Ring, el videoportero de Amazon que triunfa en EE UU y preocupa en Europa
En las puertas de los hogares estadounidenses han florecido cámaras inteligentes, en muchos casos conectadas con la policía. Su popularidad azuza el debate sobre los límites de la privacidad
Hay una nueva categoría de dispositivos que se han abierto hueco con tremenda rapidez en EE UU. Y, pese a su éxito en ultramar, a este lado del Atlántico plantea dudas en materia de privacidad. Se trata de los timbres inteligentes, o videoporteros conectados. Son pequeños aparatos que se colocan en la puerta de entrada de las casas y que tienen un botón (el timbre) y una videocámara. El más popular es Ring Doorbell, de Amazon. La idea de fondo es simple: cuando alguien llame y no estemos, podremos ver desde nuestro móvil o tableta quién está ahí e incluso hablar con el visitante. Se puede conectar a la cerradura y abrir la puerta de forma remota y, pagando una suscripción, permite almacenar las grabaciones en la nube de Amazon (AWS) hasta seis meses.
También se puede usar para observar a la gente que pasa por la calle y grabarla sin su consentimiento. O para extorsionar a quien cometa alguna infracción frente al portal equivocado. Se está poniendo de moda subir a las redes sociales, especialmente a TikTok, Facebook e Instagram, clips de vídeo registrados con estas cámaras, a menudo haciendo mofa de los involuntarios protagonistas. Derek Lipp, una estrella de la plataforma china de vídeos cortos, acumula más de 691 millones de visualizaciones de #ringseries, vídeos grabados íntegramente con la cámara de Ring.
Amazon domina con Ring un mercado en auge en el que conviven otras opciones, como Nest, de Google. En 2020, dos años después del lanzamiento de Ring Doorbell, se vendieron casi millón y medio de este tipo de dispositivos y, según una encuesta de 2019, una cuarta parte de la población estadounidense tenía intención de hacerse con uno de ellos. La aplicación Neighbors, también de Amazon y solo disponible en EE UU, permite crear una comunidad de vecinos en la que se intercambian alertas y comparte información con otros usuarios de dispositivos Ring. El año pasado se puso a la venta también en ese país Always Home Cam, una cámara-dron que se desplaza por el hogar en rutas predefinidas. Paralelamente, la compañía ha cerrado acuerdos con diversos departamentos de policía de EE UU (las estimaciones van desde 400 hasta los 1.771 que cuenta el portal CNET) para que, a cambio de recibir cámaras Ring, puedan solicitar a los usuarios las grabaciones que les interesen.
Los asistentes de voz Alexa son los oídos de Amazon en los hogares; las cámaras Ring, sus ojos. “Parece que no nos fijamos demasiado en la historia. La popularidad de Ring me sorprende mucho. ¿Acaso no hemos aprendido nada de los totalitarismos?”, se pregunta en conversación con EL PAÍS Virginia Eubanks, profesora en la Universidad de Albany (Nueva York) y autora de La automatización de la desigualdad (Capitán Swing). Cinco senadores liderados por el demócrata Edward J. Markey solicitaron por carta ya en 2019 al entonces CEO de Amazon, Jeff Bezos, que explicara qué medidas de ciberseguridad y protección de la privacidad iba a implementar para proteger los derechos de los usuarios. “Si eres un adulto paseando al perro o un niño jugando en la acera no deberías temer que los productos Ring amasen metraje de ti o que las fuerzas de seguridad almacenen indefinidamente o compartan esas imágenes con terceros”, escribió Markey.
Han pasado tres años y la explosión del fenómeno Ring está azuzando el debate en EE UU. ¿Qué pasa con el derecho a la privacidad de quienes desfilan ante el pequeño ojo indiscreto digital? ¿Se puede grabar indiscriminadamente a quien pase por allí? La respuesta, tal y como recoge Wired, es que sí. En el país norteamericano es legal tomar imágenes de cuanto suceda en la propiedad de uno mismo. Y como no hay una ley de privacidad propiamente dicha, es muy difícil lograr que se retire una publicación en la que salgan imágenes de uno a menos que se demuestre hayan producido pérdidas económicas.
En Europa, región que Ring considera “de importancia crítica” para su estrategia, la situación es distinta. Una juez dio la razón el año pasado a una ciudadana de Oxfordshire, Inglaterra, que denunció a su vecino por haberla grabado. Se quejó de que el dispositivo Ring enfocaba a su garaje y parte de su jardín. El juez consideró que el dispositivo “invadía injustificadamente” su derecho a la privacidad y multó al vecino. Amazon sacó un comunicado subrayando que sus clientes debían asegurarse de usar los productos con arreglo a la ley.
En la UE, la situación es similar. Las casas, como los comercios, pueden usar cámaras de vigilancia, pero siempre que se limiten a grabar sus propias instalaciones o la entrada. “En teoría no puedes registrar lo que pasa por la calle, por eso está prohibido en España que los coches lleven cámaras, como sí sucede en otros países”, señala Borja Adsuara, consultor y experto en derecho digital. “Como suele pasar con este tipo de cosas, el mero hecho de que existan es una bomba de relojería. Porque siempre se crean con buenas intenciones, pero hay gente muy imaginativa para hacer el mal”, subraya Adsuara. Amazon despidió, de hecho, a cuatro empleados en 2020 por haber hecho uso indebido de las imágenes registradas por los dispositivos Ring.
El Gran Hermano en casa
Pero Ring y sus competidores como Nest no solo recogen imágenes y audio. Una investigación de la Electronic Frontier Foundation (EFF) reveló que “la aplicación está plagada de rastreadores de terceros que mandan una gran cantidad de información personal” a otras empresas. Entre ellas se encuentra Facebook, que recibe datos de cuándo se usa el sistema y desde qué tipo de dispositivo.
El trabajo de EFF reveló que los timbres inteligentes de Amazon mandaban a cuatro de las principales empresas de análisis y comercialización de datos (conocidas como data brokers) información como “los nombres, las direcciones IP privadas, los operadores de redes móviles, los identificadores persistentes y los datos de los sensores de los dispositivos de los clientes de pago”. Con esa información debidamente cruzada y procesada, los rastreadores “pueden espiar lo que un usuario está haciendo en su vida digital y cuándo lo está haciendo”. Ring asegura que eso ya no pasa. “Hemos tomado medidas para ayudar a proteger los dispositivos Ring del acceso no autorizado”, explica una portavoz de la compañía.
Luego está el riesgo de que un tercero intercepte las grabaciones de los usuarios. Cualquier material digitalizado y conectado es susceptible de ser hackeado. Otra investigación periodística, en este caso a cargo de Vice y Motherboard, demostró en 2019 lo fácil que era entrar en estos dispositivos. A los periodistas les bastó con descargarse un software que circulaba por internet para poder controlar la cámara y el micro de otros dispositivos. Lo mismo que hace el programa espía Pegasus con los móviles. La compañía fundada por Jeff Bezos dijo poco después de revelarse este fallo que había mejorado la seguridad de sus sistemas.
“Creo que la gente no es consciente de la privacidad que está cediendo cuando usa estos dispositivos. Si no piensas en las consecuencias sistémicas, solo ves las posibles ventajas”, reflexiona la filósofa Carissa Véliz, profesora de filosofía y ética en la Universidad de Oxford y autora de La privacidad es poder (Debate). “A mí lo que me preocupa es que si tenemos aparatos como Alexa o Ring a los que puede acceder la policía en cualquier momento, ¿qué diferencia hay con tener la policía en tu casa?”.
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