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Roy Cohn: claves para entender al ‘mentor’ de Donald Trump

El entonces joven empresario aprendió algunos de sus trucos más usados de una de las figuras más controvertidas de la segunda mitad del siglo

Roy Cohn y Donald Trump durante la inauguración de la Torre Trump en Nueva York, en octubre de 1983.
Roy Cohn y Donald Trump durante la inauguración de la Torre Trump en Nueva York, en octubre de 1983.Sonia Moskowitz (Getty Images)
Alonso Martínez

“Ataca, ataca, ataca. No admitas nada y niega todo. No importa lo que suceda, reclama la victoria y nunca aceptes la derrota”, esas fueron las tres reglas principales bajo las que trabajó Roy Cohn, el abogado estadounidense que dejó una fuerte marca en la segunda mitad del siglo XX. Esas mismas líneas forman parte del guion de The Apprentice, la película más reciente del director iraní-danés Ali Abbasi escrita por el periodista Gabriel Sherman, en la cual Cohn aparece como el mentor de un joven Donald Trump.

La película —a pesar de ser descrita como un “justo y balanceado retrato del expresidente” por el director— ha generado fuertes reacciones en el entorno de Donald Trump. Steven Cheung, director de comunicaciones de la actual campaña presidencial del republicano, amenazó con iniciar acciones legales en contra del filme. Los abogados de Trump enviaron una carta de cese y desistimiento e intentaron bloquear la distribución y publicación de la película. Sin embargo, a pesar de las amenazas, no se ha comenzado ningún proceso legal en contra de esta obra inspirada en hechos reales.

¿Quién fue Roy Cohn?

Roy Marcus Cohn nació en la ciudad de Nueva York en una familia judía adinerada y con varias conexiones políticas. Su padre, Albert Cohn, fungió como juez en la Suprema Corte de Nueva York, por lo que Roy aprendió desde joven a navegar dentro de la carrera en política y las leyes. Se graduó en la Escuela de Derecho de Columbia a los 20 años y rápidamente ganó reputación por tener una fuerte ambición y una gran habilidad legal. Su primer caso importante, el cual le daría fama nacional, fue como fiscal en el juicio de Julius y Ethel Rosenberg en 1951, donde tuvo un papel clave.

Los Rosenbergs fueron acusados de espionaje, en concreto por darle secretos atómicos a la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Cohn ayudó a asegurar su condena. A pesar de que existían dudas sobre la evidencia contra los Rosenbergs, Cohn operó como un fiscal despiadado, lo que convirtió el caso en uno de los más controvertidos de la historia legal de Estados Unidos. Mientras se esperaba que Ethel Rosenberg tuviera una sentencia leve o que se retiraran sus cargos, Cohn impulsó que fuera sentenciada a muerte junto con su esposo. Con el caso, se ganó la imagen de estar dispuesto a cualquier cosa para conseguir lo que él consideraba justicia.

Después del caso, Cohn se convirtió en el abogado principal del Senador Joseph McCarthy durante el punto más alto del Temor Rojo. Cohn operó como la mano derecha de McCarthy y tuvo un papel clave en las audiencias del Senado contra oficiales del gobierno, figuras de Hollywood, y otros acusados de tener alianzas u opiniones comunistas sin evidencias considerables, lo que creó un clima de miedo y sospecha en el Gobierno estadounidense.

Su estilo agresivo durante las audiencias y el uso de tácticas con dudosa ética y pocos escrúpulos lo convirtieron en una figura conocida y polémica, que causaba tanto miedo como desprecio. Junto con McCarthy llevó a cabo interrogatorios despiadados, lo que destruyó carreras y reputaciones basadas en solo acusaciones sin sustento. Durante ese tiempo incluso llegó a perseguir a personal del Ejército de Estados Unidos en las audiencias de McCarthy y el Ejército en 1954, que fueron televisadas y expusieron las tácticas de Cohn y McCarthy, que acabó siendo censurado por el Senado.

Jeremy Strong, as Roy Cohn, and Sebastian Stan, as Trump, in 'The Apprentice.'
Jeremy Strong, como Roy Cohn, y Sebastian Stan, como Trump, en 'The Apprentice'.

Nueva York y Donald Trump

Durante las décadas de los sesenta, setenta y ochenta, Roy Cohn trabajó como abogado para algunas de las familias más poderosas y adineradas de Nueva York, y tuvo clientes de distintos tipos: de jefes de la mafia a magnates de negocios. Mantuvo la fama de ser absolutamente leal con sus clientes mientras usaba una técnicas y estrategia legal siempre al límite de lo permitido. Sus conexiones en el mundo político le permitieron desarrollar una importante influencia en la alta sociedad de Nueva York. Y esto fue lo que eventualmente lo llevó a Donald Trump (o viceversa).

Durante los setenta, Trump era un promotor inmobiliario que ya poseía más de 14.000 departamentos en Brooklyn, Queens y Staten Island. Cohn fue su abogado después de que el Departamento de Justicia acusara al magnate y a su padre Fred C. Trump de violar la Ley de igualdad de vivienda de 1968 en 39 de sus edificios. El departamento alegó que había prácticas discriminatorias y que los edificios rechazaban vender departamentos a personas por su color de piel. Cuando se le cuestionó sobre los cargos, Trump dijo que era “absolutamente ridículos”.

Dos meses después, Cohn presentó una contrademanda contra el Gobierno por 100 millones de dólares. Afirmaba que los cargos presentados contra el empresario eran “irresponsables” y que “no tenían sustento”. The New York Times publicó que Trump acusó al Departamento de Justicia de elegir su empresa por su tamaño y porque el Gobierno “quería obligarlo a rentar apartamentos a personas que recibían asistencia social”. A pesar de que un juez federal desechó la demanda y la llamó una pérdida de “tiempo y papel”, Trump llegó a un acuerdo fuera de la corte en 1975 sin admitir su culpa.

Tony Schwartz, el autor fantasma del libro de Trump The Art of the Deal, escribió que si alguien acusaba al magnate de hacer algo incorrecto, “él regresaría, disparando todas sus pistolas, sin admitir nada”. También dijo que si Trump pierde alguna vez, siempre “declarará la victoria”, lecciones que parece haber tomado directamente de Cohn, en particular de su estilo combativo y de su habilidad para dar batallas legales a través de contraataques agresivos y con la manipulación de los medios. Aunque el caso le dio publicidad negativa, su contraataque al Gobierno le benefició. A los pocos años se escribiría de él como uno de los empresarios más interesantes, imagen que mantendría en el futuro a pesar de sus problemas legales.

En 1984, a Roy le diagnosticaron sida, una enfermedad muy estigmatizada entonces. Él negó el diagnóstico y alegó que tenía cáncer de hígado. A los dos años fue inhabilitado para ejercer abogacía por su conducta poco profesional y poco ética, lo que llevó a Trump a alejarse de él, a pesar de que Cohn aún mantenía un lugar privilegiado en la élite de Nueva York. Murió al poco tiempo, en agosto de 1986.

La imagen pública de Roy Cohn como abogado implacable contrastó con su vida privada, plagada de contradicciones. Cohn se alió con políticos contrarios al colectivo LGBTQ y se opuso a los derechos de los homosexuales, a pesar de que se reconocía como homosexual. Esta tensión fue representada después en la serie Angels in America, de Tony Kushner, donde Cohn se enfrenta al odio hacia sí mismo y a la disonancia entre su vida personal y su vida pública, al tiempo que conserva el poder político.

Donald Trump y Roy Cohn
Donald Trump, Ed Koch y Roy Cohn en la inauguración de la Torre Trump en 1983.Sonia Moskowitz

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