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tribuna
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¿Dónde dejaría a Europa una victoria de Trump?

Si el aspirante republicano saliera elegido en noviembre, pondría en evidencia más que ninguna otra cosa la escasa inversión europea en defensa. La urgencia inmediata será cubrir el déficit de financiación para Ucrania

El republicano Donald Trump participa en un acto de campaña en Las Vegas, Nevada, el pasado 27 de enero.
El republicano Donald Trump participa en un acto de campaña en Las Vegas, Nevada, el pasado 27 de enero.ALLISON DINNER (EFE)
Wolfgang Münchau

Uno sabe que está en apuros cuando su seguridad depende de que alguien no salga elegido. En 2016, la elección de Donald Trump supuso una sorpresa total para los europeos. Afortunadamente, Trump era entonces demasiado caótico como para causar daños irreversibles. Cuatro años después, los europeos volvieron a apostar por que Trump no saldría reelegido, y esta vez acertaron, pero por los pelos. Ahora mismo no apuestan, pero tampoco se preparan.

Si Trump sale elegido, tendrá un equipo mucho más centrado. Esta vez no faltan operativos políticos trumpistas. Su amenaza más creíble, desde una perspectiva europea, es poner fin al apoyo financiero y militar a Ucrania. También es posible que redoble su amenaza anterior de no cumplir los compromisos adquiridos en virtud de la cláusula de defensa mutua de la OTAN.

Coincido bastante con la sugerencia de Rob Jetten, un ministro del Gobierno holandés saliente que quiere que la UE establezca un pilar formal dentro de la OTAN que pueda separarse en caso necesario. También ha señalado que la UE gasta el triple que Rusia en defensa y, sin embargo, no es capaz de defenderse a sí misma.

Una capacidad defensiva europea independiente requeriría un aumento masivo del gasto en defensa, del 1%-2% del PIB actual al 3% o más, el nivel básico durante la Guerra Fría.

Y como insinuaba Jetten, los países europeos tendrían que gastar el dinero de forma más eficiente. Si la UE se tomara en serio la política de defensa, debería incorporar las adquisiciones de defensa al mercado único. La UE dio un pequeño paso en esa dirección el año pasado con un reglamento que recompensa a los Estados miembros cuando cooperan en sus políticas de adquisiciones. Es un programa pequeño para países pequeños. Tienen que ponerse serios.

Una victoria de Trump pondría en evidencia, más que ninguna otra cosa, la escasa inversión europea en defensa. La urgencia inmediata será cubrir el déficit de financiación para Ucrania. Estados Unidos ha comprometido hasta ahora 71.400 millones de euros (para estos y otros datos, ver), más de la mitad en forma de ayuda militar. El número dos es Alemania, con 21.000 millones de euros, seguida del Reino Unido, con 13.300 millones. Noruega ocupa el cuarto lugar. Los tres mayores donantes europeos son todos miembros de la OTAN, pero solo Alemania es miembro de la UE.

Aquí radica el problema. Alemania no es lo suficientemente grande como para llenar por sí sola el vacío dejado por Estados Unidos. Francia solo ha comprometido 2.000 millones de euros para ayudar a Ucrania. El plan de ayuda de la UE por valor de 50.000 millones de euros para cuatro años acaba de superar el veto de Viktor Orbán, el primer ministro húngaro. Aunque Estados Unidos pusiera fin definitivamente al suministro de armas, Ucrania podría defenderse con la ayuda europea, aunque dudo de que esta fuera suficiente para recuperar todos los territorios ocupados por Rusia. Cuando termine la guerra, Rusia no supondrá una amenaza inmediata para Europa, pero podría serlo más adelante. El Ejército ruso tardará algunos años en recuperarse. Este escenario dejaría a la UE solo unos años de margen para apuntalar su propia defensa.

El principal obstáculo para una respuesta europea conjunta es la falta de intereses comunes de Francia y Alemania. Francia es el único Estado miembro de la UE con armas nucleares y el único con un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, Alemania es el país más grande. Gasta más dinero en defensa en términos absolutos: 71.000 millones de euros en el presupuesto de 2024 frente a los 47.000 millones del presupuesto de defensa francés.

Olaf Scholz ha reorientado la cooperación alemana en materia de defensa, alejándola de Francia y acercándola a Estados Unidos. El plan para un futuro avión de combate francoalemán aún está por ver, al igual que el futuro de la cooperación francoalemana para desarrollar una nueva generación de tanques. Las adquisiciones de defensa se han estado moviendo en la dirección exactamente opuesta a la que tendrían que moverse si Trump fuera elegido. La previsible cantera de líderes alemanes y franceses actuales y futuros tampoco me hace albergar esperanzas. Si Scholz es derrotado en las elecciones alemanas de 2025, lo más probable es que su sucesor sea Friedrich Merz, cuyo instinto le llevaría a arreglar las relaciones con Trump, en lugar de buscar una solución europea. Por otra parte, en Francia acechan Marine Le Pen y una serie de populistas jóvenes.

En la actualidad, la especial relación francoalemana es en gran medida un artilugio histórico. Se mantiene viva en ocasiones festivas como el funeral en memoria de Wolfgang Schäuble, antiguo líder de la CDU y ministro de Finanzas, fallecido el mes pasado. Los dos países han establecido fuertes vínculos, pero siguen estrategias económicas incompatibles en materia de política fiscal y energía nuclear. Sus economías son divergentes, y también lo es su política. Dudo que la elección de Trump cambie esta situación.

Las divisiones francoalemanas también hacen que a Europa le resulte más difícil liberarse de la hegemonía financiera de Estados Unidos, que este aprovecha para presionar a terceros países. Independizarse de Estados Unidos requeriría una fuerte unión de los mercados de capitales y una deuda pública a escala europea.

Mi consejo sería no obsesionarse con Trump y pensar en los intereses a largo plazo. La UE no puede contar con el apoyo militar permanente de Estados Unidos, con o sin Trump. No creo que la UE vaya a seguir este consejo. Joe Biden dio a los europeos la esperanza de un renacimiento del transatlantismo de posguerra, una peligrosa ilusión a la que los líderes de la UE siguen aferrándose. Lo que supongo que ocurrirá es que los europeos responderán a la próxima presidencia de Trump exactamente igual que respondieron a la anterior: con una mezcla de arrogancia y rechazo, y la esperanza de que los viejos tiempos vuelvan algún día.

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