Prendas técnicas y relatos utópicos: la semana de la moda de París viste un futuro incierto
Dior, Dries Van Noten y Off White presentan sus colecciones en la capital francesa dejando de lado la nostalgia, recurriendo a la utopía y al arte como inspiración
Las colecciones para el próximo otoño que se están presentando estos días en París empezaron a desarrollarse hace meses, pero es inevitable verlas a través del prisma del contexto actual. No es que la moda tenga la capacidad de predecir el futuro, pero sí posee el talento de tomarle el pulso al presente y, en ese sentido, algunas de las propuestas vistas en estas primeras jornadas recuerdan en cierto modo a otras que sucedieron en otros momentos convulsos e inciertos del pasado.
Puede que Dior y Off White sean firmas con identidades y públicos muy distintos, pero ambas enseñas utilizaron el recurso del futuro y la utopía como punto de partida de sus respectivas colecciones. Esta idea, la de diseñar uniformes para un porvenir a medio camino entre la funcionalidad, la tecnología y la ropa de protección, fue también la base del discurso de diseñadores como Paco Rabanne, Courrèges o Pierre Cardin, que imaginaron, en plena Guerra Fría, una estética inspirada en la carrera espacial, pero también en la indumentaria técnica y, por lo mismo, en tejidos que ofrecen seguridad y protección frente a hipotéticas amenazas.
El desfile póstumo de Off White, la exitosa marca que el recientemente fallecido Virgil Abloh fundó en 2012, no fue una ceremonia de duelo (como sí fue su último desfile para Louis Vuitton el pasado enero) sino una especie de celebración al artista que logró cambiar algunos de los discursos hegemónicos de la moda. Abloh dejó la mayoría de la colección finalizada y el equipo de diseño (que será el que mantenga su legado, según anunciaban la pasada semana New Guards Group y LVMH, las dos empresas que poseen a medias la enseña) se encargó de editarla en dos partes diferenciadas: la primera, enfocada en traspasar los códigos de la moda urbana a las prendas técnicas, de las botas de esquí a los pantalones cargo, de las sudaderas de nylon a los vestidos multibolsillos; la segunda fue, a grandes rasgos, un desfile de alta costura o, al menos, la visión subversiva que el diseñador tenía de este exclusivo sector.
La anterior colección de Off White se presentó el pasado julio, durante la semana parisina de la alta costura porque, como dijo entonces el diseñador: “Ya no me interesa hacer sudaderas y camisetas, sino trabajar los tejidos y los volúmenes como se hace en este sector, pero viniendo de lo urbano. La moda siempre se ha extendido del lujo a la calle, yo vengo de la calle y quiero que la moda se extienda en la dirección contraria”. Así, en su ambiciosa idea de la nueva costura, las top models más famosas del mundo (Naomi Campbell, Cindy Crawford, su hija Kaia Gerber o Kendall Jenner) lucieron tules con camisetas serigrafiadas, vestidos de novia y zapatillas o chaquetas de flecos brillantes combinadas con gorras.
Mientras, Jeff Mills creaba sonidos tecno en vivo bajo una lámpara versallesca; una peculiar forma de oponer tradición, lujo y cultura popular, calle y pasarela, y de imaginar, a la manera de Abloh, lo que será la moda del futuro. De hecho, la colección se llamaba Spaceship to earth (nave espacial hacia la tierra) y la invitación al desfile era una caja fuerte a modo de cápsula del tiempo para volver a abrir en 2035.
El discurso de Maria Grazia Chiuri no fue tan utópico y subversivo, pero en su propuesta, mucho más comercial, también se percibía la huella de la incertidumbre y el futuro. La directora artística de Dior presentó una de sus colecciones más elaboradas, desarrollando una especie de exploración tecnológica sobre las tradicionales siluetas de la maison. Las chaquetas bar se ceñían con corsés que evocaban los chalecos antibalas o se convertían en prendas técnicas acolchadas. Los pantalones sastre evolucionaban hacia mallas deportivas y los vestidos de tul se combinaban con guantes de motero.
Algunas prendas estaban confeccionadas con tejidos termorreguladores que conservaban la temperatura corporal y otras se decoraban con piezas reflectantes. Para realizarla, Dior ha colaborado con D-Air La, una compañía italiana que fabrica indumentaria de protección para bomberos o policías. Y, por si quedaba alguna duda que la diseñadora estaba hablando de futuro y cambio de paradigmas, le encargó en esta ocasión el escenario a la artista Mariella Bettineschi, que cubrió las paredes de cuadros míticos de la historia del arte protagonizados por mujeres. La Gioconda o La Venus del Espejo eran, en esta ocasión, espectadoras de mirada inquisitiva, no objetos de contemplación. La obra al completo se titulaba, muy pertinentemente, The Next Era, La próxima era.
Las texturas innovadoras también fueron la base de Nina Ricci, que para el próximo otoño propone una redifinición del uniforme clásico de la enseña: pantalones anchos, punto, vestidos ligeros y su famosa capa, pero teñidos en esta ocasión con colores optimistas y moldeados con nylon reflectante, tejidos acolchados o materiales técnicos. La colección, presentada a través de un vídeo ponía en valor el trabajo en el taller, y demostraba que las ideas del pasado y las dinámicas de confección tradicionales también pueden tener vocación de futuro.
Resulta curioso comprobar cómo la nostalgia, la gran tendencia que ha inspirado la moda del último año, no ha estado presente en estas primeras jornadas. A excepción de Saint Laurent, donde Anthony Vaccarello volvía a recurrir a su época favorita de Yves, los años setenta, para firmar una propuesta donde la sastrería reemplazaba a sus característicos minivestidos ajustados; su colección, casi toda en negro, era una demostración de la complejidad que encierra la estética de la sencillez: vestidos cortados al bies sobre abrigos estructurados, blusas drapeadas y varias actualizaciones del esmoquin que el fundador de la casa creó en 1966, esta vez pensadas para la vida diaria.
Junto a la indumentaria técnica y los relatos de futuro, algunas de colecciones vistas en las primeras jornadas parisinas han encontrado curiosamente la inspiración en movimientos artísticos o colectivos que surgieron en contextos de incertidumbre. Este miércoles Dries Van Noten presentaba, por primera vez sin recurrir al desfile clásico, una propuesta basada en uno de sus períodos estéticos favoritos estéticamente hablando; la Alemania de entreguerras y, en concreto, las artistas que se reunieron en torno al Cabaret Voltaire. Con una propuesta más arquitectónica de lo habitual (de ahí que el belga, que acaba de lanzar línea de fragancias, eligiera el formato estático en esta ocasión), Van Noten ha vuelto a desplegar su maestría para el color y los estampados en prendas que evocaban la estética de las flappers, esas mujeres que en los años veinte y treinta desafiaron las convenciones sociales llevando vestidos tubulares, gabardinas con decoración preciosista y pantalones masculinos. Esta vez el trabajo del creador homenajea a la chaqueta acolchada que Charles James creó en 1937 inspirándose en la confección de los edredones y que, con el tiempo, fue adquiriendo la categoría de culto, pese a que el propio James vaticinaba su fracaso. Irónicamente, creía que la técnica, en tejidos y patrones, no tendría relevancia en la moda del futuro.
Sandra Sandor, alma mater de Nanushka, realizó su trabajo de fin de carrera sobre la Bauhaus, la escuela funcionalista que se fundó en Alemania tras la Primera Guerra Mundial. En ella ha basado esta colección, presentada el pasado martes en la ópera de París. “Mi idea de la moda se basa en prendas extremadamente prácticas y combinables entre sí. Y en el uso de materiales innovadores en el sentido ecológico. Estamos invirtiendo en técnicas de reciclaje y desarrollo de materias primas limpias y duraderas”, contaba la creadora húngara tras la presentación.
Nanushka, cuya sede sigue en Budapest, es una de las pocas marcas que estos días se ha posicionado respecto al conflicto actual. “Nací en un país soviético, así que entiendo profundamente la crisis”, ha declarado Sandor en un comunicado en el que anuncia su colaboración con distintas asociaciones húngaras para proporcionar asilo a los refugiados (Hungría y Ucrania comparten frontera desde la independencia de la segunda en 1991), así como la donación de parte de sus beneficios a la industria creativa ucrania o el bloqueo comercial con el mercado ruso.
En los últimos días, Nike y Net-a-porter han anunciado sendos bloqueos al país y esta mañana Balenciaga, cuyo desfile está previsto para el domingo, borraba su contenido en redes para publicar una bandera de Ucrania y comunicar que su cuenta de Instagram servirá para informar sobre el conflicto y sobre vías donde donar recursos al país. Acne Studios, por su parte, ya ha donado 100.000 euros a UNICEF y también ha bloqueado el comercio con Rusia.
Desde que Armani decidiera desfilar sin música el pasado domingo en señal de duelo por la situación, han sido pocos los gestos de apoyo sobre la pasarela, pese a que en las redes sociales se insta a marcas y diseñadores que se posicionen y hablen abiertamente de la situación. El martes Cristelle Kocher, la diseñadora de Koche, salía a saludar tras su desfile con una chapa de la bandera ucrania. El miércoles muchos de los invitados, entre ellos el georgiano Beka Gvishiani, autor de la famosa cuenta de Instagram Stylenotcom, han decidido acudir a los shows vestidos de azul y amarillo en señal de protesta.
Pero para muchos no es suficiente. Algunas voces autorizadas del sector, como Derek Blasberg, director de moda de YouTube, han hablado públicamente en sus redes sociales de la “situación surrealista” que supone acudir a desfiles de moda en las circunstancias actuales. Otros, como el artista Ian Isiah, colaborador habitual de Off White y Hood by Air, consideraba que se les pide a los trabajadores de la moda “más responsabilidad de la que se les pide a los arquitectos, los cineastas o los constructores”. “La moda genera muchos puestos de trabajo, pero su aura de frivolidad hace que la juzguemos más duramente”, escribía en su cuenta de Instagram. Quedan seis días de desfiles en la capital francesa, en los que muchos esperan que las firmas sean más abiertas con respecto al clima actual.
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