Las 1.000 vidas del Bloody Mary
Si eres de los que solo bebía zumo de tomate cuando iba en avión y era gratis, te estás perdiendo el placer de un 'bloody mary', un 'red snapper' o una rica michelada.
El bloody mary es el clásico que nunca debería haberlo sido. Contiene un zumo que apenas se emplea en otros cócteles (el de tomate), un destilado que la mayoría de bartenders miran con poco afecto (el vodka) y un montón de especias y salsas. Nos quejamos mucho de que hoy en día los gintonics parecen ensaladas, pero la línea que separa al bloody mary del gazpacho puede llegar a ser muy fina si el barman se pone creativo.
Investigar sobre su pasado no es fácil. La leyenda más repetida –que se originó en el Harry’s Bar de París, que lo creó un barman que se llamaba Ferdinand Petiot, que luego lo llevó a Estados Unidos, donde sustituyó el vodka por ginebra y lo llamó red snapper, y que en algún momento de los años 30 el combinado recuperaría el vodka primigenio al comenzar a popularizarse éste en yanquilandia– parece desmentida.
Afirma el estudioso de la coctelería François Monti en su muy recomendable libro 101 cocktails que el jugo de tomate preparado no se comercializó hasta 1928 (siete años más tarde que su presunto origen en el Harry’s Bar), y que Petiot tampoco trabajaba en el establecimiento en la época en la que habría nacido el rey de los cócteles del brunch. Otras teorías son aún más complicadas y fantasiosas: la Mary del nombre habría sido el homenaje de un bartender despechado a una de sus citas fallidas, o una referencia a María, la reina de Escocia que acabó decapitada.
En fin, que aunque la historia de la coctelería a veces produce mayores dolores de cabeza que los propios cócteles, sí sabemos que ese zahorí del alcohol llamado Ernest Hemingway se arrogaba el mérito de haber llevado el bloody mary hasta los bares de Hong Kong, donde, según decía “había contribuido mucho más que cualquier otro factor, exceptuando quizás al ejército japonés, a precipitar la caída de la colonia británica”.
Porque a diferencia de lo que pasa en los teatros, en los bares el tomate es el rey. Luca Izzo es el propietario del Old Fashioned en Barcelona, un bar que, además del cóctel que lleva ese nombre, tiene como punto fuerte el bloody mary. “Tenemos fanáticos de nuestra receta, y en buena parte es porque es muy denso y contundente, y porque no nos da miedo especiarlo mucho. También preguntamos al cliente por sus gustos, para personalizar el borde de la copa con sal de trufa, sal de aceituna, paprika o sal negra. Y hacemos versiones con otros destilados: bloody maría con tequila, red snapper con ginebra, versiones con licor de ajo... En verano apostamos por el bloody shiso, que es más ligero y lleva también Clamato”.
El Clamato al que se refiere Izzo, ojo, no es apto para vegetarianos, puesto que se trata de un preparado comercial de zumo de tomate, especias y jugo de almejas. Y también lo menciona Martín Eccius, de Punto MX, en Madrid, cuando nos explica cómo debe ser el otro gran cóctel con tomate y eterno favorito comidístico, la Michelada. Martín está a cargo de la mezcalería del requetepremiado restaurante mexicano, que se provee también en los cócteles del huerto con el que cuenta el establecimiento en Navas de Oro, en Segovia, y que los abastece de tomates, chiles de todo tipo, nopales y tres variedades de maíz.
“Los chiles van más allá del picante”, cuenta Eccius, “y cada uno tiene un sabor particular”. Que, naturalmente, se puede utilizar en coctelería. Volviendo a la Michelada, Eccius me aclara que esta bebida es como la Santísima Trinidad: tres en una. La Chelada, que en realidad es como nuestra clara o shandy; la cubana, que lleva jugo de la marca Maggi, salsa Perrins y tabasco “y que es un consomé frío ideal para la resaca”. Y por último está la michelada u ojo rojo (los nombres varían y se solapan en función de la región de Mexico), que es la que lleva el Clamato o tomate especiado, y de la que Eccius admite que prefiere “con el doble de tomate del que utilizamos en el restaurante”. En las bebidas con esta hortaliza se impone, pues, la potencia.
¿Y si un ojo rojo y un bloody mary tuvieran un bebé? Pues quizás saldría algo como el caesar, que se considera el cóctel nacional de Canadá, y que une el Clamato con el vodka y el resto de ingredientes clásicos del bloody mary. Según algunas estadísticas, se consumen 350 millones de caesars al año en Canadá (para una población de unos 35 millones de habitantes), así que si te das a beberlo, además de estar en buena compañía, podrás justificarte con la clásica excusa de South Park: la culpa es de Canadá.
Jesus and Mary chain
Un trampantojo dulce del red snapper, porque no sólo de picante vive el tomate. La sal del borde se convierte en azúcar avainillado, y en lugar del odioso apio, unas fresas o una ramita de menta darán el toque decorativo. Sírvelo con un desayuno o un brunch dulce.
Dificultad: Más laborioso que dificil.
Ingredientes
Para un cóctel
- 3 cl de ginebra (London Dry o similar)
- 1,5 cl de limoncello
- 20 cl de zumo de tomate
- Una cucharadita de bar de mermelada de frambuesa
- 25 cl de agua
- 100 g de azúcar
- Dos bolsas de té negro
- Azúcar avainillado
Instrucciones
¿Has intentado hacer esta receta u otras de El Comidista, y no te han salido bien? Quéjate a la Defensora del Cocinero enviando un mail a defensoracomidista@gmail.com
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