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Militares golpistas controlan una parte del centro de Manila

ENVIADO ESPECIALEl barrio de Makati, centro financiero y comercial de Manita, es todavía reducto de los golpistas sublevados contra la presidenta de Filipinas, Corazón Aquino. Esta área, en la que se asientan varios hoteles y embajadas, volvió a ser ayer escenario de esporádicos tiroteos entre grupos rebeldes y tropas regulares. Centenares de turistas extranjeros están atrapados en tres hoteles de ese barrio sin atreverse a salir. Esta madrugada (hora española), fuerzas gubernamentales se habían desplegado en la zona, aparentemente para iniciar el asalto. Una bomba que estalló en el área causó un muerto y varios heridos.

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El Gobierno no logra todavía hacerse dueño de una situación en apariencia relativamente tranquila; pero que la confusión la está haciendo cada vez más peligrosa. El aeropuerto Ninoy Aquino, de Manila, quedó por fin abierto al tráfico aéreo ayer a primera hora de la tarde, reanudándose muchos de los vuelos nacionales e internacionales que estaban suspendidos desde el pasado viernes.La capital filipina mostraba al caer la tarde una situación de relativa calma. Ni se escuchaban disparos ni tampoco se veían movimientos de tropas. Algunos jeeps de color blanco, con jóvenes armados no uniformados, recorrían unas calles semidesiertas. Motivos navideños lucen ya en varios edificios a la entrada del distrito de Makati, el único bastión de la capital que está en manos de los dos centenares de golpistas que todavía no se han rendido.

Barreras con carteles en los que se advierte no entrar, pero sin ninguna vigilancia militar, han sido colocadas en varias calles de la zona. Desde las azoteas de una docena de rascacielos los francotiradores rebeldes se mantienen vigilantes.

Un hombre sin vida, con pasaporte de Sri Lanka, fue sacado de uno de los edificios que controlan los golpistas. Es el primer extranjero que muere desde que estalló la rebelión, el pasado viernes. No existe confirmación de los rumores según los cuales habrían fallecido también ciudadanos de otras nacionalidades. Dos norteamericanos resultaron ayer ligeramente heridos.

Las escuelas permanecieron cerradas y continuarán así de forma indefinida durante los próximos días, según el Ministerio de Educación. Muchas tiendas siguen sin abrir sus puertas. La mayoría de las oficinas de Makati, los bancos y la Bolsa de Manila, cerraron también.

La magnitud del golpe, el sexto que afronta Aquino desde que llegó a la jefatura de la nación, en febrero de 1986, parece mayor de lo que el Gobierno quiere hacer creer. Cinco generales y al menos una treintena de altos oficiales están implicados en la rebelión que ha sido coordinada, al parecer, por el fugitivo teniente coronel Gregorio Gringo Honasan. Sin embargo, pocos niegan que haya habido una trama política.

Un grupo de dirigentes provinciales y alcaldes de varias ciudades han acusado al vicepresidente de la República, Salvador Laurel, y al senador Juan Ponce Enrile, de estar implicados en la sublevación y han pedido a Corazón Aquino el procesamiento de estos dos líderes de oposición por sus declaraciones en las que justifican el levantamiento.

El auxilio prestado por EE UU para detener la rebelión, además de haber propiciado una cadena de críticas por parte de la clase política y la Prensa del país, se ha convertido en un tema polémico para los Gobiernos de los dos países. El ministro de Defensa filipino, Fidel Ramos, dio ayer una versión de los hechos que no complementa del todo la norteamericana.

Según el ministro, fue Washington quien voluntariamente ofreció ayuda a la presidenta Aquino. Fuentes oficiales norteamericanas han indicado que Corazón: Aquino solicitó al presidente de EE UU, George Bush, que aviones de combate norteamericanos bombardearan las tres bases que los rebeldes ocuparon en el levantamiento. Aconsejado por sus colaboradores, Bush no aceptó tal petición.

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