Los políticos evitan hablar del euro y la OTAN
La política exterior ha sido la gran ausente de la campaña electoral en Suecia. Los partidos han rehuido como la peste el debate sobre la integración en la zona euro (que en abstracto gran parte de ellos apoya) y en la OTAN (propugnada por la coalición gubernamental), que la sociedad sueca mira con recelo.
En el caso del euro, prácticamente todo el espectro político y la elite empresarial del país respaldan la integración. Las recientes turbulencias de la eurozona y demoledores sondeos de opinión aconsejaron, sin embargo, a los líderes un prudente silencio. Una encuesta publicada en junio por el Instituto Estatal de Estadística puso en su mínimo histórico el apoyo a la integración: apenas un 27%, frente a un 60% de rechazo. Suecia dijo no al euro en un referéndum celebrado en 2003 y la convocatoria de otra consulta en la próxima legislatura es una hipótesis que parece surrealista tras semejante campaña electoral.
Más complicado todavía es el caso de la OTAN. La coalición conservadora en el poder es mayoritariamente favorable a la integración. En este capítulo también, como en la política social, empieza a cuajar una alternativa al histórico monocultivo socialdemócrata -neutralista e internacionalista- con una postura más prooccidental.
Pero, como en el caso del euro, la coalición gubernamental ha mantenido un elocuente silencio al respecto. Suecia no participa en una guerra desde hace más de dos siglos y la opinión pública es mayoritariamente contraria a la integración en la Alianza Atlántica, que tiene cerca del 30% del apoyo en los sondeos. El conflicto armado entre Rusia y Georgia en 2008 infló algo el bando del sí, pero no de una manera decisiva.
En el capítulo OTAN, a diferencia del euro, la coalición progresista constituye un freno. Tanto la izquierda como amplios sectores socialdemócratas se oponen radicalmente. El primer ministro Fredrik Reinfeldt ha aclarado que no impulsará el proceso sin tener el apoyo de la oposición. Para muchos, su posición suena a excusa perfecta para evitar una batalla impopular.
La dirigente de los socialdemócratas, Mona Sahlin, anunció que, en caso de victoria, retiraría el contingente sueco desplegado en Afganistán, que cuenta con unos 500 soldados. Esta ha sido una de las escasas referencias a la política exterior durante una campaña que ha dejado claro que Suecia no piensa modificar el lugar que ocupa en el mundo en esta legislatura. También en materia de ayuda al desarrollo, en la que destaca mundialmente con una inversión que representa el 1% del producto interior bruto (PIB).
Por último, sorprendentemente, la política en gasto militar parece ser objeto de un sustancial acuerdo entre las coaliciones. Los socialdemócratas empezaron en 1995, una gradual reducción del presupuesto, que entonces representaba un 2,4% del PIB, muy elevado para los estándares europeos. El descenso ha sido constante -y no ha sido revertido por los conservadores- hasta el 1,4% actual.
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