Vuelta al cole: por qué es importante revisar la vista de tu hijo
Se recomienda realizar los primeros chequeos entre los 3 y 5 años, porque una visión deficitaria no solo afecta a la capacidad de los niños para ver claramente, también influye en su desarrollo emocional, social y académico
Hace tan solo un par de semanas que las escuelas abrieron sus puertas para el comienzo del nuevo curso escolar. Las familias ya han provisto a los estudiantes de todo lo necesario para que afronten su nueva etapa educativa con éxito: mochilas, libros, estuches o tabletas. Sin embargo, pese a la importancia de estos materiales para el aprendizaje, este puede verse comprometido cuando la vista se resiente, un hecho que puede afectar también al resto de sus actividades diarias. En marzo de 2024, el Journal of Clinical Medicine publicaba el estudio Prevalencia y estimación de la evolución de la miopía en niños españoles, elaborado por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y la Fundación Alain Afflelou [organización que promueve proyectos de sensibilización, prevención y diagnóstico de problemas visuales y auditivos tanto en España como en el extranjero desde 2007]. Según la investigación, entre 2016 a 2021, el porcentaje de niños miopes ha aumentado del 16,8% al 19,7%. Asimismo, estima que, si el número de horas en visión cercana sigue aumentando —sobre todo por el uso indiscriminado de pantallas y porque los menores disfrutan de menos tiempo al aire libre—, en 2030, el 30,2% de los niños de entre 5 y 7 años podrían ser miopes.
La salud visual es fundamental para el desarrollo y el bienestar general de la población infantil. No solo para el aprendizaje escolar, sino también para el desarrollo de actividades motoras y de coordinación. “Los niños no son conscientes de los defectos de graduación o pérdidas de visión que puedan tener. Por ello, son recomendables revisiones periódicas desde edades tempranas con el oftalmólogo y optometrista, para detectar y tratar a tiempo, especialmente el ojo vago”, sostiene Marta Morales Ballús, del servicio de oftalmología del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona.
Una visión deficiente en los menores tiene un impacto significativo en varias áreas de su vida cotidiana. “Estos problemas no solo afectan a su capacidad para ver claramente, sino que también pueden influir en su desarrollo emocional, social y académico”, afirma Morales. Además, los déficits visuales pueden conllevar problemas en la lectoescritura, dificultad para ver la pizarra y la pérdida de interés en algunas actividades. “Asimismo, una mala corrección de la graduación óptica puede provocar dolor de cabeza, ojo rojo y fatiga visual y, en casos más graves, también puede afectar a la práctica de algunas actividades físicas”, añade.
Para anticiparse al desarrollo de posibles defectos visuales en la población infantil, los expertos aconsejan realizar los primeros chequeos de la vista en época preescolar, entre los 3 y 5 años. “En esta edad, el control reglado ha demostrado ser eficaz porque es una época en la que los niños verbalizan menos los defectos visuales y sus consecuencias. No solo por los errores refractivos como la miopía, hipermetropía y astigmatismo, sino también por los efectos de alineación, como estrabismo y demás”, indica el doctor Pedro Viaño, editor asociado de EnFamilia —web oficial de salud infantil y juvenil de la Asociación Española de Pediatría (AEP) dirigida a padres y familias—. “Por eso, lo mejor es la detección precoz de los síntomas y de las consecuencias de posibles defectos en la visión”, sostiene.
Los datos recopilados por el Barómetro de la Miopía entre 2016 y 2023, de la Fundación Alain Afflelou, señalan que la prevalencia de la miopía en niños se ha relacionado con períodos prolongados de lectura, estudio y uso de dispositivos digitales. Este defecto visual aumenta entre los menores que pasan más tiempo realizando actividades de cerca. Así, en el grupo de los que usan dispositivos electrónicos una media de más de tres horas al día, la prevalencia es del 20,7%; frente al 14,8% de los que los usan entre 0 y 2 horas diarias. Para lograr una buena higiene visual, hay que respetar los tiempos de exposición a actividades que requieran fijar la vista de cerca, ya sean asociadas al uso de pantallas o tareas como la lectura o la escritura. “Hay que establecer unos tiempos de descanso adecuados. Y realizar actividades en el exterior el mayor tiempo posible, para usar la visión lejana y proteger así frente al desarrollo de la miopía”, explica Viaño. La Asociación Española de Pediatría incluye en su página web un Plan de Pantallas donde se pueden consultar una serie de recomendaciones sobre su uso. “No tanto por la salud visual como por el resto de las repercusiones a todos los niveles, como el neurodesarrollo de los niños”, agrega el especialista de la AEP.
En ocasiones, tras la evaluación de la vista, el especialista prescribe la utilización de gafas. Ante un posible rechazo del niño a utilizarlas, los padres deben hacerle partícipe del modelo que va a utilizar. “Así será más fácil su aceptación y que no lo sienta como una imposición. Además, hay que explicarle, para que sea consciente, que muchas personas utilizan gafas. E incorporar pequeñas recompensas o juegos relacionados con el uso de gafas, para que lo acepten como algo positivo”, subraya Viaño.
En aquellos niños de mayor edad que se inician en el uso de gafas o que ya son usuarios y quieren progresar hacia el empleo de lentillas, ¿cuándo se aconseja comenzar? “Hasta que el niño no las pida no es necesario valorar su adaptación, exceptuando las grandes miopías en las que pueden tener grandes beneficios para la evolución visual u escolar”, declara el doctor Mariano Royo Sans, responsable del servicio de oftalmología del Hospital Universitario San Rafael. “Su utilización no debe exceder más de ocho horas, aunque el menor no sienta molestias”, prosigue Royo, “porque al final se acabarán rechazando; más vale llevarlas menos tiempo muchos años, que mucho tiempo y pocos años”.
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