Una salud de hierro
Juan Pablo II ha dado pruebas de una salud de hierro. Los rumores sobre que el Papa se encontraba enfermo se difundieron en la noche del sábado y quedaron desmentidos durante su visita a la cordillera andina, a cerca de 4.000 metros de altitud.En tanto que algunos periodistas se desmayaron debido a la altura de Cuzco y tuvieron que quedarse en el avión y ser asistidos por el médico personal del Papa, Renato Buzzonetti, y por dos enfermeros de a bordo, Juan Pablo II no tuvo que tomar ni siquiera unas gotas de coranina. Asombró así a su propio médico que había temido por su salud y hasta había desaconsejado la subida del Papa hasta Sacsayhuaman.
Los rumores sobre indisposición del Papa habían surgido la noche anterior cuando no leyó ante los obispos del Perú el discurso que tenía preparado. Juan Pablo II estaba ronco y un poco fatigado, según un portavoz del Vaticano. Se aconsejó al Papa que "descansara antes de la dura jornada que le esperaba el domingo en los Andes centrales con las etapas de Cuzco y Ayacucho", explicó el obispo auxiliar de Lima, Augusto Beauzeville. Sin embargo, el Papa no quiso suspender la reunión que tenía con los obispos y cenó con ellos.
En Cuzco, el Papa sufrió las inclemencias del tiempo. Tuvo que pronunciar su discurso con las manos entumecidas por el frío, debido no sólo a la altura de los 3.800 metros sino también a una llovizna que calaba los huesos y desfiguraba el maravilloso escenario. A su lado, el secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli, y el sustituto de la secretaría de Estado, el arzobispo español Eduardo Martínez Somalo se protegían como podían del frío y de la lluvia bajo un impermeable. "¿No tiene miedo a marearse?", le preguntó este corresponsal a Martínez Somalo, y éste, bromenado, replicó: "Pues si resiste el Papa, ¿no voy a aguantar yo? Además soy un riojano fuerte". Y resistió de verdad como el primero.
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