El poder de un archivo (y viceversa)
La presentación de los papeles presidenciales de Felipe González reúne a una decena de exministros socialistas
“La lucha de la memoria contra el olvido es la lucha de los hombres contra el poder”. José María Maravall intercambió este jueves el orden del sujeto y el atributo en esa cita de Milan Kundera para subrayar la importancia de preservar los documentos del pasado. Lo hizo en el acto de presentación del archivo de Felipe González, accesible ya en la web de la fundación que lleva su nombre. Lo curioso es que el titular de la cartera de Educación y Ciencia entre 1982 y 1988 evocó la reflexión kunderiana en un auditorio –el de la Fundación Telefónica de Madrid- en el que se sentaban una decena de exministros socialistas como él: de Alfredo Pérez Rubalcaba a Rosa Conde pasando por Joaquín Almunia, Javier Solana o Ángeles Amador. Los titulares del poder político durante los casi 14 años de gobiernos de González.
En primera fila estaba el propio expresidente, que no intervino en la presentación pero que antes de que empezara anunció a los periodistas que iban a asistir a un acto “contracultural”. “Ahora que todo el mundo borra sus tuits”, aclaró, “yo hago lo contrario”. Lo contrario es hacer públicos 2.912 documentos, entre ellos, los 90 cuadernos manuscritos en los que tomó nota de los avatares gubernamentales entre 1985 y 1993. Son el 70% de los blocs archivados en un fondo que cuenta con medio millón de documentos y que, con las restricciones que imponen las leyes de protección de datos o de secretos oficiales, en los próximos años irá saliendo progresivamente a la luz.
Reunirlos, digitalizarlos y subirlos a la Red para su libre consulta fue la misión que se impuso María González cuando, por enésima vez, oyó decir a su padre que nunca escribiría unas memorias. La hija del expresidente recordó ayer la frase que su madre, Carmen Romero, les repetía continuamente a ella y a sus hermanos cuando vivían en el Palacio de La Moncloa: “Esta no es nuestra casa. No os olvidéis de eso”. “Este no es mi archivo ni el de mi familia”, apostilló ayer. Luego subrayó el carácter “esencialmente público” de unos papeles que tuvo que reunir atravesando, en palabras de Maravall, “los páramos de Castilla-La Mancha” de sede en sede del PSOE y de casa particular en casa particular. Desde ayer cualquier cibernauta puede teclear en el buscador del Archivo de Felipe González el nombre de muchos de los presentes en su puesta de largo. Los clásicos lo llamaban historia viva. La Fundación González, “Memoria Cívica”.
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