El triunfo de la coca en Bolivia
El líder cocalero Evo Morales, vetado por EE UU y rebelde ante el sistema, aspira a que el Congreso lo elija presidente
Es un indígena quechua, sin estudios superiores pero con una carrera sindical de 15 años en el sector más combativo y rebelde del espectro social boliviano: el cocalero. Es, hoy, un dolor de cabeza para Gobierno y empresarios. Es la sorpresa que el electorado boliviano ha deparado a la desprestigiada clase política del país más pobre de la región. Es Evo Morales Ayma.
Nadie se lo esperaba. Ni él, ni el Movimiento al Socialismo (MAS) que lo apoya, llegó a soñar con tal caudal en las urnas que lo llevó el 30 de junio a superar por 721 votos al gran favorito, el capitán Manfred Reyes Villa, relegado a un tercer lugar detrás de Gonzalo Sánchez de Lozada (22,40% de sufragios) y de Morales (20,97%).
'Si nuestras propuestas no se aprueban en el Parlamento, saldremos a las calles'
El Parlamento, donde el MAS logró el segundo lugar en número de escaños, elegirá el próximo mes entre los dos candidatos más votados -Sánchez de Lozada, del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), y Evo Morales- al nuevo presidente de Bolivia, por mayoría absoluta.
'No vamos a negociar para gobernar. Los votos deben venir voluntariamente de los otros partidos que comparten nuestros principios', asegura Morales a EL PAÍS, al aludir a Nueva Fuerza Republicana (NFR), de Reyes Villa, y al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Jaime Paz Zamora, que coincidieron en su oferta electoral de convocar una Asamblea Constituyente y a recuperar el gas y el petróleo boliviano, hoy en manos extranjeras.
'Esperamos un voto coherente con las propuestas electorales y esperamos un voto incondicional', dice. Desde la recuperación de la democracia en 1982, ningún aspirante a la presidencia logró mayoría absoluta, lo que obligó a pactar acuerdos y alianzas para alcanzar los votos requeridos en el Parlamento. Con esta modalidad -que el pueblo exige cambiar- llegaron las cuotas de poder, los chantajes de los aliados para mejorar prebendas y las dificultades para administrar el país. Todo convergió en la corrupción a gran escala, el descrédito de los partidos y el hartazgo de más de un millón de electores (27%) que no votó.
'El voto digno no se negocia. Evo será presidente, el MAS al Gobierno y el pueblo al poder', promete Morales, quechua oriundo del altiplánico Oruro, que dejó su parcela y sus ovejas para dirigirse, como muchos miles de quechuas y aymaras, a la tropical Cochabamba para sobrevivir a una crisis económica que nunca termina.
Es muy difícil, pero no imposible, que Evo sea presidente. Los partidos que podrían dar su voto, NFR y MIR, no lo harán a favor de quien, como Morales, tiene el veto de EE UU. Ninguno se arriesgaría a perder el visado que, en el caso del MIR, tanto le ha costado recuperar. 'Seguramente van a tener mucho miedo', admite Morales, pero no hace problema de ello. 'Vamos a luchar para llegar a la presidencia, pero si no se puede, pasaremos a la oposición'. Oposición que será muy dura tanto en el Legislativo como en las calles. El cocalero aclara: 'Si nuestras propuestas no se aprueban en el Parlamento, saldremos a las calles'.
Las calles y las carreteras han sido el escenario de la lucha de este indígena autodidacta, de 42 años, que lideró con paso firme las dramáticas marchas indígenas en los últimos 10 años para exigir del Gobierno mejores condiciones de vida y para que las autoridades se percaten de la existencia de miles de marginados del desarrollo.
El 70% de la población boliviana es quechua, aymara, guaraní y de otras 30 etnias amazónicas. Un 40% vive en el área rural en extrema pobreza, sin acceso a servicios básicos y con los indicadores sociales más bajos de Latinoamérica.
La incorporación de Morales a la vida sindical fue fortuita. En realidad, producto de un hecho espeluznante. 'En el curso de una operación antidroga, un jovenzuelo fue acusado de narcotraficante, le echaron gasolina y lo quemaron vivo. Eramos cuatro o cinco jóvenes que no podíamos creer lo que estaba pasando. ¿Cómo nos van a quemar vivos? Si el Gobierno nos quema porque cree que somos narcotraficantes, ¿quién nos va a defender? Tras el cuestionamiento, había que organizarse'.
Empezaron con un sindicato, del que Morales fue secretario de Deportes. En 1988 fue elegido secretario ejecutivo de la Federación del Trópico, cargo que sigue desempeñando hasta el fin de su gestión este año. Desde 1995 es presidente del Comité de Coordinación de las seis Federaciones del Trópico, que agrupa a más de 35.000 productores de hoja de coca en la región cochabambina de Chapare, corazón geográfico de Bolivia. Sus banderas de lucha fueron la defensa de los cultivos de la hoja de coca, materia prima de la cocaína, y el derecho a la tierra de los pueblos originarios, que protestan también por su exclusión y discriminación.
Las huelgas, las huelgas de hambre, las manifestaciones y las largas marchas hacia La Paz fueron instrumentos de lucha con más o menos éxito, hasta que llegaron los bloqueos de la carretera que cruza el país de Este a Oeste, canal de exportaciones e importaciones. Los últimos bloqueos llevaron a la economía al borde del colapso y doblegaron al Gobierno del presidente Hugo Bánzer (1917-2002) pero, como siempre, tras arrancar los acuerdos quedó la desilusión por su incumplimiento.
Los indígenas no pueden explotar la madera de sus tierras, pues la riqueza forestal está reservada para los grandes madereros. Pelean ahora para que los ganaderos no aumenten sus latifundios, en el Este, so pretexto de la carga animal. Buscan que se les otorgue 25 hectáreas por cabeza de ganado. A esto se suma el castigo de una política neoliberal, que ha llevado a la miseria al pueblo boliviano.
'Yo era arrocero', afirma Morales, 'y ganaba bien hasta que mi arroz empezó a ser caro frente al de Brasil. Lo mismo sucede ahora con la piña, cultivo alternativo a la hoja de coca que no tiene mercado y cuyo precio es bajísimo. Te compran 10 piñas por un boliviano (menos de 20 céntimos de euro). La coca te ayuda a sobrevivir. Tiene precio y mercado seguro'.
Evo fue como una piedra en el zapato desde su escaño como diputado por Izquierda Unida. Toda la artillería oficialista en su contra sólo sirvió para crecerle. Intentaron anular su acción con juicios por difamación -después de que Morales acusó a la familia presidencial de haber estado ligada al narcotráfico en los años setenta- y finalmente fue desaforado a petición de la Comisión de Ética por faltas a la deontología parlamentaria, al haberse implicado en actos de sedición y desacato. Su expulsión, rápida, lo aupó aún más pues reflejó una discriminación frente a otro diputado de NFR que defraudó 60 millones de dólares al Estado y no salió del Parlamento hasta pasados dos años.
El espaldarazo a su candidatura le llegó de labios del embajador norteamericano, Manuel Rocha, que advirtió que su país revisaría su cooperación en el caso de que Bolivia llegara a ser gobernada por gente ligada al narcotráfico y al terrorismo. Algunos candidatos se quejaron por este 'voto de reacción antiimperialista' que favoreció a Morales. 'Convertirnos en la segunda fuerza del país es una victoria para las víctimas del modelo económico, para los desposeídos, marginados y humillados'.
Para Morales, es esta gente la que tiene que definir su futuro en la Asamblea Constituyente. Incluido el manejo de sus recursos. Por de pronto, se recuperará el gas y el petróleo. 'Se les acabará la madera a las transnacionales. No han invertido nada, sólo han saqueado el país, han exportado plata. Por eso están temblando de miedo, igual que los corruptos, porque ha llegado la hora de decir basta'.
A Morales no le preocupa un eventual aislamiento económico ni un freno de la ayuda internacional. 'Interesa solamente la alianza con el pueblo, que es nuestra fuerza. Las ayudas no resuelven los problemas de los bolivianos. Tampoco estamos dispuestos a recibir las miserias de EE UU ni a aceptar políticas económicas importadas para generen hambre, miseria, discriminación y desigualdad'.
Morales quiere discutir el pago de la deuda exterior, apoyado en las propuestas de la Iglesia católica y los movimientos contra la globalización, de los que asegura tener todo su respaldo. Quiere fundar un Banco del Pueblo para los pobres de Bolivia, que también apoye a los pequeños agricultores con créditos y sin intereses, quiere fortalecer las empresas sociales y colectivas y las cooperativas como motor del crecimiento en equidad.
En defensa de la hoja sagrada
Evo Morales tiene bien claro el papel que debe jugar la hoja de coca. Desde el imperio incaico hasta ahora, la coca ha sido la columna vertebral oculta de la economía boliviana. Por ello, serán revisados los planes de erradicación total de la hoja sagrada para quechuas y aymaras. 'Nunca habrá coca cero', sostiene. 'No se puede penalizar a la hoja, porque una hoja de coca no comete delito. Se la defiende, se la industrializa con fines benéficos para la humanidad: medicinas, alimentos y abonos naturales, entre muchos otros'.
'Desmilitarizaremos el Chapare. Liberaremos a las Fuerzas Armadas y a la policía del sometimiento a EE UU', afirma, y revela que ganó en votos en ambas instituciones.
Mantener la hoja de coca y sacar a los militares de Chapare, centro geográfico del continente, no significa que se vaya a bajar la guardia en la lucha contra el tráfico de estupefacientes, entre ellos la cocaína. 'Tiene que haber una lucha contra el narcotráfico, pero una lucha totalmente nacional y no impuesta por EE UU'. Ello implicará que los agentes del Departamento Estadounidense Antidroga (DEA) en el país 'se vayan'.
Morales pretende también cerrar la escuela Garras al Valor, financiada por EE UU, para formar tropas de élite antidroga para América Latina. 'Los quechuas y aymaras', afirma, 'no tenemos la cultura de la muerte, sino la de la vida. Queremos defender nuestra coca. No queremos morir de hambre, pero tampoco por bala'.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.