esparcirlo a ciegas por todo el campo. Realizada en el momento oportuno, puede aumentar el rendimiento agrícola de un 43 a un 120%, según Harawa de ICRISAT.
En paralelo, en Sudáfrica se está construyendo una planta para generar ‘amoníaco verde’, un componente de los fertilizantes a base de nitrógeno que se producirá fragmentando con moléculas de agua con energías renovables. El agua, desalinizada, procederá de una planta de sal de mesa. A partir de 2026 se prevé empezar la producción de lo que algunos ya consideran uno de los fertilizantes del futuro.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra ‘newsletter’.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.