Sadam Husein aún esconde sus armas biológicas a la ONU
El régimen iraquí multiplicó la producción de toxinas de ántrax y botulismo para repeler una invasión aliada de Bagdad
Después de casi cinco años, de investigaciones de la Comisión Especial de las Naciones Unidas (UNSCOM), el 20 de mayo de 1996 comenzó la destrucción de las instalaciones del programa iraquí de armas biológicas. Hasta agosto de 1995, cuatro años de inspecciones habían desvelado pocos datos de valor sobre la envergadura y naturaleza del programa. El alcance y extensión del mismo, revelados por el propio Gobierno de Irak tras la deserción del general Husein Kamel Hasan en agosto, resultaron sorprendentes.Los iraquíes tenían un programa de armas muy vasto que abarcaba la producción de bacterias, virus y hongos, tanto en forma de organismos vivos como de toxinas derivadas de los mismos. Las armas iban desde agentes letales o incapacitantes hasta agentes para destruir cosechas, y sus sistemas de lanzamiento incluían los misiles tierra-tierra Al Husein y la artillería de campaña. Esta mezcla de uso estratégico y táctico resultaba llamativa.
En virtud de las resoluciones 887 y 715 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobadas en 1991, la UNSCOM debe encontrar y destruir todas las armas de destrucción masiva de Irak, así como sus misiles con un alcance superior a los 150 kilómetros y supervisar el compromiso de Irak de no emplear, desarrollar ni adquirir esas armas en el futuro. Irak está obligado a revelar todos los programas mencionados en las resoluciones.
Inicialmente, Irak aseguró que carecía de un programa biológico. Tras ser sometido a más presión, Bagdad afirmó que sólo tenía un programa defensivo limitado en el que trabajaban unas 10 personas en sólo dos instalaciones y que los trabajos defensivos sólo abarcaban la toxina del botulismo y el ántrax. Una serie de fuentes aportaron a la UNSCOM pruebas suficientemente preocupantes de que existía un programa ofensivo, pero descubrir evidencias suficientes como para poner en práctica las disposiciones sobre destrucción y seguimiento a largo plazo resultó ser una labor frustrante.
La UNSCOM se vio obligada a identificar y visitar todas las instalaciones biotecnológicas iraquíes con un posible doble uso, aprovechando al máximo las disposiciones de inspección.
Un avance importante fue el descubrimiento de que Irak había comprado cantidades considerables de medios de cultivo -empleados para cultivar microorganismos-, muy superiores a las necesarias para el supuesto uso médico a que estaban destinados. Irak trató de ocultar su verdadero fin dejando un rastro de documentación que, según se comprobó, era falsa. Esto salió a la luz en marzo del año pasado.
Hasta julio de 1995, Irak negó insistentemente que poseyera un programa ofensivo. Presionado por las pruebas de la UNSCOM y movido por el deseo de que se levantaran las sanciones, Irak reconoció finalmente que tenía un programa ofensivo, aunque limitado a un pequeño número de agentes. Afirmó que éstos no se habían introducido en armas.
Unas semanas después, tras la defección del general Husein Kamel Hasan, Bagdad puso a disposición de la ONU documentos e información adicional sobre todas sus armas de destrucción masiva y programas de misiles. La escala de la información demostraba claramente las limitaciones de las inspecciones.
En sus revelaciones de agosto de 1995, los iraquíes reconocieron haber creado armas biológicas y probado una amplia gama de agentes con ese fin. Declararon que habían empleado 6.500 litros de toxina del ántrax y 10.000 litros de toxina del botulismo en cabezas nucleares de misiles Al Husein y en bombas de gravedad R400.
En realidad, habían producido por lo menos 8.500 litros de toxina del ántrax y 19.000 litros de toxina del botulismo. Además de esos agentes letales, los iraquíes afirmaron haber fabricado armas con 1.580 litros (de un total de 2.200 litros producidos) de un agente incapacitante, la aflatoxina (derivada de un hongo), empleando los mismos sistemas de lanzamiento.
Además de los misiles Al Husein y de las bombas de gravedad R400, Irak había llevado a cabo tareas de desarrollo y pruebas in situ con tanques de fumigación aérea (tanto para aviones tripulados como no tripulados), cohetes de 122 milímetros y granadas de artillería de 155 milímetros. Algunos de los trabajos estaban muy avanzados.
Después de que Irak invadiera Kuwait en agosto de 1990, una misión de bombardeo aliada durante la Operación Tormenta del Desierto destruyó por casualidad los prototipos iraquíes de tanques de fumigación aérea. Antes de dicha operación, Irak había acelerado su producción de toxinas de ántrax y botulismo para defenderse en caso de un ataque contra Bagdad. El embajador Rolf Ekeus, presidente de la UNSCOM, afirmó en su informe del 11 de octubre de 1995 al Consejo de Seguridad de la ONU que le habían dicho que la autoridad para dicha utilización había sido delegada a los comandantes en el campo de batalla. Las armas se habían desplegado en enero de 1991 en cuatro puntos distintos. Irak afirma que destruyó todas las municiones cuando concluyó la guerra del Golfo. Esta afirmación todavía está por demostrar.
En la declaración efectuada ante el Senado de EE UU en marzo de 1996, el embajador Ekeus expresó su opinión de que Irak seguía ocultando aspectos fundamentales de sus programas de armamento ilegales, incluidos algunos misiles.
Aunque la comisión descubrió suficientes pruebas para convencer al Consejo de Seguridad de que Irak estaba ocultando un extenso programa de armas biológicas, todavía no se conoce plenamente la naturaleza y amplitud del mismo.
Un régimen mundial negociado a escala internacional no sería ni mucho menos tan exhaustivo ni sostenido como el mandato de la UNSCOM en virtud de las resoluciones del Consejo de Seguridad 687 y 715. Por ejemplo, el sistema de verificación incluido en el texto de la Convención sobre Armas Químicas se considera el régimen más severo que sería políticamente aceptable a escala Mundial, y la experiencia demuestra que un país dispuesto a eludir dicho régimen podría ocultaron programa de armas biológicas de los inspectores internacionales con este sistema.
Copyright
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.