Obispos
Los boletines de los obispados se están convirtiendo en un material inagotable de exégesis y análisis de la actualidad. En las últimas semanas hemos leído noticias relacionadas con obispos y otras autoridades eclesiales que nos han dejado sobremanera maravillados. Ya es tarde, pero nos hubiera gustado comentar en su momento las palabras que el obispo de Almería lanzó acerca de los sucesos de El Ejido. Eran todo un extraordinario y clásico alegato sobre el papel del mal, es decir del demonio, en las relaciones entre las personas. Lo que había ocurrido en el pueblo almeriense era debido a la actuación del poder del maligno, lo cual no deja de ser una peregrina interpretación del conflicto social en el poniente almeriense. ¿Y cómo no hablar del obispo de Córdoba, destacado dirigente del movimiento ultra Comunión y Liberación? Su ya famosa carta pastoral defendiendo el derecho de la Iglesia a cobrar intereses sobre créditos hipotecarios, personales, inversiones y demás negocios tras las siglas de Cajasur son un prodigio de combinación de lenguaje del César dicho por labios inspirados en la verdad divina.Pero quien sigue ostentando sin duda el palmarés de tipismo y exotismo ideológico es el obispo granadino monseñor Cañizares. Su última crítica de la movida juvenil de su ciudad y diócesis destaca por el argumento de que esta polémica afición juvenil está bajo "la fuerza ciega del hedonismo, del sexo fácil o de la prepotencia irracional de la violencia". Acusa a los jóvenes de poner sus cualidades "al servicio de los poderes del mal que existen en el mundo". Oído al parche.
Frente a los anteriores, el arzobispo sevillano Carlos Amigo destaca por su defensa de los jóvenes de la movida y por su batalla personal por poner un poco de orden cristiano en el mundo de las Hermandades y Cofradías sevillanas. A la vez que la Agencia Tributaria inspecciona las cajas de estos centros del poder sevillano, monseñor Amigo se ha atrevido a reclamar la participación de estas organizaciones en la financiación de la diócesis. Toda una osadía que hace prever una larga batalla religiosa por ver quién manda, bien el poder delegado de Roma bien la autoridad fáctica de esta eterna ciudad del Betis.
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