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Labastida, primer candidato del PRI que pierde las presidenciales

Juan Jesús Aznárez

El Partido Revolucionario Institucional (PRI), creado en 1929 por una agrupación de caudillos revolucionarios hartos de matarse por el control de sus feudos, deberá acostumbrarse a ser oposición, a rendir cuentas y a depurar sus filas y reorganizarse en democracia. No será sencillo lograrlo, porque la costumbre es la opacidad.Francisco Labastida, el candidato vencido por Vicente Fox y primero del PRI que pierde unas presidenciales, quiso levantar el ánimo durante la admisión de una derrota que llenó de crespones las oficinas del partido en todo México. Las bandas de mariachis contratadas para el esperado triunfo empacaron las guitarras y el duelo era generalizado. "Quiero señalar que el PRI está vivo, seguirá vivo y sabrá conquistar el apoyo del pueblo de México", advirtió Labastida. Antes deberá apaciguar la algarabía, el cruce de reproches y culpas entre los grupos de interés afines que pronto pedirán cabezas de responsables.

"Vamos a endurecer la línea interna para correr a esos tecnócratas que acabaron el partido", protestaba un veterano militante. Un sindicalista amenazaba con convocar una huelga general si los vencedores meten mano a los beneficios sindicales. El PRI no es nuevo en la oposición, pero sí en la más dura. Perdió millones de votos, la presidencia de la República, pasa a ser una minoría del Congreso y 12 de los 31 Estados de México están gobernados por la oposición.

"Ojalá que, así como el PRI ha sabido ganar tantas veces, ahora sepa perder y deje gobernar a Fox", pidió el historiador Enrique Krauze, quien alertó contra los hombres providenciales y contra la sustitución de un caudillismo corporativo por otro personal. "Una reforma democrática sin la participación del PRI no es posible", agregó el analista Jaime Sánchez, quien atribuyó al voto de los indecisos y a la alta participación la victoria opositora.

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