Los combates entre Azerbaiyán y Armenia dejan casi un centenar de muertos
Los dos países del Cáucaso se acusan de romper el alto el fuego que puso fin a la guerra por el Nagorno Karabaj en 2020
El recrudecimiento del pulso que desde hace décadas mantienen Armenia y Azerbaiyán a cuenta de la región en disputa de Nagorno Karabaj ha dejado casi un centenar de muertos desde la medianoche del lunes al martes. En un discurso extraordinario en el Parlamento ante la gravedad de la situación, el primer ministro armenio, Nikol Pashinián, explicó que al menos 49 militares de su país han muerto en los bombardeos de artillería y drones del Ejército azerbaiyano a lo largo de la frontera común. También el Ministerio de Defensa de Azerbaiyán ha reportado 50 bajas entre sus soldados.
Bajo la mediación rusa, ambos países del Cáucaso acordaron a primera hora de la mañana un alto el fuego, que no se ha respetado. “La intensidad de los combates ha disminuido, pero los ataques de Azerbaiyán continúan en un par de direcciones”, dijo Pashinián. Al mediodía peninsular, el medio armenio Civilnet informaba de que la artillería azerbaiyana continuaba golpeando las localidades armenias de Goris y Vardenis, a 8 y 20 kilómetros de la frontera con Azerbaiyán, respectivamente, y que tres civiles habían resultado heridos, de los cuales uno se halla en situación crítica.
Ambas partes se han acusado del recrudecimiento de las hostilidades y de la violación del alto el fuego que puso fin a la Segunda Guerra del Nagorno Karabaj, que culminó en noviembre de 2020 con más de 6.500 muertos y una victoria clara de Azerbaiyán: recuperó parte de los territorios de esta antigua provincia soviética —legalmente territorio de Azerbaiyán pero habitada mayoritariamente por armenios— y de las provincias circundantes ocupadas por Armenia durante el conflicto de 1991-1994.
El Ministerio de Defensa de Azerbaiyán divulgó una nota oficial en la que acusaba a su vecino de “actos subversivos a gran escala” cerca de la frontera y de colocar minas en territorios clave para la logística de sus tropas, y agregó que sus posiciones militares “fueron atacadas, incluso con morteros (...) y, como resultado, hay pérdidas de personal y daños a la infraestructura militar”. Fuentes armenias, en cambio, acusan a Azerbaiyán de llevar más de una semana “preparando el terreno” con “informaciones falsas” sobre tiroteos y provocaciones a fin de “justificar el bombardeo a gran escala” de una docena de posiciones y localidades en territorio de Armenia. Si bien en los últimos dos años se habían producido constantes choques, tanto alrededor del Nagorno Karabaj como a lo largo de la frontera entre Azerbaiyán y Armenia (con un saldo de más de 240 muertos, según un recuento del International Crisis Group), este es el enfrentamiento de mayor envergadura desde la firma del alto el fuego.
La confrontación se produce apenas dos semanas después de que Pashinián y el mandatario azerbaiyano, Ilham Aliyev, se reuniesen en Bruselas por invitación del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, para tratar de convertir el acuerdo de alto el fuego en un proceso de paz. De hecho, en su discurso ante el hemiciclo, Pashinián acusó a Gobierno de Azerbaiyán de buscar una rendición incondicional de Armenia y que firme un tratado de paz en las condiciones dictadas por Bakú. Citó como ejemplo, las reclamaciones azerbaiyanas de que Ereván renuncie completamente al reconocimiento o protección de los armenios que aún quedan en el pequeño enclave del Nagorno Karabaj fuera del control azerbaiyano (bajo el paraguas de una fuerza de interposición rusa) y de que se establezca un corredor a través de territorio armenio que permita unir Azerbaiyán a su enclave de Najicheván.
“Mi impresión es que Azerbaiyán intenta lograr un acuerdo de paz lo antes posible y, mediante una operación militar tan grande, presionar a Armenia para resolver las cuestiones de la demarcación fronteriza en zonas que no están claras y de la línea de comunicación [con Najicheván]”, sostiene el analista político azerbaiyano Anar Mammadli.
“Creo que Aliyev ha cometido un error de cálculo. Quizás pensó que era el momento adecuado para forzar a Pashinián a firmar un tratado de paz, pero cuando inicias una guerra así, con tantas víctimas mortales, algo que supone un déjà vu para la sociedad armenia, estás reduciendo su capacidad de maniobra”, sostiene la académica y exdiputada armenia Tatevik Hayrapetián. El jefe de Gobierno armenio, que llegó al poder tras una revuelta popular contra la corrupción en 2018, refrendó su mandato en las elecciones del año pasado, pero su apoyo se ha resentido por la derrota en la guerra del Karabaj. Parte del viejo establishment de la política armenia, de la importante Diáspora (que supone un crucial sostén económico para el país caucásico) e incluso de las Fuerzas Armadas lo han acusado de traición por considerar que se ha rebajado en las negociaciones con Azerbaiyán y por iniciar contactos con Turquía —principal apoyo militar de Bakú en la región— para la reapertura de la frontera, cerrada desde 1993.
Protestas internacionales
Durante toda la mañana del martes, el primer ministro armenio mantuvo conversaciones telefónicas con los presidentes de Rusia, Irán, Francia y el Consejo Europeo, y con el jefe de la diplomacia de EE UU. Por su parte, el ministro turco de Asuntos Exteriores, Mevlüt Çavusoglu, aseguró que había discutido con su homólogo azerbaiyano acerca de “las provocaciones armenias” en la frontera y pidió a Ereván que se centrase en las negociaciones de paz con su vecino. Tanto la Unión Europea como Estados Unidos y Rusia llamaron al cese inmediato de los combates de un conflicto que tiene una importante dimensión internacional.
“No necesitamos comunicados pidiendo que ambas partes se abstengan de enfrentamientos. Lo necesario es que la comunidad internacional presione a Azerbaiyán para que detenga su agresión”, se quejó en declaraciones a EL PAÍS una fuente diplomática armenia que pidió no publicar su nombre. De hecho, Armenia ha solicitado apoyo a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), el organismo supranacional de seguridad liderado por Moscú y que conforman parte de los antiguos estados soviéticos, y también solicitó amparo al Consejo de Seguridad de la ONU (Francia ha requerido una reunión de urgencia para evaluar la situación).
Mamadli cree que, de prosperar la petición de Ereván a la OTSC, “se incrementará la presencia y el control ruso en el Cáucaso”: algún contingente de tropas de número simbólico podría ser enviado como fuerza de interposición a la frontera entre ambos países, lo que se añadiría a las bases que Moscú posee en Armenia y a sus 2.000 soldados desplegados en el Nagorno Karabaj. En una reunión extraordinaria celebrada este lunes, la organización ha decidido por ahora crear un grupo de trabajo para analizar la situación y una posible visita del secretario general de la OTSC, Stanislav Zas, a la zona de conflicto, según un comunicado difundido por Armenia, informa Javier G. Cuesta.
Fuentes armenias creen que Bakú está explotando la situación geopolítica derivada de la invasión de Ucrania, así como la debilidad mostrada por las tropas rusas en las últimas semanas, en un momento en que, precisamente, Moscú está replegando efectivos —incluidos mercenarios de Wagner— de sus misiones en el exterior. Unos días antes de ordenar la invasión de Ucrania, el presidente ruso, Vladímir Putin, firmó con Aliyev un tratado para aumentar las relaciones entre ambos países, y, a raíz de las sanciones occidentales a Rusia, Azerbaiyán se ha convertido en una de las principales vías de entrada y salida de mercancías y energía a territorio ruso. Además, en julio, Bruselas y Bakú cerraron un acuerdo para duplicar los envíos de gas azerbaiyano y reducir así la dependencia europea de la energía rusa.
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